ÁVILA

IGLESIA DE SANTO TOMÉ, PORTADA DE STA. CATALINA Y PALACIO DE LOS SERRANO


Nos dirigimos ahora por la calle peatonal de Estrada hacia la plazuela de Italia donde encontramos la iglesia de Santo Tomé el Viejo, construido en la primera mitad del siglo XII, aunque posteriormente se reconstruyó en estilo románico a finales de dicha centuria. En el siglo XVI fue modificada, mezclándose obras en estilo tardogótico con renacentistas. Durante esa época se reconstruyeron las bóvedas con nervios de crucería, los arcos dobles con columnas dóricas que separan en tres naves el espacio y se comenzó una nueva cabecera decorada con columnas dóricas. Hasta el siglo XVIII tuvo la función de guardar los cereales, el pan y la harina del Cabildo de la Catedral.

Tras los decretos de la desamortización de 1835 ha tenido varias funciones como la de garaje, gasolinera o almacén de obras de arte anexo al Museo Provincial, labor que desempeña hoy en día. Por ello, su interior está adaptado como almacén visitable del Museo de Ávila, pudiendo acceder a él con la misma entrada de dicho museo (precio normal 1,20€ en 2010). En su interior destacamos las siguientes piezas: antes de acceder, vemos un verraco de la Edad Antigua encontrado en los alrededores de la muralla de Ávila, más concretamente en el barrio Ajates.

Ya dentro del templo, en el centro del espacio expositivo se extiende, aproximadamente sobre 60 metros cuadrados, el mosaico de Magazos, decorado con motivos geométricos. Pertenece a la época romana, más concretamente está datado en el siglo IV, procede de un paraje conocido como Torre Vieja que correspondía con una villa, de la cual no queda nada, a excepción del mosaico que vemos aquí. Fue descubierto fortuitamente en 1945 por el propietario de la finca, Cándido Sánchez, cuando la reja de su arado sacó los fragmentos de una escultura de mármol correspondientes a un Tritón que estaba sobre el suelo de teselas. Este mosaico podría haber decorado el pavimento de un salón principal de la villa, a cuyo alrededor se dispondrían el resto de estancias.

En las estanterías podemos observar piezas arqueológicas de distintas épocas, para una mejor comprensión de las mismas recomendamos tomar un folleto que el personal del museo nos facilitarán, donde se explica con números cada elemento de dichas estanterías. A ambos lados del mosaico destacamos las diferentes esculturas de verracos, como los cuatro toros encontrados en El Palomar de Martiherrero en 1975. Uno de ellos sirvió, siglos más tarde, como monumento funerario romano, contando con una inscripción funeraria en latín sobre el lomo. También se expone, algunas cistas romanas donde se colocaban las cenizas de los cadáveres cremados.

Y hablando del mundo de los muertos, datados en la Edad Media encontramos una lauda funeraria hebrea y elementos del cementerio mudéjar e islámico, destacando, por su interés histórico y epigráfico, el sepulcro de 'Abd Allāh ibn Yūsuf, el Rico, fallecido en el año 1492, de cuya tumba se conservan una pieza y media, de las tres con la que contaba, cuya combinación daba como resultado un monumento funerario tumular rematado con cabecera y pies. En él vemos letras en árabe, en las que se traduce: “En nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso. Esta es la tumba de 'Abd Allāh ibn Yūsuf, el Rico, asesinado injustamente. ¡Que Dios se apiade de él!”, continuando con una serie de fórmulas religiosas. Dicho texto se encuentra enmarcado por cordones decorativos, similares a los utilizados en la ornamentación gótica de la época.

En la pared contraria vemos diferente materiales arquitectónicos e inscripciones datados en la Edad Media y Moderna, y que fueron reutilizados en varios muros. En la estantería de al lado se exponen diferentes esculturas funerarias del siglo XVI, destacando una de ellas, la tumba de Bernardino de Barrientos, realizada por Vasco de Zarza. Al fondo vemos una colección de diferentes capiteles, canecillos y modillones románicos, pertenecientes a la Iglesia de San Vicente de Ávila.

Salimos de nuevo a la plaza de Italia donde encontramos a nuestra izquierda la portada del convento de santa Catalina (en cuyo óvalo está representada) en estilo renacentista, atribuido a Pedro de Tolosa, primer aparejador de El Escorial. Es lo único que queda del desaparecido convento de las dominicas que fue fundado en el siglo XV, de acuerdo con las mandas testamentarias de doña Catalina Guiera. No permaneció mucho tiempo como tal, sólo hasta el año 1503, es decir estuvo en funcionamiento cincuenta y nueve años, para posteriormente alojar la Casa de los Niños de la Doctrina, donde los huérfanos podían aprender lo fundamental. Tras la desamortización de Mendizábal, el convento quedó en estado ruinoso y desapareció.

Justo enfrente encontramos el Palacio de los Serrano construido a mediados del siglo XVI por el matrimonio Pedro Álvarez Serrano y Leonor Zapata. Su planta esquinada y su fachada organizada en tres cuerpos, consecuencia de la agrupación de varios edificios, lo convierte en un ejemplo raro de la arquitectura abulense. En su interior destacan su vergel o Jardín del Mediodía y una bóveda de medio cañón en lo que fueron bodegas y actualmente son salas de exposiciones. El edificio es actualmente un centro cultural de la Fundación Ávila que acoge diferentes actos, exposiciones y talleres de formación, albergando, además, una cafetería, un auditorio, una tienda, una biblioteca, etc.

Bajo esta premisa, en la puerta del palacio vimos, en el momento de nuestra visita, la escultura de Botero 'El rapto de Europa' (de 1500 kilos), única pieza situada en el exterior del edificio en cuyo interior guardaba, en aquél tiempo, una exposición temporal con noventa y cinco obras realizadas por cuarenta y cinco autores contemporáneos españoles e iberoamericanos de la segunda mitad del siglo XX, como Tápies, Miquel Barceló, Broto, Gordillo, Agustín Ibarrola, Juan Genovés, y un largo etcétera…

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