Iniciamos el recorrido por la planta baja del museo, empezando por la sala que nos habla sobre la historia de este pintoresco espacio verde. El Jardín Botánico de Pisa fue fundado hacia 1543 cerca del Arsenal, misión dirigida por Luca Ghini, médico y botánico pionero en el uso de plantas vivas y herbarios para la enseñanza. Su enfoque innovador transformó el estudio de la botánica, ya que sintió la necesidad de la observación directa de plantas vivas. De igual manera, Luca Ghini también fue la primera persona en comprender la importancia metodológica de crear un "herbario" de plantas secas, colocadas sobre papel, procedimiento que se convertiría en un instrumento esencial en la documentación científica. Tras varias reubicaciones, una de ellas junto a la iglesia de santa Marta, el jardín se trasladó finalmente a esta zona, cerca de la Catedral. Se cree que un joven Galileo Galilei pudo haber visitado el jardín durante sus estudios. Por otro lado, en su entrada principal de Via de Roma destaca un portal toscano decorado con relieves de plantas exóticas y medicinales, reflejo del interés por la diversidad vegetal.
En una de las salas podemos ver parte de una colección de objetos naturales y artísticos, creada con fines educativos y para registrar los viajes de sus prefectos, cuyo origen hay que buscarlo en el siglo XVI, cuando el Jardín albergaba una galería que seguía el modelo de las Wunderkammern europeas (Gabinetes de las maravillas). Allí se exhibían curiosidades como cocodrilos disecados, corales, semillas, cuernos e incluso una momia. Los Minerales y rocas se guardaban en armarios protegidos para ser vistos sin ser retirados. Los inventarios del siglo XVII dan testimonio de la colección que albergaba este edificio, conocido como “casa de las conchas”. De aquella colección hoy sólo quedan pocas piezas conservadas en el Museo de Historia Natural de Calci. Entre ellas sobresale el célebre cráneo con coral, una creación engañosa que logró despertar un enorme interés en la mentalidad moderna. También se documenta una rica biblioteca de textos botánicos y manuscritos ilustrados, elaborados por artistas bajo la dirección de Casabona y Malocchi, custodiados en el valioso “Estudio”, un mueble adornado con el escudo de los Medici.
La siguiente sala está dedicada a una serie de retratos que decoraban el pasillo de acceso al jardín, donde se representaban destacados naturalistas italianos y extranjeros. Estas pinturas, realizadas entre los siglos XVI y XVII, incluían a antiguos directores del jardín (como Andrea Cesalpino o Domenico Vigna), profesores de botánica y figuras académicas de la Universidad de Pisa, además de reconocidos botánicos y farmacéuticos, entre ellos Carolus Clusius y Pietro Andrea Mattioli. Más allá de rendir tributo a estos personajes, las obras mostraban elementos como plantas, flores o libros, símbolos vinculados a sus estudios y pasiones científicas. En conjunto, constituyen una de las colecciones más antiguas y valiosas del patrimonio pictórico y botánico del jardín.
Antes de ascensor al primer piso del museo, conviene detenerse un momento en uno de esos objetos curiosos que merece la pena admirar: se trata de una estufa de terracota decorada con motivos florales que fue utilizada durante el siglo XIX para calentar los invernaderos. Llegamos ya al primer piso, donde desde uno de sus balcones se puede obtener una vista completa del huerto “Scuola Botanica” y del Orto del Cedro.
La primera sala de la primera planta está dedicada al Jardín Botánico durante el siglo XIX. Giorgio Santi, director de la institución entre 1782 y 1814, fue una figura esencial en su renovación y proyección internacional. Introdujo el sistema de clasificación de Linneo en lugar del antiguo modelo de Tournefort y fomentó el estudio de nuevas disciplinas como la mineralogía. También escribió “Viaggi per la Toscana” (1795–1806), una obra sobre sus exploraciones botánicas acompañada de finas ilustraciones realizadas por Baldassarre Benvenuti. Bajo su gestión se plantaron especies emblemáticas, como el Ginkgo biloba —actualmente el árbol más notable del jardín— y la Magnolia grandiflora. Un gran cedro del Líbano, plantado en 1787, se perdió tras una fuerte tormenta en 1935.
