SITIO ARQUEOLÓGICO DE DELFOS (ΑΡΧΑΙΟΛΟΓΙΚΟΣ ΧΩΡΟΣ ΔΕΛΦΩΝ)

EXHIBICIÓN DE LOS HALLAZGOS EN EL RECINTO SAGRADO


El Museo Arqueológico de Delfos, uno de los más importantes de Grecia, expone la historia del santuario de Delfos, lugar del más famoso oráculo griego antiguo, mediante diferentes colecciones, las cuales en su mayoría están compuestas principalmente de esculturas arquitectónicas, estatuas y otros objetos donados en su momento al santuario. De esta manera, se puede obtener una visión amplia de las actividades religiosas, políticas y artísticas desde sus primeros años en el siglo VIII a.C. hasta su decadencia en la Antigüedad tardía. Y todas esas piezas están expuestas en un edificio de dos plantas con una superficie total de 2270 metros cuadrados, repartidas en catorce salas. Así, las dos primeras, la 1 y la 2, está dedicadas a los inicios del santuario y a las primeras ofrendas.

La sala 1 expone piezas datas en los periodos Geométrico tardío y Arcaico temprano. Entre ellas vemos hallazgos micénicos, en particular estatuillas de arcilla, entre las que destaca una importante figura femenina sentada en una silla de tres patas (que se considera precursora de los trípodes posteriores), aunque principalmente expone ofrendas votivas de bronce que se remonta a los siglos VIII y VII a.C., entre ellos vemos trípodes y calderos con elementos decorativos inspirados en criaturas míticas, como grifos, y figuras de guerreros. Por su parte, la sala 2 contiene cascos de bronce y pequeñas estatuas masculinas arcaicas zoomorfas y antropológicas, como los kouroi, entre los que destaca el famoso “kuros dedálico”, precursor de las grandes estatuas de mármol que se realizarían posteriormente en el santuario en el siglo VI a.C.

Y precisamente en la sala 3 vemos dos de esas grandes estatuas, los llamados Kourois de Delfos que fueron identificados como Cleobis y Bitón, hijos de una sacerdotisa de Hera, llamada Cídipe, originaria de Argos. Según Heródoto, una tradición contaba que los dos hermanos y su madre se dirigían a un festival en honor a aquella diosa, pero los bueyes estaban tan cansados que apenas avanzaban, lo que hacía que la marcha se retrasase. Por ello, los hermanos ocuparon el lugar de los animales y tiraron del carro de su madre hasta el santuario de Hera, consiguiendo así que llegara a tiempo para la celebración de la Heraea. Cídipe impresionada pidió a Hera que recompensara a sus hijos el mejor regalo que un dios pudiera dar a una persona, y aquella les concedió a aquellos exhaustos muchachos una muerte tranquila mientras dormían.

Sin embargo, una interpretación más reciente, basada en una lectura de la inscripción FΑΝΑΚΩΝ, es decir, “los Reyes”, llevó a identificarlos como los Anakes o Dioscuros, hijos de Zeus y Leda y hermanos de Helena de Troya: Cástor y Pólux. Sea cual sea la identidad de ambas estatuas, lo que sí es seguro es que, debido a sus características, se realizaron en un taller de Argos: el torso y los brazos son bastante cortos, mientras que el pecho está levantado y el tórax está marcado por una incisión. Por su parte, las cabezas son casi cúbicas y los anchos rostros están flanqueados por cabellos con forma de rizos en espiral que recuerdan a las estatuas dédalas. Toda la composición es “más pesada” y más robusta que en las obras de los talleres ático y jónico.

