ARLÉS (ARLES / ARLE)

TERMAS DE CONSTANTINO


Las termas eran uno de los lugares públicos más extendidos de la civilización romana. Su éxito comienza con la aparición de los primeros baños públicos en el siglo I a.C., y no se desarrollan de verdad hasta el comienzo de nuestra era con la invención de los hipocaustos.

Estas termas fueron construidas a principios del siglo IV, durante el reinado del emperador Constantino el Grande. Los baños cubren una superficie de alrededor de 3750 metros cuadrados. Se situaron en la parte norte de la ciudad, a lo largo del río Ródano y al oeste del Cardo Maximus (calle principal de orientación norte-sur). Los vestigios correspondientes a la parte norte de estos baños tienen una altura actualmente de más de 40 metros y una superficie de unos 1100 metros cuadrados.

Entramos enseguida a la Sala Caliente o Caldarium donde lo primero que llama la atención es el gran ábside con grandes ventanas que lo domina, cubierta por una grandiosa bóveda. La construcción tiene un esquema rítmico consistente en la alternancia de ladrillos y piedra caliza.

Estos baños contenían piscinas a diferentes temperaturas. El calor y la sudoración son las palabras claves asociadas con esta parte del edificio, y es que las termas romanas se basaban en la alternancia del frio y del calor. Éste último proviene de la circulación del aire caliente en el espacio que discurría bajo el suelo (suspensura) gracias a pilares de ladrillos, conocidos como hipocausto, los cuales se alimentaban por las hogueras (praefurnium) situadas en el ángulo nordeste del edificio (así como una chimenea en el ángulo sudoeste de la sala sur) para mantener así una temperatura alta.

A pesar de la desaparición casi total de la suspensura, se puede comprender bastante bien la organización de esta parte, cuyo elemento principal es el caldarium, la sala caliente con su piscina abovedada. El caldarium, por otra parte, comunicaba con dos puertas con una sala intermedia al sur, la sala templada o tepidarium, la cual conserva un ábside occidental recientemente excavado.

A continuación, el aire se evacuaba después de calentar las paredes, por chimeneas o pequeños canales verticales de ladrillos huecos (tubuli) que estaban dentro de las paredes, restos que aún podemos ver hoy en día. El hipocausto permitía llegar a una temperatura máxima de 30 grados, pero con la utilización de otros sistemas de calefacción situados en la misma habitación, como braseros o cuencos de metal con carbón de leña, se podía llegar hasta los 60 grados.

Es por ello, por el calor que el suelo emanaba, era necesario el uso de unas sandalias con suela de madera, como nuestros actuales zuecos. El bañista, en principio, seguía un circuito ya establecido: después de desnudarse en el vestuario (apoditerium), podía realizar ejercicios físicos en la palestra, seguido de un baño en la piscina al aire libre (natatio) para después dirigirse al tepidarium, donde la temperatura estaría entre 25 y 30 grados. A continuación, irá al laconium para tener un calor seco, o al sudatorium para un calor más húmedo.

Después de los baños de vapor (útil para eliminar las impurezas de los poros), nuestro bañista ingresará en la sala caliente o caldarium. Aquí, en una piscina de poca profundidad y con agua caliente, se podrá rociar con sus aguas el cuerpo para después utilizar un estrígilo (especie de raspador), con el cual se pasará por la piel. Por aquél entonces el jabón no era conocido por los romanos, por lo que utilizaban este utensilio para una mayor limpieza y aseo. Otras dos piscinas rectangulares se encontraban a ambos lados de la sala central, de las cuales, la del este aún posee su pavimentación de mármol y una parte de los mencionados tubuli.

El recorrido puede continuar por el frigidario o sala fría, lugar ideal para reafirmar y tonificar la piel y nadar al aire libre antes de ser masajeado vigorosamente con aceites, o caminar, leer, charlar o simplemente descansar en los bancos de mármol.

Estas termas se encontraban ocultas debido a la edificación de diferentes casas que se fueron insertando en las ruinas. En el siglo XVI unos académicos de Arlés estudiaron los vestigios de piedra y ladrillo que subsistieron en el borde del rio, además de huellas en casas vecinas como tuberías de plomo, columnas de mármol, capiteles, etc., para determinar que este monumento se trataba de un palacio del emperador Constantino.

La rehabilitación de los baños comenzaría después de que las autoridades de la ciudad fueran adquiriendo algunos de los solares a partir de 1878, ejecutándose una importante campaña de restauración en mano de Augusto Véran. Actualmente sólo la parte norte del complejo se encuentra despojada y rehabilitada, incluyendo el elemento más importante del caldarium con su piscina abovedada. Aunque la mayor parte del gran edificio termal original se encuentra yuxtapuesta a las casas del barrio, las cuales reutilizan masivamente los muros del frigidarium (sala rectangular delimitada en los extremos por ábsides).

Una vez finalizada la visita a las termas, muy cerca encontramos otro espacio expositivo importante de la ciudad de Arlés: el museo Réattu. Está dedicado a diferentes artistas de Arlés, especialmente a Jacques Réattu, aunque también expone obras de Picasso. El edificio que lo acoge era propiedad del gran priorato de la Orden de Malta que lo utilizaba como residencia de los grandes priores. En el siglo XVII fue restaurado y a finales del XVIII fue requisado por el gobierno. Pocos años después, en 1796, el pintor Réattu lo compró para convertirlo en museo de su trabajo y de otros artistas.

Justo enfrente se sitúa la Comandancia de Santa Lucia de la Orden de Malta de Arlés. Pertenecía en primer lugar a la Orden del Temple, orden militar y religiosa fundada en 1119, que fue eliminado a principios del siglo XV. Por ello pasó a manos de la Orden de Malta que se estableció en el siglo XVI en el edificio comentado anteriormente. Arquitectónicamente reúne las características de una gran vivienda provenzal de finales de la Edad Media. El portal, completamente restaurado, ha mantenido su decoración de finales del siglo XV.

La fachada de la parte oeste contiene ventanas geminadas coronadas con una gran decoración de molduras; mientras que en la esquina de la parte norte (construida en 1587, presentando una decoración típica del Renacimiento de Arlés) se levanta una torre hexagonal con escalera de caracol. El edificio en sí se construyó alrededor de un patio, en cuyo extremo hay un pozo. Se restauró en 1980 y hoy en día alberga dependencias del museo Réattu.

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