ARLÉS (ARLES / ARLE)

MUSEO DE ANTIGÜEDADES DE ARLÉS


Estamos ante uno de los museos que conserva una de las colecciones arqueológicas más ricas de toda Francia, abarcando el período de esplendor de la antigua Arelate romana desde el siglo I a.C. al VI d.C. El edificio que las acoge, diseñado por Henri Ciriani en 1983, fue inaugurado en marzo de 1995, muy cerca de las excavaciones del circo romano, cuya forma podemos intuir perfectamente.

El antiguo circo se construyó en el siglo II d.C., bajo el principado de Antonino, al suroeste de las fuera de la ciudad, a orillas del Ródano. Se utilizaba principalmente para carreras de caballos y carros, pero también para combates, incluso para espectáculos en los que se realizaban cazas de animales. Su construcción debió de ser dificultosa, puesto que se hizo sobre un terreno pantanoso, por ello estaba soportado por veintiocho mil pilares de roble y pino de entre dos y tres metros y medio de longitud, para darle mayor estabilidad. Los materiales y decoraciones que lo componían se dispersaron, algunas de las cuales se reutilizaron y otras se exhibe en este museo. Sin embargo, la pieza más suntuosa, el obelisco, se instaló en la place de la République en el siglo XVII.

El circo de Arlés tenía 450 metros de largo y 101 metros de ancho. Constaba con filas de asientos con capacidad para 20.000 espectadores, las cuales eran sostenidas por cámara cubiertas de bóvedas inclinadas. En el centro de la pista se encontraba la spina, es decir la columna vertebral, decorada con esculturas y un poste en cada extremo. Actualmente lo que podemos ver corresponde con los restos de la subestructura de la cávea y la parte redondeada de circo, además de la propia explanada de la pista. Las excavaciones han demostrado que fue parcialmente destruido y después reconstruido con una nueva decoración en el siglo IV. El monumento fue destruido a mediados del siglo VI, cuando se tomó su piedra para reforzar las murallas de la ciudad. Las crecidas del Ródano pronto cubrieron el lugar, hasta que se descubrió en el siglo XVII. En el interior del museo podemos ver una maqueta donde veremos la reconstrucción de este circo que constituyó la de mayor extensión urbana de su época.

Una vez adquiridos los tickets del museo, nos dirigimos a visitar su interior. La primera colección que vemos es la dedicada a la Prehistoria y Protohistoria y, por tanto, a los objetos encontrados en la zona antes de la llegada de los romanos, desde el 3000 a.C. al 46 a.C. El territorio de Arlés ya estaba habitado a finales del Neolítico (hacia el 2500 a.C.). Así vemos restos de vajillas cerámicas, herramientas, armas rudimentarias, estelas funerarias, etc.

La zona dedicada a la época romana de Arlés, es muy interesante y muy extensa, abarca desde el año 46 a.C. hasta el 476 d.C, teniendo a su vez, varias subsecciones, comenzando por la titulada “colonia romana”. En el año 46 a.C. Julio César confiere a la ciudad el estatuto privilegiado de colonia de derecho romano. De hecho, aquí podemos ver un retrato atribuido a Julio César, realizado en mármol de la lejana Dokimeion (la actual Frigia, en Turquía) entre los años 50 y 40 a.C. Y es que afirmar que busto es de aquel emperador es verdaderamente difícil porque las únicas efigies que se conocen de él son las monedas.

La Arlés romana tiene mucho que ver con Julio César, ya que fue él mismo quien instó a los veteranos de la VI legión a que se instalasen aquí. Rápidamente se desarrolla, se le dota de una muralla y se comienzan a construir a lo lardo de los siglos edificios públicos, como el teatro, el anfiteatro, el circo y el foro. Las maquetas de la ciudad romana, el circo y de Las Arenas nos darán una visión muy completa de cómo eran por aquél entonces.

