La construcción de las murallas de Pisa comenzó en 1154 en la zona norte del río Arno, en el área donde hoy se levanta la Plaza de los Milagros. La elección del lugar no fue casual, ya que las defensas debían proteger no sólo la catedral y el futuro baptisterio, sino también el punto militarmente más frágil de la ciudad: el puente sobre el río Auser en el noroeste. Este primer tramo, edificado entre 1155 y 1161 en esta parte, se realizó con grandes bloques de piedra amarillenta, procedente de la zona costera de Livorno. Este detalle ha hecho pensar a algunos estudiosos que podría haberse reutilizado material de una muralla anterior, de origen etrusco o romano.
En cambio, en las fases posteriores que se extendieron hasta el 1284, muestran una combinación de piedras de diversa procedencia: la parte baja, de tono gris, construida con caliza extraída en San Giuliano Terme, y la parte superior, de color rosado, formada por sillares de grava tallada de Asciano, ambas localidades cercanas al Monte Pisano, donde se encontraban las canteras. En el sector sur, los trabajos se completaron hacia 1186. Durante este tiempo de construcción se levantaron no sólo los muros, sino también torres, diques y caminos, configurando un complejo defensivo que acompañó el desarrollo urbano de la ciudad.
Tras la conquista florentina, entre los siglos XV y XVI, se añadieron nuevas estructuras como la Cittadella Nuova (hoy Giardino Scotto) y varios bastiones. El perímetro amurallado alcanzaba unos 6,4 kilómetros, rodeando un área de más de 200 hectáreas, divididas entre las zonas norte (que medía 4.678 metros con una superficie de 137,4 hectáreas) y la sur de la ciudad (con tenía una longitud de 1.757 metros con una superficie de 64,4 hectáreas). El trazado seguía en gran medida los cursos de agua que atravesaban Pisa.
Existía alrededor de las murallas una franja despejada llamada “pomerium”, destinada al uso público y protegida por leyes desde el siglo XIII. Hasta mediados del siglo XIX el recinto se mantuvo prácticamente intacto, sin embargo, a partir de la expansión urbana decimonónica y, más tarde, durante el siglo XX, gran parte de esos espacios libres fueron ocupados con huertos, jardines y edificaciones y algunos tramos de muralla fueron derribadas o modificadas. Después de la Segunda Guerra Mundial, las áreas externas también fueron absorbidas por la ciudad, lo que ocultó varios tramos de los muros, especialmente al este.
Hoy en día existe un proyecto de recuperación de las murallas que no sólo busca conservar este monumento histórico, sino también integrarlo al entramado de la ciudad, reforzando su valor cultural y creando vínculos entre el patrimonio arquitectónico y los espacios de la ciudad contemporánea. Para ello se ha adaptado un tramo que se puede recorrer a pie a lo largo de un trayecto de unos tres kilómetros y once metros de altura, lo que ofrece al público la posibilidad de observar la ciudad desde una perspectiva diferente. El paseo permite admirar torres y baluartes, así como atravesar las cuatro principales entradas históricas de la ciudad. Para ascender a la torre y comenzar el recorrido (o terminarlo) se puede hacer a través de cuatro accesos diferentes: la torre de santa María, el bastione del Parlascio, la torre Piezometrica y la Piazza delle Gondole.
Centrándonos en este lienzo sobre el que se puede caminar, y partiendo desde el oeste (es decir en la Piazza dei Miracoli) y en orden sucesivo, se encuentran la Porta Nova o de Santa María, la cual es el acceso más reciente de la muralla medieval, ya que fue abierta en 1562 por orden de Cosimo I de’ Medici, entonces duque de Florencia. Con el tiempo vivió episodios singulares, como el paso de un tren militar durante la Primera Guerra Mundial para llevar heridos al hospital cercano, o durante los años treinta, cuando se abrieron dos accesos laterales para peatones, ya que por la propia puerta transitaban los tranvías que unían la estación central con la plaza de los Milagros.
