El Jardín Botánico de la Universidad de Pisa, considerado el más antiguo del mundo en su categoría, fue creado en 1543 por el médico y botánico Luca Ghini, gracias al apoyo financiero de Cosme I de Médici, Gran Duque de Toscana. De esta manera Ghini pudo establecer un espacio destinado no sólo al cultivo de plantas, sino también a la enseñanza práctica de la botánica. Ghini introdujo un enfoque pionero en la docencia: utilizó plantas vivas para explicar tanto sus usos medicinales como sus características científicas. Además, ideó una manera de conservar ejemplares mediante el secado, dando origen al concepto de herbario. Para complementar la pérdida de color o textura, los botánicos de la época realizaban detalladas ilustraciones de las especies.
Su primera sede se encontraba junto al arsenal de los Médici, en la ribera derecha del río Arno, y era conocido como el “Giardino dell’Arzinale”. Con el paso del tiempo, la expansión del arsenal obligó a trasladar el jardín. En 1563, bajo la dirección de Andrea Cesalpino, discípulo de Ghini, se reubicó en el noreste de Pisa, junto a la iglesia de santa Marta. Sin embargo, las condiciones del lugar resultaron inadecuadas para la siembra de plantas, por lo que en 1591 el Jardín Botánico fue finalmente trasladado a su emplazamiento actual, cerca de la Piazza dei Miracoli, donde continúa siendo un espacio emblemático para la investigación y la enseñanza de la botánica.
Bajo la supervisión de Lorenzo Mazzanga comenzaron las obras de traslado del Jardín Botánico de Pisa, las cuales concluyeron en 1595 gracias al botánico flamenco Joseph Goedenhuitze, conocido en Italia como Giuseppe Casabona (1500-1596). Durante este proceso también se renovó un edificio existente dentro del recinto, al que se accedía mediante un largo pasillo desde la Via Santa Maria. Dicho edificio albergaba tanto el Instituto de Botánica como el Museo de Ciencias Naturales. Más adelante, en la segunda mitad del siglo XVIII, se abrió la actual entrada principal en la Via Roma 56 y se decoró la fachada del Instituto con motivos de estilo grotesco. Pero además existe un segundo punto de acceso, se trata del situado en la Via Luca Ghini 13 (donde se encuentra también la tienda universitaria).
A finales del siglo XVI, el franciscano Francesco Malocchi dirigió el Jardín Botánico de Pisa y creó la “Fundición”, un laboratorio donde se elaboraban medicamentos a partir de las plantas cultivadas allí, con gran impacto en la salud pública de la ciudad. El jardín también fue un centro artístico y científico, donde pintores como Jacopo Ligozzi colaboraron con los investigadores. En el siglo XVIII, la Fundición fue reemplazada por la farmacia del hospital, separando la botánica de la medicina. Según el diseño de Tilli (1723), las plantas se organizaban siguiendo principios estéticos ligados a los cuatro elementos. Ya en el siglo XIX, el jardín experimentó una profunda transformación, para lo cual se siguieron criterios científicos, clasificando las especies según sus afinidades biológicas, influido por Darwin, Linneo y Tournefort, en lugar de por sus propiedades medicinales.
En el siglo XIX, los prefectos Gaetano Savi y Teodoro Caruel rediseñaron el Jardín Botánico de Pisa, sustituyendo su trazado renacentista de grandes parterres por una estructura más ordenada consistente en cuadros pequeños y rectangulares, separados por senderos y muros bajos. Al concluir la reorganización, el jardín contaba con 148 parterres que albergaban más de dos mil especies vegetales, además, de los ocho estanques originales circulares, de los que seis se conservan aún hoy. A lo largo del tiempo, el jardín experimentó diversas ampliaciones y ajustes. En 1783, gracias al apoyo del Gran Duque Francisco II de Lorena, se incorporó el llamado Jardín del Cedro (Orto del Cedro). Más tarde, tras perder parte del terreno sur por la construcción del Museo de Historia Natural, se compensó el espacio con la compra del Orto Nuovo en 1841 y, posteriormente, del Orto Del Gratta al norte, alcanzando así la extensión actual de unas tres hectáreas.
En 1891 se inauguró un nuevo edificio para el Instituto de Botánica, hoy sede del Departamento de Biología, que hizo que la antigua sede de dicho instituto perdiera relevancia. Desde 1988, parte de la anterior institución alberga la Sección Histórico-Educativa del Museo Botánico, que exhibe modelos, instrumentos y retratos de gran valor científico y artístico. Tras estas pinceladas históricas, ahora nos disponemos a visitar el interior del jardín botánico de Pisa, para lo cual hay que saber que se divide en siete sectores.
