CARTAGENA

UN PEQUEÑO CRUCERO POR LA BAHÍA CARTAGINENSE


Para llegar al fuerte de Navidad tenemos dos opciones: una es ir a pie, bicicleta, moto o coche tomando la carretera de Algameca y doblar a la izquierda por la carretera que va al faro de Navidad. La otra opción mucho más práctica y, para nuestro gusto la mejor, es tomar el barco o catamarán turístico. De esta forma podrás dar un paseo en barco por la bahía de Cartagena, te dejarán en el fuerte y, una hora más tarde, te recogerán y continuarás la visita desde el mar y con otra perspectiva.

Es por ello que vamos a comentar conjuntamente el barco turístico y el fuerte de Navidad. Comenzamos nuestra pequeña aventura tomando el catamarán, como decimos, desde el muelle de Alfonso XII. Zarpamos dispuestos a conocer todos los rincones de la dársena natural. El barco, con dos proas, mantendrá durante todo el recorrido una velocidad media de 2,5 nudos. Lo primero que vemos es el Arsenal Militar, donde están atracados buques de guerra y submarinos.

Bordeamos la montaña que está coronada por el castillo de Galeras. Casi en la base vemos unas construcciones que llaman mucho la atención. El proyecto inicial consistía en construir una serie de túneles acuáticos que iban a ser el lugar donde acoger los submarinos, además de albergar una especie de taller acuático. Las obras del proyecto comenzaron en el año 1944 pero no llegó a ejecutarse y actualmente están excavados 100 metros de longitud que hacen la función de almacén militar.

Seguimos bordeando la costa cartagenera, de fondo escuchamos a través de los altavoces una voz grabada que en español y en inglés nos va explicando en cada momento lo que vamos viendo. Ponemos rumbo al fuerte de Navidad, donde nos bajaremos para visitarlo.

La importancia de Cartagena como enclave estratégico es muy evidente cuando comprobamos desde el mar el sistema defensivo con que cuenta la bahía de la ciudad. Este sistema consta de diversas baterías de costa y fuertes que hacían inexpugnables la entrada enemiga a la bocana de Cartagena. Y el fuerte de Navidad tiene una gran importancia en esa red defensiva ya que, a 15 metros sobre el nivel del mar y con su vértice curvado, es una construcción con ocho casamatas (lugares resistentes donde se encuentran las piezas de artillería), con forma rectangular que le permite mirar desde un flanco a mar abierto y desde el otro al acceso a la dársena.

De esta manera desde su posición permitía el fuego cruzado junto con la batería de Santa Ana. El fuerte ha estado en activo hasta el año 1993, en 2005 comienzan las obras de restauración y en 2007 ya se abre al público acogiendo el Centro de Interpretación de la Arquitectura Defensiva Mediterránea.

Una vez hemos desembarcado cómodamente, nos disponemos a visitarlo y para ello se nos presentan dos posibilidades: una ir por libre y otra con un guía, evidentemente la opción más recomendable es la visita guiada. El acceso al fuerte se realiza por una puerta adintelada que aún conserva las bisagras originales y cuya puerta de gruesas hojas de madera se conserva en una de las casamatas del interior. Desde aquí apreciamos que el conjunto del edificio está construido en sólida sillería, sobre un potente basamento, también de sillería, unida con argamasa de cal.

Nada más atravesar las puertas del fuerte, lo primero que hacemos es ver un audiovisual muy interesante sobre este monumento. La proyección se realiza en lo que eran los dormitorios de los soldados. Además, también era el lugar donde descansaban superiores que para evitar compartir estancia con el resto la mantenían dividida en dos, más o menos y para hacernos una idea, el límite de ambos dormitorios sería el emplazamiento actual de la pantalla donde se proyecta el mini documental.