El cuerpo y los detalles anatómicos están representados en un estilo dinámico: el pie izquierdo de ambos se encuentra más avanzado que el resto del cuerpo, mientras que sus manos están dobladas a la altura de los codos tocando los muslos, con los puños cerrados. Los grandes ojos almendrados están coronados por cejas altas, mientras que el rostro muestra una sonrisa arcaica. Llevaban sandalias, de las que se distinguen las suelas altas. Estas dos monumentales esculturas, que fueron descubiertas cerca del Tesoro de los Atenienses durante las excavaciones arqueológicas realizadas entre los años 1893 – 94, probablemente se encontraban originalmente uno al lado del otro sobre el mismo pedestal. Se cree que fueron realizadas entre los años 610 y 580 a.C. y, según la inscripción parcialmente conservada en la base de una de las estatuas, fueron obras del escultor Polímedes para ser un ex voto de los ciudadanos de Argos para el dios Apolo. Además de estas impresionantes estatuas, en esta sala también se exponen las metopas del Tesoro de Sición, unas figurillas de bronce del siglo VI a.C., una pieza de bronce que representa a Odiseo atado al vientre de un carnero, simas de dos tesoros arcaicos, etc.…

En la sala 4 se exponen las valiosas ofrendas encontradas en un pozo de la Vía Sacra, en las que destacan la estatua de un toro de plata y las esculturas criselefantinas (oro y marfil) de mediados del siglo VI de, muy probablemente, la triada apolínea (Apolo, Artemisa y Leto, su madre). Los exvotos a los dioses eran considerados sagrados, por lo que estaba prohibido venderlos o transformarlos, por eso, cuando estos objetos eran destruidos por causas naturales o accidentales, se solían enterrar cerca de los santuarios. Esto fue lo que ocurrió a mediados del siglo V a.C. cuando un incendio destruyó varios de estos exvotos, por lo que fueron depositados en este caso en la Vía Sacra, concretamente frente al Halos. Este grupo escultórico de la triada apolínea procede de talleres de Jonia o quizás de Corinto: la estatua de Apolo, que posee la distintiva sonrisa suave arcaica, es atribuida a un taller corintio, mientras que la dulzura en la expresión de Artemisa, que lleva una tiara dorada y rosetones en lugar de aretes, apunta al arte jónico, probablemente de Samos. La triada se completa con la cabeza de Leto.

La sala 5 está dedicada al Tesoro de Sifnos, así como a la Esfinge de Naxos. Las partes del edificio de dicho tesoro que están exhibidos aquí incluyen a una de las dos Korae, es decir, las cariátides femeninas que sostenían el vestíbulo, uno de los capiteles, partes del friso, etc. De los frontones, sólo ha sobrevivido el oriental, en el cual se representa la disputa entre Heracles y Apolo que compiten por el trípode délfico, mientras que Zeus, que se encuentra en el centro de la escena, intenta separarlos.

De los frisos que recorrían el tesoro vemos: en el que se encontraba en la parte oriental una escena de la convención de los dioses durante la guerra de Troya, en la que éstos se representan con gestos animados como si estuvieran discutiendo; en el friso norte se representó la Gigantomaquia, esto es la lucha por el poder entre los gigantes y los dioses olímpicos, tema muy recurrente en el arte de la antigua Grecia que simboliza el triunfo del orden y la civilización sobre el salvajismo, la barbarie y la anarquía. Por su parte el friso occidental, del que se conserva sólo algunas figuras, se cree que cuenta el Juicio de Paris; lo mismo ocurre con el friso sur, al que, debido a la ausencia de importantes partes, se cree que el tema representado es el también popular rapto de mujeres: puede ser el rapto de Hipodamía por Pélope, o bien el de las hijas de Leucipo por los Dioscuros.