Entrando por el acceso original de Via Roma 56 desembocamos directamente en la zona denominada Scuola Botanica (Escuela botánica), la parte más antigua del Jardín Botánico, cuyos orígenes se remontan a finales del siglo XVI. Es aquí donde podemos apreciar los seis estanques de arenisca conservados de aquella época, mientras que la disposición actual de los parterres rectangulares fue diseñada en la segunda mitad del siglo XIX.
Esta área recibe su nombre porque en ella, las casi 400 plantas se organizan de manera sistemática en los parterres, agrupadas por familias (plantas silvestres comestibles, plantas geófitas, tipos de salvia, etc..), con el propósito de facilitar a los estudiantes el estudio comparativo de las principales características de cada grupo botánico. Además, la sección cuenta con varios ejemplares arbóreos de gran valor histórico y monumental, concretamente en el sector occidental, en el que vemos especies como un plátano oriental plantado en 1808, un ginkgo de 1811 o un quercus virginiano de 1829.
Hacia el este se encuentra el llamado Orto del Cedro (Huerto del cedro), anexionado al jardín entre los años 1783 y 1786, que recibe su nombre por un majestuoso cedro del Líbano (Cedrus libani A.Rich.) que fue derribado por una tormenta en 1935 y posteriormente sustituido por un cedro del Himalaya (Cedrus deodara (Roxb. ex D.Don) G.Don). En esta parte se ubican dos de los ejemplares más antiguos del jardín: se trata de un ginkgo (Ginkgo biloba L.) y una magnolia (Magnolia grandiflora L.), plantados ambos en el año 1787. También incluye un pequeño bosque de bambú, y colecciones de hortensias y camelias.
Hacia el norte encontramos el Orto del Mirto o huerto de los Arrayanes que recibe su nombre por un majestuoso ejemplar de mirto (Myrtus communis L.) plantado en 1815. Aunque es un espacio pequeño, en la actualidad contiene una colección de plantas medicinales (alrededor de 120 especies), especialmente útil para los estudiantes de farmacia. La organización de este sector no se basa en un orden científico, sino en la relación entre los compuestos activos de cada planta y su efecto sobre los distintos sistemas y órganos del cuerpo humano.
Llegamos ya a la zona de los invernaderos, los cuales están situados más o menos en la parte central del jardín. Los invernaderos (sin contar el pequeño llamado Amborella) son cuatro: el de las Suculentas, el Tropical, el de Plátanos y el invernadero Victoria. El primero de ellos, el de las suculentas, posee plantas que cuentan con algún órgano especializado en el almacenamiento de agua en cantidades mayores que las plantas sin esta adaptación.
En esa colección vemos especies de, entre otros lugares, América y África. En América, la escasez de agua favoreció la evolución de plantas suculentas con características singulares, especialmente dentro de la familia de las cactáceas (o cactus). Estas plantas presentan una gran variedad de formas y tamaños, desde especies diminutas hasta otras gigantes. Cuentan con tallos que almacenan agua y espinas en lugar de hojas, además de flores vistosas que suelen abrirse de noche. Desde el siglo XVI los cactus se cultivan en Europa, siendo muy apreciados, llegando incluso a ser vendidos por precios elevados. Actualmente, muchas especies se usan con fines ornamentales o alimenticios, como la tuna. Algunas especies están protegidas legalmente en su hábitat natural, pudiendo venderse sólo a través de viveros especializados. En el continente de América también existen otras suculentas de familias como Crassulaceae, Asparagaceae y Cucurbitaceae.
En cuanto a África, Sudáfrica es una de las regiones con mayor diversidad de plantas suculentas en el mundo. La mayoría de las especies suculentas africanas pertenecen a las familias Euphorbiaceae y Asphodelaceae. Aquella primera es una de las familias botánicas más extensas (Tártago o euforbias), con aproximadamente 230 géneros y 6.550 especies, de las cuales alrededor de 870 son suculentas. Muchas euforbias africanas desarrollan tallos gruesos y espinosos, similares a los cactus americanos. Sin embargo, se distinguen porque liberan una savia lechosa y a menudo irritante cuando se dañan. En cuanto a las familias de las Asphodelaceae (Aloe, nombre que proviene del árabe *Alloeh*, que significa “don de Dios”) integra más de 580 especies caracterizadas por hojas carnosas, generalmente con bordes dentados o espinosos. Desde tiempos antiguos, el aloe ha sido valorado por las propiedades medicinales de su jugo, usado por sus efectos purificantes y antiinflamatorios, especialmente en especies como Aloe vera, A. arborescens y A. ferox.
