CARTAGENA

EDIFICIO ROMANO DEL SIGLO I A.C. SITUADO JUNTO AL KARDUS


Esta casa se descubrió en el año 1971, como en la mayoría de los casos, de forma casual cuando se estaba excavando para construir viviendas. Tiene el evocador nombre de Casa de la Fortuna y está datada en el siglo I a.C., aunque reformada en el siglo I d.C., manteniéndose en uso hasta finales del siglo II, momento en que la casa se abandonó y comenzó su proceso de ruina. Ocupa una extensión de 204 metros cuadrados, perteneciendo a una familia acomodada. Posee dos accesos: la Iaunus o puerta principal y la posticum o puerta posterior, dando ambas a una calle.

Vamos a realizar el recorrido: una vez pasada la entrada vemos un panel con fotos de la excavación, seguidamente lo primero que encontramos de la domus en sí es la calzada posterior, este lado corresponde con la parte trasera de la casa (posticum), a la que se accedía a través de dos peldaños que salvaban el desnivel.

Seguidamente pasamos por el corredor, con pavimento de mortero decorado con teselas, que da acceso a la vivienda, vemos a la derecha restos de una zona de servicios y un posible baño, y a la izquierda se encuentra el tablinium.

En el pavimento del vestíbulo de entrada a la casa, antes de acceder al atrio, se encuentra inscrita una famosa frase que ha dado nombre a esta casa. La inscripción dice “Fortuna Propitia”, que traducido al español viene a decir "Buena suerte", es un saludo de bienvenida a los invitados.

El tablinium es la sala donde el propietario de la domus recibía a las personas que lo visitaban para contar con el apoyo político o económica de aquél. Debido a su importancia como símbolo económico y social de la familia, esta sala se decoró con magníficos pavimentos y composiciones pictóricas. Casi en el centro se encuentra un pequeño espacio de culto dedicado a los dioses domésticos o a los antepasados familiares de los miembros que vivían en esta domus.

En las paredes podemos ver los restos de los frescos consistentes en zócalos que imitaban al mármol sobre los que se situaban unas cenefas que representaban saltos de agua. En la zona media, a modo de cuadros, encontramos frescos decorados con motivos vegetales, candelabros, cisnes, guirnaldas de flores..., composiciones habituales en los triclinios romanos. Estas representaciones pueden ser símbolos de hospitalidad a los invitados u ofrendas a una divinidad, además, queda patente, a través de ellos, que el propietario posee conocimientos artísticos y culturales.

Llegamos ahora al atrium, uno de los lugares más característicos de las domus. Hace la función de vestíbulo y recibidor, además de disponerse a su alrededor las distintas estancias, haciendo de antesala en el paso a las distintas habitaciones de la casa. El atrio al ser también un espacio de representación tenía una gran decoración, tanto con mosaicos como con pinturas murales. Debido a la orografía de la zona, esta domus no presenta una distribución de las estancias exactamente igual que el resto de las domus romanas, ya que a través de la puerta principal se accedía directamente al atrio.

Desde el atrium vemos a la izquierda el triclinum, sala destinada a la celebración de banquetes. Aquí se disponían alrededor de una mesa central los lectus, una especie de divanes donde los romanos se tumbaban a comer. Esta es otra habitación importante de la domus, es por ello que esta estancia presentaba magníficas pinturas al fresco en sus paredes y techo. Lo que sí vemos actualmente es el pavimento que está cubierto de mortero decorado (opus signirum).

Al otro lado del atrium existen tres pequeñas estancias identificadas como cúbilas o dormitorios. El más grande posee una rica decoración, se especula que originariamente se trataba del lugar de tránsito entre el atrio y un posible hortus o jardín, si bien queda claro que finalmente se adaptó para ser un cubiculum. Destaca su pavimento en el que vemos señales de hogueras encendidas sobre él, posiblemente una vez abandonado el edificio, fue cobijo de personas marginales. También hay señales de fuego en las otras dos estancias, cuyos pavimentos están sin decorar.

De esta manera nos encontramos ya en la puerta de acceso principal denominada Ianua en referencia a la creencia de que el dios Jano, protector de los muertos, vigilaba tanto las entradas como las salidas. Todavía hoy podemos distinguir en el umbral y los pilares laterales los quicios donde se encontraban las bisagras y anclajes de la antigua puerta de dos hojas que se abría hacia el interior.

Ya desde la impresionante calzada nos detenemos a observar la fachada de la domus: está formada por piedra volcánica, conocida como andesita, procedente de cerros cercanos a la ciudad. Se puede ver la perfección con que los sillares se amoldan, dando lugar al tipo de construcción denominado opuss vittatum. Además, se sabe que en la fachada se situaban ventanas cerradas con cristales planos porque se han encontrado restos de los mismos en las excavaciones.

Antes de dedicarnos a la calzada, vamos a ver unas estructuras bajo el pavimento, con anexo exterior, situadas junto a la casa. Se barajan varias hipótesis sobre la utilidad de esta estructura: podría tratarse de un local de uso industrial artesanal, esta teoría toma peso debido al canal de desagüe que conecta con la calzada. También se ha identificado con la cocina, dependencias que no tenían un lugar fijo y que pueden tener un acceso directo a la calle. A esto hay que añadirle que las cocinas solían ser estancias pequeñas con un simple fogón de obra y un agujero para la salida de humos.

Nos centramos ahora en el trozo de calzada del Kardus (calle con dirección norte-sur) cuya estructura está formada por grandes losas irregulares de piedra caliza gris. Podemos ver a los dos lados las aceras delimitadas por bordillos de piedra arenisca. Esta calzada posee una anchura de 4,50 metros y, como en toda la red viaria urbana, poseía grandes bloques de piedra, a cierta distancia unos de otros, para permitir el paso de los peatones e impedir que los carros alcanzaran una velocidad excesiva.

En la parte central de la vía podemos ver una parte de la estructura de la cloaca principal de la calle, a donde desembocaban otros desagües procedentes de las dos viviendas situadas a cada lado de la calle.

El valor de este lugar arqueológico no está sólo en que se conserva perfectamente la estructura de la domus, sino también en que en su interior se han encontrado algunos utensilios y enseres de la vida cotidiana de la familia romana que vivió entre sus paredes. Entre esos objetos encontramos monedas, utensilios de adorno personal, lucernas, vajilla y estatuarias rituales. Destaca una cabeza de mármol blanco representando a Dionisos.

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