Pero la pieza de esta sala que más impresiona es la esfinge de Naxos, una de las dedicatorias monumentales más antigua del santuario, al ser ofrecida en el año 560 a.C., cuando aquella isla griega vivía un período de gran prosperidad. La esfinge era una criatura de la mitología que tenía cuerpo de león, rostro de rostro de mujer y alas de ave, que los griegos adoptaron de los egipcios. Era mitificada como traicionera y despiadada, y capaz de matar y comer a aquellos que no fuesen capaces de responder a su acertijo, por lo que su carácter demoníaco fue rápidamente adoptado como adorno simbólico de las tumbas, pero también como dedicación frecuente en los santuarios, para protegerlos y vigilarlos de los intrusos. La que aquí vemos originariamente se ubicaba en la cima de una columna de doce metros de altura coronada por un capitel jónico, uno de los primeros en este estilo que ha sobrevivido, situada al sur del mismo santuario, cerca del Halos, entre la roca de la Sibila y el Tesoro de los Atenienses. No se sabe porqué los habitantes de Naxos dedicaron este monumento en Delfos, pero sí que gracias a ese regalo se les concedió el derecho de “pomanteia” (prioridad para preguntar al oráculo), como indica una inscripción grabada en su base en el siglo IV a.C.

La sala 6 está dedicada al templo de Apolo, cuyas partes de sus fachadas arcaicas y clásicas se exponen aquí. Las esculturas arcaicas, realizadas en mármol de Paros, se ha identificado como la escena de la llegada de Apolos a Delfos, la cual está compuesta por un carruaje con cuatro caballos que transporta al dios, tres figuras femeninas (posiblemente las hijas de Cécrope, rey de Atenas) y tres figuras masculinas. El acroterio central del templo lo constituye una victoria (Nike), mientras que las dos acroterias laterales eran esfinges. Las esculturas del frontón occidental representaban una gigantomaquia. Ambos frontones se atribuyen al escultor ateniense Antenor.

Por su parte las esculturas de los frontones del templo del siglo IV de época clásica estaban realizadas en mármol pentélico. En el frontón oriental se representó a Apolo sentado sobre un trípode y flanqueado por Leto, Artemisa y las Musas. En el frontón occidental estaba representado Dioniso, rodeado de figuras femeninas, las Tiades. Ambos frontones se atribuyen a los escultores Praxias y Andróstenes.

Las salas 7 y 8 están dedicadas al Tesoro de los Atenienses: en la primera se exponen veintisiete de las treinta metopas supervivientes de aquel edificio que corresponden con el estilo de transición entre la escultura arcaica y la clásica. Aquellas metopas miden 67 centímetros de alto y 62-64 de ancho, distribuyéndose de la siguiente manera: nueve en los lados largos (norte y sur) y seis en los cortos (este y oeste). En ellas se representaban los mitos de Heracles (el león de Nemea, la cierva de Cerineia, el centauro, Cicno, Ortro, las vacas y Gerión) y los de Teseo (con Atenea, con Sinis, la cerda crommioniana, con Escirón, con Cerción, con Procusto, el toro de Maratón, el Minotauro la amazona cautiva), y la amazonomaquía, es decir la lucha contra las amazonas. Los dos frontones del Tesoro de los atenienses son fragmentarios y representan, aparentemente, el encuentro de Teseo y Peirito (frontón oriental) y Heracles en una escena de batalla (frontón occidental).

En la sala 8 se puede ver la acroteria, la escultura del frontón e inscripciones de las que destaca las que cubrían el muro sur del Tesoro de los Atenienses, el llamado Himno Délfico. Un examen más detallado descubrió que se trataba de dos antiguos himnos a Apolo, de un total de unos cincuenta himnos similares conocidos de la antigua Grecia. El examen demostró que los peanes (cantos corales dirigidos a Apolo) fueron compuestos por el cantante Ateneo, hijo de Ateneo, y el músico Limenio, hijo de Thoinos, con motivo de la Pitaida del año 128 a.C., la procesión ritual de los atenienses hacia Delfos. Entre las líneas de los versos se distinguen símbolos musicales, los cuales han sido interpretados por los expertos gracias al tratado de Alipio, musicógrafo de la Antigüedad tardía (siglo III d.C.), que nos legó tablas de signos musicales con dos notaciones, vocal e instrumental.