Entre ambos grupos geográficos se sitúa un objeto histórico: “il palone”. Este carro fue fabricado en la segunda mitad del siglo XIX para transportar grandes macetas, especialmente para moverlas entre los invernaderos y el exterior según la estación. Por tanto, se trata de un ejemplo de artesanía local cuyo diseño optimizaba el equilibrio de la carga con la construcción de ruedas bien proporcionadas. En la parte frontal se observan dos orificios simétricos cerca del timón, lo que indica que probablemente estuvo adaptado para ser tirado por animales. Con el paso del tiempo, la estructura había sufrido daños y perdido diversas piezas. Antes de su restauración en 2016 por el Jardín Botánico se realizó una investigación histórica, durante el cual, se conservaron y reforzaron los elementos originales siempre que fuera posible, reemplazándose las partes irreparables con reproducciones de madera de castaño y fresno.
De nuevo en el exterior, ahora toca recorrer dos invernaderos más pequeños, comenzando con el llamado invernadero tropical, conocido también como invernadero del plátano, el cual es el más antiguo del Jardín Botánico. Su construcción comenzó en 1864, impulsada por el prefecto Paolo Savi, quien proyectó una estructura moderna con sistema de calefacción. Aunque obtuvo fondos, la obra quedó inconclusa durante años. Hacia finales del siglo XIX, Giovanni Arcangeli retomó y completó el proyecto, introduciendo algunas modificaciones. A mediados del siglo XX, el edificio fue reducido en tamaño, pero se mantuvo su diseño original: una construcción de mampostería y hierro, con vidrieras arqueadas y soportes de hierro fundido.
Para reproducir el ambiente necesario para las plantas tropicales, el invernadero se mantiene a más de 18 °C, con una humedad del 60-70%, además de asegurar iluminación adecuada todo el año. Las plantas están organizadas por zonas geográficas, mientras que en los grandes parterres se cultivan especies tropicales de uso alimentario, como caña de azúcar, plátano, café y mango. En la pared derecha se encuentran plantas herbáceas muy usadas como especias y condimentos, entre ellas pimienta, jengibre, cúrcuma y vainilla. El otro invernadero, el llamado Victoria contiene plantas exóticas, en las que destacan los nenúfares gigantes.
Nos dirigimos ya al otro invernadero de gran tamaño, el dedicado a las plantas tropicales de tipo arbustivo y arbóreo, originarias de regiones cálidas del planeta que concentran más del 70 % de la biodiversidad mundial. El clima tropical, propio de la franja entre los trópicos de Cáncer y Capricornio, se caracteriza por temperaturas elevadas durante todo el año, aunque varía según las lluvias, lo que da lugar a distintos paisajes naturales: selva ecuatorial (cercana al ecuador, es el entorno con mayor riqueza de especies animales y vegetales), bosque monzónico (típico del sudeste asiático, influido por vientos estacionales) y la sabana y zonas secas (ubicadas hacia los bordes tropicales, con menos lluvias y vegetación más dispersa).
Las plantas del invernadero se organizan en grandes parterres según su procedencia y hábitat, agrupándose conforme a sus necesidades ecológicas. Para favorecer su desarrollo, sólo se controla la temperatura, manteniéndola alta incluso en invierno, mientras que el agua varía dependiendo de las necesidades de la especie. Entre las especies más destacadas están el baobab, conocido por su tronco en forma de botella; la strelitzia, con flores que recuerdan a un ave; la Cycas circinalis, que puede superar los 10 metros de altura; y el drago, famoso por su savia rojiza llamada “sangre de dragón”. En el exterior del invernadero, casi anexos a éste, vemos una serie de estanques (23 rectangulares y uno circular) creados en 1817 para cultivar plantas propias de los humedales de Pisa. Estas plantas, llamadas hidrófitas, están adaptadas al agua y pueden ser flotantes o enraizadas. Algunas especies, como la castaña de agua o el trébol acuático, casi han desaparecido por la contaminación y la pérdida de zonas húmedas. Otras, como el nenúfar o la violeta de agua, hoy sólo se encuentran en áreas protegidas.
Ya hemos terminado las visitas a los invernaderos, por lo que ahora desembocamos en la Piazzale Arcangeli, la plaza central que se encuentra decorada con flores y palmeras (Jubaea chilensis) plantadas aquí a finales del siglo XIX, aunque una de ellas fue reemplazada en fechas reciente tras haber sufrido el ataque del picudo rojo (Rhynchophorus ferrugineus). Pero el elemento que quizás más llame la atención es el edificio del Herbario y la sala de jardineros. El Herbario (Herbarium Horti Botanici Pisani) es un depósito científico de primer orden, con aproximadamente unos 350.000 ejemplares de plantas secas, colección esencial para investigadores y con acceso por consulta, aunque también existe un “erbario digital” consultable.
