GERONA (GIRONA)

CASAS COLGANTES SOBRE EL RÍO OÑAR


Estamos ante una de las imágenes más emblemáticas y tradicionales de la ciudad, de hecho, la gran mayoría de las personas piensan en estas casas colgantes sobre el río cuando se les menciona la palabra Gerona. En definitiva, la imagen de sus fachadas, de tamaños desiguales, se ha consolidado como uno de los atractivos más conocidos de la capital. Estos edificios de colores que discurren a lo largo de la orilla del Oñar, cuyas entradas principales se encuentran en el tramo de la Rambla y el carrer Argenteria, durante el siglo XV no existían, puesto que no había casas y el nivel del suelo estaba a más de 4 metros por debajo del actual.

En esa zona junto al río y cerca de la muralla (construida sobre arenal del río en el siglo XIV) las primeras edificaciones que se empezaron a levantar fueron las casitas de los pescadores. Posteriormente, en el siglo XVI, se empezaron a construir sobre la misma muralla las primeras casas, quedando aquel muro integrado poco a poco en las mismas. Así, de una manera continuada se fueron construyendo edificios en el lado oeste de la Rambla, aprovechando las antiguas construcciones sobre la muralla medieval, volada por los franceses en 1814.

Las edificaciones fueron creciendo en altura e incorporando voladizos para ganar espacio al río, sobre todo durante el siglo XIX, lo que dio como resultado un conjunto diverso de edificios con diferentes volúmenes de formas estrechas que no siguen la misma alineación. Por aquel entonces, y antes de derribar los restos de las murallas, la zona estaba considerada como de las más degradadas de Gerona.

En los años ochenta del siglo XX la Generalitat de Cataluña ideó un plan para renovar los diferentes centros históricos de las ciudades de la comunidad autónoma, quedando Gerona en una posición preferente, lo que permitió actuar sobre las fachadas de las casas sobre el río, repintarlas para recuperar sus colores originales, rehacer la estructura de las viviendas, actuar sobre diferentes aspectos de los edificios como las cubiertas, lavaderos, mejoras de las carencias higiénicas, etc.

Aquella gran rehabilitación fue dirigida por los arquitectos gerundenses Josep Fuses y Joan Maria Viader, mientras que el trabajo que definió la ordenación cromática de las casas lo llevaron a cabo los artistas Enrique Ansesa y Jaume, quienes estudiaron los colores partiendo de los restos existentes sobre las fachadas. Así se sintetizaron treinta y dos colores naturales que derivan, básicamente, de la mezcla de tierras.

Al no existir en el mercado una carta de colores que se adaptara a los estudiados y ante la imposibilidad de utilizar técnicas tradicionales por la poca garantía de conservación, se optó por la creación de una paleta cromática propia formada por pinturas acrílicas que poseen una resistencia mucho mayor a la intemperie. Los colores que la forman tienen nombres como Rojo Inglés, Tierra de Italia, Verde de Novecientos, Verde Cadaqués, Azul de Costa, Habana Oscuro, Oliva Profundo, Gris de Payne, etc…

Una de las casas mas destacadas, y la única que está abierta al público, es la Casa Masó, llamado así por ser el lugar donde nació el arquitecto Rafael Masó. Se trata de una de las obras más importantes de su legado, símbolo del Novecentismo en Gerona. El edificio que vemos hoy es el resultado de la unión de cuatro casas, por ello su fachada es más ancha que las demás (reconocible por ser de color blanco con toques ocres y amarillos y ventanas azules), que la familia fue adquiriendo entre el siglo XIX y el XX. Es la sede de la Fundació Rafael Masó y en su interior se conservan el mobiliario y la decoración de la época novecentista.

La vista del conjunto de casas desde cualquier puente es muy recomendada, es especialmente importante el Pont de les Peixateries Velles, nombre que hace referencia al mercado de pescado que antaño se encontraba durante muchos siglos por esta zona. También es conocido como el puente de Palanques Vermelles o el puente de Eiffel, ya que fue construido, según diseño de Manuel Almeda, por la empresa del ingeniero Alexandre-Gustave Eiffel que levantó la famosa torre metálica parisina.

Esta construcción de hierro de color rojo, finalizada en 1877, une la zona de la plaza de la Independencia y la Rambla de la Libertad. Se levanta a unos 7 metros con respecto al cauce del río, mientras que su anchura peatonal es de 2,62 metros. En 1959 se le dotó de un pavimento de asfalto que acabó siendo dañino para la estructura por las humedades producidas, por lo que el actual suelo de madera de roble se cambió en 1979.

Sobre el río encontramos otros puentes como el Pont d'en Gómez, desde donde, y gracias a su posición, se toma la fotografía más típica sobre las casas con los campanarios de la Catedral y de sant Feliu situados detrás de la estampa. El puente atraviesa el río desde la Plaça de Sant Agustí y el passeig de Canalejas. Fue construido en el año 1916, para ello se tuvo que derribar un trozo de casa para hacer una de las entradas al puente, aquella casa pertenecía al empresario Miguel Gómez, de donde proviene el nombre del puente debido a su colaboración desinteresada. Las piezas de metal que sustentan las lámparas que dan luz al puente fueron realizadas por Pere Sureda, según un proyecto redactado por Martí Sureda.

Entre el Pont d'en Gómez y el Pont de les Peixateries Velles se encuentra el Pont de Sant Agustí, puente que une el carrer de l'Argenteria con la plaça de la Independència, en la cual se levantaba un convento del siglo XVII dedicado a san Agustín, de donde toma el nombre. A lo largo de los años, y a grandes rasgos, se han construido sucesivamente tres puentes hasta llegar al actual: el primero del año 1647 era de madera, utilizándose como vía de comunicación entre el carrer de l'Argenteria y los centros comercial y religioso de la ciudad; el segundo de 1877 era metálico y fue eliminado en 1973 cuando se creó el actual puente de hormigón armado.

Finalmente nos queda destacar dos puentes más sobre el río Oñar: el Pont de Sant Feliu y el Pont de Pedra, éste último, el único construido en piedra en la ciudad de Gerona, fue levantado en 1850, durante el reinado de Isabel II, según el proyecto del ingeniero Constantino Germán, cuyas obras fueron dirigidas por Víctor Martí. Para la edificación de este puente se tuvo que derribar otro anterior medieval, debido a la obsesión del momento de derribar toda la muralla de la esquina del Oñar, incluido el puente desaparecido que contaba con una torre defensiva de finales del siglo XIV.

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