En una de las vitrinas vemos una escultura de bronce que representa a un cautivo, hecho en el último cuarto del siglo I a.C. La calidad del bronce, tanto en su aleación como en su realización, denota que procede de un taller experimentado. El hombre, cuyos perfectos acabados estaban policromados, se encuentra representado en la clásica actitud del prisionero, que simboliza un pueblo conquistado y sometido a la autoridad romana. Probablemente perteneció a los elementos de un trofeo que adornaba un monumento público, de hecho, a la altura de la rodilla izquierda, posee vestigios de un sistema que mantenía la escultura sobre aquella base.

Justo detrás de esta vitrina vemos otros objetos interesantes, como una guja (hoja con forma de espada o sable curvo) y una vaina. Este tipo de arma era llevado por la infantería o legionarios auxiliares. El que aquí vemos pudo haber pertenecido a un soldado encargado de escoltar el resto de objetos sobre el que fue descubierto. Las partes de madera de la vaina ha llegado en un estado de conservación notable. También vemos un tipo de casco cuyo origen proviene de la tradición etrusca-itálica, conocida desde el siglo IV a.C. Fue realizado a partir de una sola pieza, pesando 658 gramos, por lo que sorprende por su ligereza. En su interior aun es posible ver las huellas de los martillazos realizados por los herreros. Consta de una decoración sencilla, limitada en la periférica y el cubre cuellos.

Al antiguo foro pertenecen los restos de columnas y capiteles que vemos expuestos aquí, además se marca sobre el trazado actual urbano, donde estaba y como era de grande el foro de Arlés, del cual, sólo quedan actualmente los restos integrados en el hotel Bord Pinus de la Place du Forum y los impresionantes criptopórticos.

Seguimos con descubrimientos en el Teatro Antiguo: la estatua colosal de Augusto, datado entre los años 12 y 10 a.C. El torso de la escultura fue descubierto en 1750 frente a las columnas del teatro, pero fue donado por la ciudad al museo del Louvre en 1822. Volvió a Arlés como depósito en 1904, al igual que una cabeza que se había encontrado en 1834. La toga debió estar pintada de color púrpura contrastando con el blanco del resto del mármol. La estatua mide más de tres metros de altura y decoraba el nicho central del muro de la escena.

En dicho teatro también se descubrió en 1651 la escultura de la Venus de Arlés, la que vemos aquí es una copia exacta realizada en un molde del siglo XVIII. En la escultura completa, Venus tendría un espejo en la mano izquierda, mientras que la derecha se dirigía a su cabello. Después de su descubrimiento, la estatua permaneció en Arlés más de 30 años, pero en una de las visitas de Luis XIV, al rey le gustó tanto que se la llevó para decorar Versalles en el año 1683.

En un lateral llama la atención la cabeza colosal de Augusto, datada en el primer cuarto del siglo I a.C. Se trata de un retrato de aquel emperador, descubierto por un pescador, J.C. Borgault, en 1987. Su tamaño nos hace calcular que la estatua completa debió de medir entre 3,5 y 4 metros de alto. Esta obra, enviada hasta aquí desde Italia, tenía como objetivo servir a la propaganda imperial. Como podemos ver ha sufrido los estragos de su estancia submarina, sobre todo en su lado derecho.

Del Teatro Antiguo proviene un busto de Venus, diosa del amor, datado en el siglo I a.C. o en época de Antonino en el siglo II. Su cabello está compuesto por trenzas que desembocan en un moño en la parte de atrás. Junto a ella, vemos otro busto de un joven chico, durante mucho tiempo mal datado y atribuido a la época de Marco Aurelio. La similitud de esta escultura con otras, hacen pensar que se representa al hijo del emperador, Annio Vero.

Al lado se encuentra una acrotera que quizás ornamentaba el frontón de un mausoleo. Esta pieza, de carácter apotropaico, es decir, tenía la función mágica de alejar el mal y propiciar la buena suerte, representa una máscara trágica que llevaban los actores en el teatro. Esta pieza presenta un rostro, de expresión dramática, que está rodeado por el peculiar peinado con onkos y largos tirabuzones que se disponen ordenadamente enmarcando la cara.