En 1814, Santi fue sucedido por su discípulo Gaetano Savi, quien impulsó una intensa etapa de crecimiento y desarrollo. Profesor de Botánica y Física Vegetal, Savi destacó por su rigurosidad científica y por publicar diversas ediciones de sus “Lezioni”, consideradas una valiosa fuente sobre la enseñanza en la Universidad de Pisa durante el siglo XIX. Entre sus obras más relevantes se encuentran “Flora Pisana” (1798), “Trattato degli Alberi della Toscana” (1801) y “Materia Medica Vegetabile Toscana” (1805). Entre 1818 y 1824 publicó “Flora Italiana”, un lujoso compendio en tres tomos con plantas cultivadas en los jardines italianos, incluidos ejemplares del Jardín Botánico de Pisa. Además, gracias a Savi, la universidad incorporó la excepcional colección de plantas secas recolectadas por Giuseppe Raddi durante la famosa expedición franco-italiana a Egipto de 1828-1829, dirigida por Champollion y Rosellini.
Le sigue el espacio dedicado al Jardín Botánico y a la ciencia moderna: en 1839, la ciudad de Pisa y su universidad fueron sede de la Primera Reunión de Científicos Italianos, un evento clave para el desarrollo de la ciencia moderna en Italia. Durante este encuentro, Gaetano Savi, figura destacada de la botánica italiana, dirigió las sesiones de la sección dedicada a la Botánica y Fisiología Vegetal, cuya clausura se llevó a cabo en el Jardín Botánico, bajo su emblemático cedro del Líbano.
Uno de los episodios más significativos ocurrió en presencia del Gran Duque de Toscana, Leopoldo II, cuando el científico Giovanni Battista Amici, originario de Módena, presentó una serie de modelos de cera que representaban el proceso de fertilización en “Cucurbita pepo”, una planta angiosperma. Tras observar estos estudios con el microscopio de Amici y otros instrumentos, el artesano florentino Luigi Calamai elaboró un conjunto de modelos en cera, los cuales donó al museo con el propósito de servir como material educativo en clases de botánica y para su exhibición.
Durante la conferencia, el propio Calamai también mostró diversas representaciones en cera de frutos y hongos, destacadas por su precisión y refinamiento. Con el paso del tiempo, la colección didáctica del Jardín Botánico fue creciendo mediante la incorporación de nuevos modelos y dibujos científicos destinados a la enseñanza. De igual manera se añadió una colección in vitro compuesta por 1.185 muestras y preparaciones de origen vegetal, como flores, frutos, resinas y otros materiales, conservados en frascos de vidrio, ya sea en seco o en alcohol, algunas de las cuales datan de principios del siglo XIX. Su finalidad ha estado siempre vinculada a la enseñanza y la investigación, ya que han servido como valiosos recursos de comparación para reconocer y clasificar nuevos hallazgos.
La última sala del museo está dedicada a los herbarios: cuando Luca Ghini fundó en Pisa el primer jardín botánico universitario, también comenzó a enseñar cómo preparar los llamados Horti sicci, es decir, colecciones de plantas secas que servían como un registro preciso y científico del mundo vegetal. Estos herbarios permitían conservar muestras y utilizarlas para el estudio y la enseñanza incluso cuando no había plantas vivas disponibles.
En muy poco tiempo, su método se difundió por toda Italia y posteriormente por Europa, convirtiéndose en una herramienta esencial para el desarrollo de la botánica. Gracias a ellos, los especialistas pudieron intercambiar información y fortalecer las relaciones científicas entre botánicos de distintos países. Actualmente, el Herbario de Pisa reúne cerca de 300.000 ejemplares, fruto de expediciones botánicas y del intercambio de especies raras o poco comunes con instituciones y expertos de todo el mundo durante más de dos siglos de historia.
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