El primer peán constaba de cuatro secciones, de las cuales se conservan tres. El segundo peán era mucho más amplio: tenía nueve secciones y terminaba con una “prosodia”, es decir, un final jubiloso. Ambos himnos son monódicos (constando de una línea melódica sola), pero se diferencian por su notación. El Primer Himno se halla escrito en la (así llamada) notación vocal, y su métrica se basa en pies créticos (quíntuples). Los temas tratados en ambos estaban relacionados con diversos acontecimientos de la vida del dios, como su nacimiento, su llegada a Delfos, etc., también se elogia la contribución de Apolo a la lucha contra los gálatas. Estos himnos fueron examinados minuciosamente por musicólogos, quienes han llegado a interpretarlos con réplicas de instrumentos musicales antiguos. La primera vez que se pudieron representar estos himnos fue en el 1894, un año después de su descubrimiento, durante los primeros Juegos Olímpicos modernos.

La sala 9 exponen las ofrendas votivas del siglo V a.C., además de decoraciones en terracota de los dos tesoros dedicados a Atenea Pronaia, el tesoro de Massalia y el tesoro Dórico, así como elementos de otros edificios. Al templo de Atenea Pronaia se le han atribuido dos acroterias en forma de figuras femeninas, mientras que en la pared de la sala se encuentran diferentes elementos arquitectónicos que conservan vestigios de sus colores iniciales, como simas, canalones con forma de cabeza de león, acroteria con forma anthemion (diseño formado por una serie de pétalos radiantes), así como partes de la acroteria de Nike, pertenecientes a varios edificios del santuario y que datan del arcaico tardío y clásico. En una vitrina pegada a la pared se muestran figuras de bronce que datan de la primera mitad del siglo V a. C., así como partes de estatuas de bronce más grandes. Entre estos últimos destacan la parte de una grulla y la parte de un himation (vestimenta de la Antigua Grecia) decorado con grecas con incrustaciones de cobre.

En el centro de la sala hay varias vitrinas en las que se exponen tres figuras de bronce encontradas en el foso del Camino Sagrado junto con las estatuas criselefantinas y otros hallazgos: una figura corintia de un hombre que toca la flauta doble (460-450 a. C.), dos atletas desnudos que datan de la misma época y procedentes de un taller ático y un incensario de bronce con forma de un peploforos, cuyo caldero, donde se colocaba el incienso, es sostenido por una figura femenina sobre su cabeza que viste un peplo dórico y un tocado llamado “kekryphalos”, en el que una red sujeta el cabello recogido. Se apoya en su pierna derecha, mientras que la izquierda está levantada, lista para caminar. La parte delantera es muy elaborada, su rostro está orientado hacia la mano derecha, mientras que la parte trasera es más tosca y sencilla. Probablemente fue elaborado en un taller de Paros hacia el 460-450 a.C., aunque algunas opiniones sugieren que procede de un taller local de Delfos o de alguna ciudad del golfo de Corinto.

La sala 10 está dedicada al tholos de Delfos (siglo IV a.C.), el edificio circular que destaca del santuario de Atenea Pronea, mediante la exhibición de sus elementos arquitectónicos y partes de su decoración escultórica que datan del 380 al 370 a. C., constituyendo magníficos ejemplos esculturales del Clásico tardío, que recuerdan a las estatuas de Asclepio de Epidauro. Entre ellos vemos dos hileras de simas con cabezas de león y dos hileras de metopas, cuya primera fila decoraba el lado externo, mientras que la fila con las figuras más pequeñas pertenecía al lado interno del pterón. La decoración esculpida se completaba con acroteria en forma de mujeres vestidas con peplos. Las metopas exteriores representaban los temas icnográficos de una amazonomaquia y de una centauromaquia. Varios de ellos habían sido dañados en la Antigüedad Tardía.