Le sigue la parte dedicada al anfiteatro de Arlés, las Arenas, donde lo primero que vemos es otra maqueta, en la que veremos fielmente qué aspecto presentó originariamente. El edificio data del siglo I d.C., contando con una longitud de 136 metros y 109 metros de ancho. En él tenían lugar, entre otros eventos, las sangrientas batallas cuerpo a cuerpo de gladiadores.

Y precisamente, en una de las vitrinas vemos una pequeña escultura de bronce que representa a un gladiador, quien cuenta con un taparrabos sostenido por un cinturón ancho decorado. La pierna izquierda está protegida por unas mallas de cuero revestidas de metal, mientras que en la derecha sólo lleva una bota. Por su parte los brazos están mejor protegidos, en el derecho, cubierto con una “munica” que llega hasta el hombro, blande la espada, mientras que en el izquierdo sostiene un escudo decorado con motivos geométricos. Finalmente, en la cabeza tiene un casco, el cual se puede retirar de tal forma que se puede descubrir el rostro del personaje.

Existían diferentes tipos de gladiadores como los “andabata” (gladiadores con los ojos vendados), “bustuarius” (luchador de tumbas), “dimachaerus” (que porta dos cuchillos), etc., etc.… A tenor de lo cual, aquí vemos un jarrón que cuenta con una decoración consistente en la representación de un combate de gladiadores. En el vemos uno de las luchas más habituales: a la izquierda se encuentra el “retiarius” (luchador de la red) Thelonicvs armado con un tridente en la mano derecha y con la izquierda se protege con un galerus (red) enfrentándose al “secutor” (perseguidor del retiarius) SEDVLVS, ataviado con un casco con cimera, porta una espada corta, protegido tras un largo escudo (scutum).

Los soldados también era otro pilar importante de la romanización, ya que eran ellos los que conquistaban nuevas tierras y defendían las fronteras de Roma. Aquí vemos un friso en el que se representa un desfile de soldados de infantería, quienes portan cascos y corazas con grandes escamas metálicas, las llamadas “lorica squamata”, con capas de dos o tres filas de lambrequines. Todos llevan en el costado su espada sostenida por un arnés. El soldado situado en el extremo derecho de la escena lleva un casco con cresta pretoriana. Estos bloques, en los que se ilustran los uniformes de finales de la República, podría haber formado parte de un arco municipal del siglo I.

La siguiente exposición lleva por título “gran puerto marítimo-fluvial”, cuya pieza estrella es la barcaza galorromana Arles-Rhône 3, descubierta en el 2004. Este barco se construyó con madera de roble y resinosas (abeto, pino y fresno), a principios del 50 d.C., para navegar por el río Ródano. Mide 31 metros de eslora por 2,9 de manga y 1,09 de francobordo, cuyas estructuras están ensambladas por 1700 clavos de hierro. El sellado se consigue mediante telas de lana embebidas en brea y amalgamadas y colocadas en las tablas antes de unirlas.

Pero vayamos por partes, tal y como se explica en el museo: comenzamos con la proa, la cual es muy afilada, característica que la diferencia morfológicamente de otras barcazas galorromanas descubiertas en Europa. Su armazón de madera está reforzada por una estructura de hierro de unos 70 kilos. En la proa se encuentra un mástil de sonda de casi 2 metros de largo y que está completo, probablemente se utilizó para sondear el fondo del Ródano, para protegerse de troncos o ramas durante la navegación o para determinadas maniobras como el amarre. Aquí también se encontró una moneda votiva destinada a asegurar la benevolencia de los dioses. También hay una cuerda incompleta, cuya función se desconoce, aunque quizás sirvió para sostener el mástil, o controlar el amarre.

El centro del barco estaba destinada a la carga, de hecho, se acondicionó para tal fin mediante 140 tablas desmontables de 15,40 metros de longitud, destinadas a proteger el casco de la pesada carga. La barcaza, cuando se hundió probablemente a causa de una riada, estaba amarrada en el puerto romano de Arelate con un cargamento consistente en piedras de construcción (las que vemos aquí son facsímiles) dispuestas en tres o cuatro capas para un peso total de entre 21 y 31 toneladas.