Empezamos ya el recorrido por el Orto Nuovo (Jardín Nuevo), creado a partir de un terreno adquirido por Gaetano Savi en 1841. Este espacio verde se utiliza principalmente como arboreto, es decir acoge árboles de gran porte, viales y praderas. Aquí se pueden encontrar especies singulares como la “canfora” plantada en 1872 y otros ejemplares de gran envergadura. En marzo de 2017 se plantó una “Wollemia nobilis” (especie rara originaria de Australia) donada por la familia Del Gratta. Además, este huerto también cuenta con un pequeño bosque de bambús, cuya zona interna también es posible recorrer.
En esta parte del jardín también vemos una encina que fue plantada en 1830 pero que, a pesar de haberse caído, sigue estando muy viva. Y es que la caída de los árboles cumple una función clave en el equilibrio del bosque, ya que al descomponerse la madera libera nutrientes que permiten el desarrollo de nueva vegetación. Además, los troncos en el suelo crean refugios y pequeños hábitats que muchas especies utilizan para reproducirse, alimentarse o resguardarse, formando parte esencial de sus ciclos de vida.
El jardín Botánico de la Universidad de Pisa se completa con el Orto del Gratta que con una extensión 4400 m² es la zona más reciente incorporada al recinto. Fue adquirido a comienzos del siglo XX durante la dirección de Giovanni Arcangeli. Su nombre proviene de la antigua familia Del Gratta, propietaria de este terreno en tiempos pasados. Este espacio, considerado una prolongación del Orto Nuovo, está dedicado principalmente al cultivo de especies leñosas, entre las cuales destaca el conocido pino piñonero (Pinus pinea) junto con otras variedades.
Este jardín es un remanso de paz y naturaleza muy apreciado por estudiantes y visitantes, de hecho, existen diferentes espacios destinados al descanso. Especialmente destacable son sus dos elevaciones que poseen una vista parcial, aunque hermosa, de la famosa torre de Pisa.
De igual manera aquí vemos un pequeño estanque artificial, a cuyos lados se distribuyen plantas típicas de zonas de gran altitud originarias de los Alpes Apuanos y de los Apeninos Tosco-Emilianos, y especies propias del paisaje mediterráneo, como un ejemplar centenario de olivo. En el lago crece la flor de loto (Nelumbo nucifera) originaria de Asia que es una planta acuática de crecimiento veloz, común en aguas tranquilas y poco profundas. Sus hojas, sostenidas por largos tallos que pueden superar el metro por encima del agua, alcanzan hasta 60 cm de diámetro. Poseen una textura cerosa y que repelen el agua, lo que permite que las gotas resbalen y la superficie se mantenga siempre limpia y reluciente.
Las flores, de gran tamaño (superiores a 20 cm), presentan tonos rosados y desprenden un aroma característico similar al del anís. Sus frutos suelen utilizarse con fines decorativos. Esta planta es considerada sagrada en religiones como el hinduismo y el budismo, y en la India es uno de los símbolos nacionales. En los estanques donde habita la flor de loto ocasionalmente puede verse la tortuga pintada (Trachemys scripta). Este reptil, llamado así por los dibujos distintivos en los laterales de su cabeza, proviene de América. Es uno de los reptiles más comercializados en Italia y figura entre las 100 especies invasoras más peligrosas del mundo. Volvemos sobre el camino recorrido para poner el broche final al paseo por el jardín, para lo cual nos disponemos a visitar el museo Botánico albergado en el Palazzo delle Conchiglie.
Este espacio expositivo fue completamente renovado en el año 2016 y abierto finalmente al público el 1 de abril de 2017. Lo primero que llama la atención es su fachada, la cual se elaboró en el siglo XVIII con una combinación de piedras, minerales, conchas y corales, representando simbólicamente los tres reinos de la naturaleza: el mineral, el vegetal y el animal. En su interior se puede seguir un recorrido museístico que combina el valor científico, artístico e histórico, albergado en varias salas temáticas, en las que se exponen, entre otroa, el “Catalogus Plantarum Horti Pisani” de 1723, retratos de figuras destacadas en la historia del Jardín, modelos botánicos en cera de hongos y plantas y numerosas piezas de gran valor histórico. Para saber más sobre la exposición del interior de este museo pincha aquí.
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