La sala 11 contiene piezas del Clásico Tardío y del Helenismo temprano, entre las que destaca, entre otras, una ofrenda votiva familiar de Daochos II. Se trataba de un grupo de esculturas de mármol dedicadas a Apolo por Daochos II, un funcionario de Farsala que sirvió como delegado de Tesalia en la liga anfictiónica de Delfos entre los años 336 al 332 a.C. Sobre el largo pedestal rectangular de 11 metros de largo había nueve estatuas: de derecha a izquierda estaban representados el dios Apolo (que ya no existe), junto a él Acnonios, ex tetrarca de Tesalia, con sus tres hijos, Agias, Telémaco y Agelao, luego Daochos I, Daochos II y finalmente Sísifo II, el hijo de este último que fue famoso por sus hazañas en la política, el ejército y atletismo. La escultura de Agias, que fue bisabuelo del dedicante, destaca sobre el resto: fue campeón de pankration (combinación de lucha y boxeo) en muchos juegos panhelénicos en el siglo V a.C. En el retrato idealizado del atleta se pueden discernir similitudes con la obra más conocida de Lisipo, el Apoxiómeno, un joven atleta que se raspa el aceite del cuerpo.

La Columna de las Bailarinas de Delfos por su parte posee una inscripción en su base que dice que fue dedicada por los atenienses alrededor del 330 a.C. Fue realizada en mármol pentélico y originalmente se encontraba frente al templo de Apolo, elevándose trece metros. La columna terminaba en una composición formada por hojas de acanto de las que surgían las estatuas de tres mujeres jóvenes que aparentemente están bailando. Sus manos derechas levantadas originalmente sostenían, probablemente, un enorme caldero de un trípode de bronce coronado por un ónfalo expuesto también en la misma sala y de que hablaremos después. Se han interpretado como unas Ménades, pero ahora se cree que las figuras representan a las tres hijas de Cécrope, un legendario rey de Atenas.

El ónfalo de mármol que vemos aquí era una copia y, como ya hemos mencionado, probablemente coronaba la parte superior de la columna de las bailarinas, el original se encontraba en el ádyton del templo de Apolo, donde se daban las respuestas proféticas a través de la Pitia. Según la mitología, el ónfalo marcaba el centro de la tierra, el punto donde finalmente se encontraron las dos águilas liberadas por Zeus desde dos extremos opuestos del mundo.

En esta sala también se pueden ver más obras importantes como una estatua de Apolo, una escultura de mármol de la era Helenística del siglo III a. C., un pequeño Eros durmiente procedente de una fuente de principios del siglo II a.C., etc. Pero, sobre todo, un grupo de múltiples figuras perteneciente al tipo de dedicatorias familiares que, en lugar de glorificar una ciudad-estado, manifestaban el rango sobresaliente de los dedicantes individuales. Entre ellos destaca la estatua de un anciano del período helenístico temprano, conocido como el filósofo (o tal vez sacerdote) de Delfos, cuyos rasgos no están idealizados, sino que más bien se trata de un retrato fiel. La siguiente, la sala 12, expone piezas del período helenístico y romano, como una famosa estatua de Antinoo que probablemente sea uno de los mejores ejemplos de las representaciones del joven que se erigieron en todo el Imperio Romano, el busto de probablemente Tito Quincio Flaminino, el general romano que conquistó Delfos en 198 a.C., partes del friso romano que adornaba el teatro, un altar de Aemilius Paulus, en el que originariamente se encontraba su estatua ecuestre, el altar circular del santuario de Atenea Pronaia, etc..

La sala 13 está ocupado exclusivamente por el Auriga de Delfos, una estatua de bronce de 1,80 metros de altura que se ha conservado muy bien gracias a un gran terremoto del año 373 a.C., tras el cual quedó enterrada entre los escombros, escapándose de esta manera del saqueo y destrucción a los que fueron sometidos el resto de piezas de bronce de gran tamaño del complejo. Se trata de una obra maestra del Estilo Severo que marcó la transición del período arcaico al clásico (480 – 460 a. C.), que a pesar de su sencillez y austeridad refleja la moral del atleta. Esta escultura fue encontrada durante la gran excavación que tuvo lugar en el año 1896, convirtiéndose por aquel entonces en la única estatua superviviente de bronce del período clásico a tamaño natural (posteriormente se encontraron en el fondo del mar las obras contemporáneas de los guerreros de Riace y Poseidón del cabo Artemision). El dato es importante porque, aunque se sabe que los escultores de la Grecia clásica trabajaban principalmente el bronce, sólo se conocían sus creaciones gracias a copias de mármol realizadas en época romana.