La popa del barco estaba reservada para la zona de la tripulación, además de para la actividad culinaria que se realizaba en un gran jarrón reutilizado como fogón, bajo el cual se disponían tablones para proteger la coraza del fuego. Los hallazgos hacen pensar que había tres barqueros a bordo. En esta zona también podemos ver inscripciones grabadas en la madera con un hierro, en ellas se leen los nombres de dos personas que podrían haber sido los patrocinadores o dueños de la barcaza: Caius y Lucius Postumius. También se han encontrado otras siete inscripciones en otras zonas del barco que se refieren, en su mayoría, a nombres de ciudadanos romanos implicados con el transporte o almacenamiento de la madera.

Junto con el barco, los arqueólogos también recuperaron numerosos objetos del fondo del río como ánforas, vasos, botellas, vasijas, etc.… Las ánforas jugaron un papel importante en la historia de la economía romana, puesto que estaban destinadas al transporte y comercialización de productos alimenticios como vino, aceite, miel, aceitunas, futas, etc.… Si las ánforas estaban destinadas a transportar líquidos, se revestía su interior con resina o brea. También vemos objetos de cristal como un frasco de entre los siglos II y III que se supone que contenía vino cocido o vino con miel, y una urna de cristal soplado de entre los siglos I y II.

Entre esas piezas rescatadas destaca la estatua de mármol pentélico del dios Neptuno, dios del mar y de las aguas y protector de los navegantes. Un monstruo marino se yergue contra la pierna derecha del dios, mientras que su mano izquierda sostenía un tridente, su atributo divino. La escultura está datada en la segunda mitad del siglo II, si bien, el zócalo y el reverso del soporte, hace pensar que se habría restaurado en el siglo III, cuando se le añadió la dedicatoria de su base. Esta inscripción indica que esta estatua se erigió en honor a la corporación de los “renunclarii”, una asociación de barqueros que realizaban el transbordo de mercancías en pequeñas embarcaciones.

En una de las vitrinas vemos dos pesos de balanza con formas antropomórficas que pudieron estar en el antiguo puerto: uno tiene la forma de un busto femenino y el otro de un busto de Minerva, diosa de la guerra, pero también del comercio. La diosa, descubierta en el anfiteatro romano de Arlés en 1849, lleva el casco con cimera, una túnica sujeta en el hombro derecho y su atributo, la égida, adornada con la cabeza de Medusa. El adorno del casco ha sido ingeniosamente curvado en un anillo de suspensión.

Como vemos, todo lo relacionado con el puerto antiguo tenía una estrecha relación con el comercio y economía, pero el museo posee más espacios en los que se profundizan algo más en esos aspectos, así como en la industria, ganadería, vías de comunicación, el agua, etc... En cuanto a la ganadería, en el museo podemos ver el Sarcófago de la recolección del olivo, en el cual se muestra esa escena rural mediterránea. Está realizado con mármol de Carrara durante la primera mitad del siglo IV. En él vemos recoger la aceituna que se depositan en cestas de mimbre y después son molidas en un molino de piedra, formado por dos grandes piedras. Al lado vemos una tinaja grande utilizada para el transporte y almacenamiento de líquidos o materia seca, probablemente contenía trigo.

En un lateral vemos el Sarcófago de la Caza, en él vemos: a la izquierda a un jabalí acosado por tres perros, mientras que un cazador a pie se dispone a cazarlo con una lanza; a la derecha unos jinetes fuerzan a los desesperados ciervos a ir hacia una red, la cual está sostenida por otros dos hombres. Dos de los ciervos ya están en el suelo, controlados por los cazadores y sus perros. Todos ellos van vestidos con túnicas cortas ceñidas a la cintura, protegiendo sus piernas con polainas, exceptuando dos de ellos que deben ser esclavos. Dos tienen los hombros cubiertos por una capa de piel de cordero, la “paenula”, uno de ellos tiene la cabeza cubierta con la capucha, el “cucullus”. Esta iconografía se debe a que la caza era la ocupación noble por excelencia de una sociedad terrateniente.