A continuación se llega a la Torre del Catallo, construcción medieval de carácter defensivo, desde cuya zona se obtiene una vista panorámica del ementerio Judío fundado en 1674 y activo aun hoy. El cementerio estuvo precedido por al menos tres anteriores, de los cuales se conservan fragmentos epigráficos en sus muros. Su riqueza radica en la diversidad de estilos: desde tumbas trapezoidales de inspiración liberiana y estelas redondeadas, hasta tabernáculos góticos y monumentos en estilos Imperio, Liberty y Umbertino. Se trata de un verdadero testimonio histórico que narra más de cuatro siglos de presencia judía en Pisa, desde el siglo XVII hasta las trágicas persecuciones sufridas bajo los regímenes nazi y fascista durante la Segunda Guerra Mundial.
Ahora llegamos a la torre y la Puerta del León (reconocible por el león de piedra que la custodia): la torre, al igual que la anterior y la de Santa María, era una de las principales defensas de la ciudad. Recibía su nombre por esta escultura felina que se alojaba en un nicho de su estructura superior, la cual fue demolida tras la conquista de Pisa en 1406 por los florentinos. La estatua representa a un león de mirada desafiante de época romana, que fue colocada en aquella posición para intimidar a quienes cruzaban la puerta principal de la ciudad en época medieval. Durante el dominio florentino la obra fue trasladada y girada hacia el interior como gesto simbólico que marcaba la rendición y obediencia de Pisa.
La torre de santa María servía como defensa del puente sobre el antiguo cauce del río Auser (el actual Serchio, que entonces bañaba las defensas de la ciudad). Fue la primera que se construyó junto a las murallas, entre los años entre 1155 y 1161. Derribada durante el dominio florentino, al igual que todas las demás torres de la ciudad, la parte superior fue reconstruida en el siglo XIX para alberga una cisterna que se utilizaba para regar el césped de la Piazza dei Miracoli. Es uno de los cuatro accesos de entrada y salida a la pasarela elevada, y en su base se encuentran la taquilla y una pequeña librería. Este primer tramo de muralla se completa con la torre y puerta de san Esteban (Santo Stefano), situada en el extremo oriental de la plaza. Durante la Edad Media marcaba un cruce esencial: en aquella época, Pisa se encontraba entre dos ríos, el Arno al sur, por donde aún fluye hoy, y el Auser al norte, el antiguo curso del Serchio que flanqueaba las murallas. Por lo que la torre defendía un puente que permitía cruzar el río y llegar a la aldea extramuros, que surgió alrededor de la iglesia de Santo Stefano.
Al atravesar la puerta de Lucca todavía se distinguen las antiguas termas, uno de los pocos testimonios que quedan en Pisa de la época romana. Estas construcciones se levantaron a finales del siglo I d. C., bajo el mandato del emperador Domiciano, y se sitúan justo frente a la iglesia de san Torpes. Allí se conserva la cabeza del mártir cristiano que, según las crónicas, fue decapitado por orden de Nerón. La tradición cuenta que, tras su muerte, el cuerpo fue depositado en una barca junto con un perro y un gallo, y dejado a la deriva en la desembocadura del Arno. Tras salir al mar, la embarcación habría acabado varada en el lugar que más tarde adoptó su nombre: Saint Tropez (Francia).
Los llamados Bagni di Nerone (baños de Nerón de Pisa), aunque ligados al nombre del emperador por tradición medieval, en realidad pertenecen a finales del siglo I d.C. y están vinculados a la poderosa familia Venuleii. Las ruinas fueron descubiertas en 1548, cuando se identificaron como un “laconicum” (sala destinada a sudar). Aunque hoy apenas se conserva su trazado, la “sala ottagona” (sala octogonal) aún permite imaginar la grandeza de este complejo. Las excavaciones cercanas han revelado cómo la ciudad se transformaba con el paso de los siglos, pasando del esplendor imperial a convertirse, en algunos sectores, en cementerio en tiempos tardíos. La falta de datos sobre el trazado urbano de la Pisa romana impide conocer con exactitud la relación de estas termas con otras construcciones del entorno.