El Auriga de Delfos formaba parte de una composición mayor que mostraba la cuadriga completa: junto a la escultura se encontraron dos patas traseras de un caballo, una cola, trozos del yugo y los restos del brazo de un joven sosteniendo las riendas. Existen diversas voces sobre su composición original, la idea más extendida dice que eran cuatro los caballos que arrastraban el carro que estaba conducido por este auriga, mientras que uno o dos muchachos más lo flaquearían sosteniendo las riendas de los caballos. Por tanto, la escena que se representa, una vez terminada la carrera, es la de un joven que es proclamado vencedor, tras lo cual es ataviado con la diadema de campeón, mientras desfila ante los espectadores que le aplauden. Este efebo, al igual que ocurría con los participantes de los juegos panhelénicos, representa a un joven de familias nobles quienes eran los dueños de los carros y de los caballos. Le vemos vistiendo la típica túnica larga con mangas que llega hasta los tobillos. Un cinturón ajusta la túnica por encima de la cintura que provocan pliegues rectos en la parte inferior y curvilíneos en la superior, mientras que dos correas que se cruzan en la espalda sirvieron para evitar que la prenda se hinchara mientras el carro iba a una velocidad alta.

Junto a los comentados hallazgos también se encontró parte de un pedestal de piedra que conserva dos líneas grabadas de la dedicatoria, la primera de la cual debió de haber sigo corregida y reinscrita en la Antigüedad, lo que hizo que en la actualidad sea difícil de leer y descifrar. Sin embargo, sí es legible el nombre de Policelo o Polizalo, uno de los cuatro hijos de Deinómenes, que fueron Gelón I, Hierón I y Trasíbulo, todos tiranos de Siracusa. La familia de Gelón fue conocida con el nombre de Deinoménidas, quienes para conmemorar su victoria sobre los cartaginenses en Himera en el año 479 a.C., donaron unos trípodes dorados al santuario de Delfos, los cuales fueron muy famosos en la época. Los poetas Báquilides y Píndaro, contemporáneos de los acontecimientos, elogiaron a los hermanos de Policelo, Gelón y Hierón, por distinguirse notablemente en los Juegos Píticos y Olímpicos. Por tanto, se cree que fue Policelo quien dedicó el Auriga con la cuadriga para conmemorar su propio campeonato o el de sus hermanos. Para su construcción, probablemente se confió a algún escultor griego de la Magna Grecia, probablemente Pitágoras de Samos, exiliado en Regio de Calabria durante el liderazgo de los Deinoménidas, quien, según fuentes escritas, buscaba la simetría y la representación precisa de los detalles.

El recorrido por el museo Arqueológico de Delfos termina en la sala 14, dedicada a los últimos años del santuario. Aquí se exhiben dos cabezas de mármol: una cabeza de Heracles que posiblemente data del siglo I d.C. que es una copia de un original del escultor Lisipo o Leocares; y la de un hombre vestido que data de del siglo IV d.C. y quien se cree que es un representante de la escuela neoplatónica que apoyó el esfuerzo del emperador Juliano por restaurar el paganismo. También se expone la carta grabada en piedra del emperador Claudio al procónsul de Acaya en el 52 d.C., en la que muestra su interés en la ciudad de Delfos, que tenía escasez de ciudadanos en ese momento, al dar instrucciones sobre cómo se podrían atraer nuevos habitantes de otras ciudades. De interés es también la maqueta con la reconstrucción del santuario de Delfos, en la que se puede identificar cada edificio y obtener una panorámica completa del complejo.

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