En cuanto al agua, aquí vemos una serie de tubos de plomos de época romana descubiertos en el año 1825 en el río Ródano, cerca del puente romano. Todos ellos presentan la marca C(aius) CANTIVS POIHINVS FAC(it), incluso algunos también tienen grabado su peso. Estas tuberías, varias de las cuales todavía estaban soldadas en el momento de su descubrimiento, abastecieron de agua potable al barrio de Trinquetaille, a través de un sistema de sifón establecido en el fondo del Ródano. Estas piezas son especialmente importantes debido a que se conservan pocas, ya que se emplearon para la realización de otros objetos.

En las siguientes vitrinas se evoca la vida cotidiana de los romanos a partir de diferentes objetos diarios como agujas, llaves, dados, etc.… Dos de los expositores están dedicados a la vajilla, la cual podría ser de arcilla, como copas, vasos o cuencos barnizados y decorados, de plata o bronce, como sartenes, cacerola, fuentes, etc., o de cristal, como cubiletes, frascos, botellas, etc. También se exponen pequeñas esculturas de Asclepio, dios de la medicina, a quien los romanos se encomendaban para curar sus problemas de salud. En otra vitrina, sin embargo, vemos objetos relacionados con los adornos con que se ataviaban las romanas.

Ejemplos de esos adornos los tenemos en un cipo funerario del siglo I, hecho con piedra caliza, en el que se representa los retratos de una pareja junto con su hijo y su hija. Todos se encuentran dentro de un nicho semi esférico y alrededor de un plato lleno de frutas. Las mujeres ocupan el centro, la madre, situada a la izquierda, tiene el cabello rizado y usa aretes, mientras que la hija está cubierta por un velo. Como muchos de estos monumentos, este cipo fue reutilizado en la Edad Media para la construcción de la muralla que protegía la ciudad.

Otro de los ejemplos, es la de la estatua de un noble, realizado entre el siglo I y II y proveniente del barrio de las Termas. La escultura, por desgracia incompleta, representa a un alto personaje de la ciudad, en actitud tradicional del orador. Viste con una túnica cubierta con un gran abrigo con muchos pliegues, sostenido por el ciudadano. Este tipo de estatuas solían colocarse en lugares públicos como distinción a aquellos hombres que prestaban grandes servicios.

La sección dedicada a Dioses y héroes nos habla sobre la mitología y la diversidad de cultos que los romanos adoptaron, mediante diferentes objetos aquí expuestos, como altares, estelas y esculturas de divinidades como Minerva, Medea o el fauno de bronce. Y es que, gracias al carácter cosmopolita de su puerto, se favoreció la difusión de religiones orientales en Arles, como así lo atestiguan el altar de la diosa Cibeles, originaria de Frigia, o la representación de Mitra, de origen persa. Independientemente de lo comentado, cerca de esta sección, destacamos una curiosa tapa con forma de techo a dos aguas decorada con cuatro máscaras trágicas de teatro y descubierto en el 1985, en un excelente estado de conservación.

Así llegamos a la zona donde se exhiben un conjunto de diferentes mosaicos que proceden de la orilla derecha del Ródano, en el barrio de Trinquetaille, donde se levantaban varias villas romanas. En estos ejemplos podemos apreciar dos de las técnicas en la realización de un mosaico: el opus tessellatum y el opus sectile. Este último método se realiza mediante placas de mármol y otras piedras duras, talladas en distintas formas geométricas, como cuadrados, rombos, rectángulos, etc.

El opus tessellatum utiliza pequeñas piedras cuadradas de aproximadamente un centímetro, llamadas teselas. Bajo esa técnica se hizo el mosaico en el que se representa al dios Eón que se encuentra sujetando la rueda del zodiaco, enmarcado por nereidas, animales marinos y las cuatro estaciones, mientras que Dionisio acoge, mediante su cortejo, a los comensales. La escena se completa con un tapiz geométrico que lo circunda, indicando el emplazamiento de las banquetas. Este mosaico decoraba el suelo del triclinium (comedor) de una de las casas.