En 1543, el arquitecto Nanni Unghero levantó el bastión del Parlascio, un baluarte de diseño pentagonal que a lo largo del tiempo cumplió múltiples funciones. Durante la Segunda Guerra Mundial sirvió como refugio contra bombardeos y, en épocas posteriores, llegó a utilizarse incluso como taller mecánico. En el siglo XVI, la antigua puerta del Parlascio, que había sido la entrada principal del lado norte de la muralla, pasó a convertirse en acceso a la fortaleza. Al mismo tiempo, el eje vial procedente del Puente Mezzo fue desviado hacia la recién inaugurada Puerta de Lucca, abierta en 1544. Junto al Bastión del Parlascio se encontraba el Sferisterio, un espacio destinado a un deporte que durante siglos fue pasión de los italianos: el Gioco del Bracciale, cuya dinámica recordaba una mezcla de voleibol y tenis. Aunque sus orígenes se remontan a la antigüedad, alcanzó su máximo esplendor durante el Renacimiento, cuando se convirtió en la disciplina más popular del país.
Se sigue el recorrido por encima de la muralla y, desde su tramo oriental, se puede disfrutar del contorno de la iglesia de san Zenón, considerada una de las más antiguas y hermosas de la ciudad. Este templo, verdadero tesoro del arte medieval construido en el año 1029, muestra en su fachada un pórtico sostenido por columnas y pilares. Junto a la iglesia se abre la Porta de san Zeno. El recorrido sigue hacia el sur, hasta llegar a otro punto importante, la Torre Piezométrica, situado al lado de la Porta Pacis, que fue levantada hacia finales de los años treinta del siglo XX junto con el Complejo Marzotto. Su propósito principal era funcionar como depósito de agua y, al mismo tiempo, garantizar una fuerte presión en las tuberías de la fábrica En la actualidad sirve como acceso a las murallas para personas de movilidad reducida gracias a su ascensor. Un poco más allá también es visible desde las murallas la iglesia gótica de san Francisco que comenzó a construirse en el siglo XIII, aunque su fachada de mármol quedó concluida a inicios del XVII.
Tras pasar por encima de la Porta Santa Marta llegamos a un punto desde el que podemos ver tres sitios importantes: el tramo final del acueducto de los Medici (levantada entre los siglos XVI y XVII) que se funde con las murallas de la ciudad; la Piazza delle Gondole que fue en la Edad Media un pequeño puerto fluvial, además de ser el lugar donde se encontraba una fuente barroca del siglo XVII que fue la primera en recibir el caudal del acueducto; y finalmente el Fosso del Mulino que es un canal artificial que arranca del río Serchio, a la altura de Ripafratta y, tras 12 kilómetros, se une con el río Arno.
Se comienza ya el recorrido por el último tramo transitable de la muralla, empezando por la Puerta Calcesana, reconocible por su tamaño y por haberse levantado en dos momentos distintos: primero la parte interior junto con las murallas y, más tarde, en el siglo XIV, los refuerzos externos. Tras permanecer clausurada durante largo tiempo, volvió a abrirse a comienzos del siglo XX. No muy lejos, el Bastión Barbagianni recuperó su protagonismo después de haber quedado oculto durante décadas bajo la vegetación. Construido en el siglo XVI y dedicado a Cosimo I de Médici, debe su curioso nombre a las lechuzas que habitaron la zona. Las murallas no sólo protegen la ciudad, también ofrecen zonas verdes inesperadas. Entre ellas destaca el Parco delle Concette, un parque urbano creado durante la restauración de las defensas, hoy abierto a todos los ciudadanos y visitantes.
En la esquina sureste de las murallas se levanta la torre Piagge, fácilmente reconocible por la alternancia de piedra blanca y rosada. A su lado se distinguen los restos de una antigua puerta, probablemente inacabada, que formaba parte de un sistema defensivo vinculado a la desaparecida Porta Piagge. Finalmente, en uno de los extremos más apartados de Pisa se encuentra la llamada Torre di Legno (torre de Madera), la cual está inspirada en las torres de asedio medievales, funcionando como entrada a la pasarela elevada, estando equipada con ascensor para garantizar la accesibilidad.
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