A partir de aquí comienza la sección dedicada a los ritos funerarios. En la vitrina se exponen también urnas cinerarias de cerámica, vidrio, plomo y piedra, utilizadas para el rito de la incineración, practicado hasta el siglo I. A partir del siglo II se impuso la inhumación o entierros, que variaba según el estatus social del difunto, abarcando desde las fosas para los más pobres, hasta los sepulcros de piedra decorados para los ricos. Los sarcófagos que aquí vemos se disponen bordeando la sala, que recuerda su puesta en escena realizada por los Hermanos Menores en el siglo XVIII en la necrópolis de Alyscamps, de donde proceden en su mayoría. La colección está compuesta por sarcófagos paganos y cristianos, en ellos se reflejan la riqueza de la sociedad de Arles del siglo II al siglo V.

De entre todos los sarcófagos vamos a comentar algunos de ellos, comenzando con el “sarcófago de Fedra e Hipólito” de mediados del siglo III. Estamos ante una obra excepcional, tanto por su calidad artística como por su origen griego, del Ática. La producción de estos sarcófagos, especialmente importantes en el siglo II, estuvieron destinados a las costas orientales del Mediterráneo. Por tanto, se debía transportar y se hacían sin terminar, para después ser finalizados en el destino, quizás por un escultor que acompañaba la obra.

El que aquí vemos ha conservado su tapa en el que se representa al difunto acostado, aunque originalmente era una pareja, pero la segunda persona ha desaparecido. Sobre las paredes del mismo sarcófago se ha representado la historia de Fedra, esposa de Teseo, y su amor imposible con su hijastro Hipólito, hijo Teseo y Antíope (también conocida como Melanipa o Hipólita), reina de las Amazonas. También vemos dos huecos, realizados durante la Antigüedad para saquear el interior del sepulcro.

El “sarcófago de la Trinidad o de los esposos”, datado en la primera mitad del siglo IV, se encontraba originalmente entre el de Marcia Rumania Celsa y el de la Caza, apretados uno contra el otro, bajo un pavimento de mármol que debió ser la cubierta de la bóveda de un mausoleo de una familia de rango senatorial. En su tapa se muestran escenas del Antiguo Testamento, mientras que, en el propio cuerpo del sepulcro, divido en un doble friso, vemos, en el centro, un medallón con los retratos de un matrimonio, alrededor del cual se representan diferentes escenas también religiosas. En su interior albergaba los esqueletos de una mujer de unos 50 años y de 1,52 metros de altura y un hombre de 60 años y 1,80 metros, quien presenta lesiones óseas, probablemente realizadas durante la guerra.

El “sarcófago de los árboles” fue expuesto en el siglo XVIII en el Palacio de los arzobispos. En él vemos diferentes olivos cuyo follaje forman diferentes nichos. En el centro vemos la figura de un orante, a cuyos lados se disponen seis escenas de los milagros de Cristo que son, de izquierda a derecha: resurrección del hijo de la viuda de Naim, curación de la mujer cananea, multiplicación de los panes y los peces, milagro de las bodas de Caná y, finalmente, la curación de los ciegos y paralíticos. La colección de los ritos funerarios se completa con otras piezas colgadas en la pared roja como estelas, inscripciones funerarias y fragmentos de sarcófagos.

Finalmente, el espacio expositivo del museo cierra con la colección dedicada a la Antigüedad Tardía. En el siglo IV el poder político y religioso pasó de Tréveris a Arlés, por tanto, se comenzaron construir edificios relacionados, como una basílica levantada junto a la muralla sureste, aunque ya en el siglo V se construyó en el centro de la ciudad. En el siglo VI, la Arlés cristina vive un período de esplendor gracias, en parte, al obispo Cesáreo de Arlés. Aquí podemos ver la hebilla de marfil de su cinturón, el cual pertenece a un importante conjunto relicario. Con la muerte del obispo comenzaría el período del reinado franco en el año 536.

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