En la proyección se cuenta que el fuerte de Navidad tiene su origen a finales del siglo XVII, cuando Cartagena pasó a ser desde 1668 base permanente de la escuadra naval. Pero el edificio que vemos actualmente es del siglo XIX cuando se cayó en la cuenta en 1860 de que el sistema de defensa se había quedado obsoleto y se pretendía modernizar acorde con los nuevos tiempos, a este plan se le conoce como plan O'Donnell, en alusión a su precursor, el por aquel entonces presidente del Consejo de Ministros, siendo reina Isabel II.

Lo curioso de esto es que, aunque tuvo cierta acción intimidatoria durante la Guerra del Cantón en 1873, pronto los avances tecnológicos de otras naciones dejaron obsoleta la función bélica de la fortificación que, en el siglo XX, se convertiría en una batería de salvas del puerto, con lo que el plan O'Donnell al final sirvió para poco.

El fuerte está articulado a partir de un patio corredor en el que se abren las distintas estancias abovedadas que albergaban los ocho cañones de gran calibre, una por cada casamata (más otras nueve piezas de menor calibre situadas en el plano superior del edificio, en la terraza).

En los muros, los grandes vanos abiertos sobre las puertas y ventanas dobles servían para permitir una ventilación rápida de cada tronera, al ampliar estas áreas de ventilación el humo de las pólvoras que se generaban en cada disparo salía rápidamente al exterior.

Entramos a la primera casamata que trata sobre la relación de Cartagena y el Mediterráneo, donde su puerto destaca por ser uno de las más estratégicos de este mar, de hecho, lo ha sido desde la fundación de la ciudad por los cartagineses en el siglo II a.C. Además, vemos en las paredes fotos de las obras de rehabilitación y reconstrucción del fuerte que comenzaron en el año 2005.

Accedemos a la siguiente sala donde una gran maqueta representa el puerto de Cartagena tras la ejecución del Plan O'Donnell en el año 1865, nos muestra las reformas de las fortalezas existentes y la construcción de nuevas que hace de él un lugar de primer orden, inexpugnable. Además, nos vamos dando cuenta de que cada casamata está cubierta por bóvedas a prueba de bomba cuya particularidad veremos después en la terraza.

En la siguiente casamata, de nuevo otra maqueta nos hará entender el alcance que tuvieron los proyectiles y navíos durante su evolución desde el siglo XVI hasta el siglo XIX. Incluso nos damos cuenta cuán obsoletos se quedaron los armamentos de las fortificaciones modernizadas según el plan O'Donnel, viendo sobre ella el alcance de los nuevos misiles. Las estancias están comunicadas entre sí de cuatro en cuatro, en medio se sitúa el polvorín donde se almacenaban los proyectiles y pólvora necesarias para los cañones. Es curioso verlo sin restaurar, y es que se ha mantenido así como testigo del estado en que se encontraba la edificación antes de ser restaurada.

Llegamos a la sala que contiene un cañón original datado de principios del siglo XIX, cuya característica es que es de carga delantera y poseer un interior liso. Es muy curioso comprobar que, a pesar del gran peso del cañón, con un sencillo empujón puedes moverlo dibujando un semicírculo, este mecanismo tiene la función de facilitar su carga. Aquí se exponen además diversos artilugios necesarios para la carga y limpieza del cañón.

Como hemos comentado, las casamatas se comunican entre sí de cuatro en cuatro, pues bien, en esos pasos se encuentran enfrentados dos nichos cuya función era la de contener en uno una carga mínima de pólvora, y en el otro las balas para su uso inmediato.

En otra casamata se habla sobre la historia y arquitectura del fuerte mediante una maqueta del mismo. Pasamos a la siguiente donde se nos describe cómo era el día a día de los soldados y oficiales. Aquí podemos ver objetos originales de la época, como un sable, la antigua puerta de entrada al fuerte, entre otros. Además, se recrea el despacho de un oficial y se nos muestra en una vitrina cómo era el uniforme del artillero.

Hemos finalizado la visita de las casamatas y ahora nos disponemos a visitar las estancias complementarias como las letrinas y la cocina, situadas en la planta superior, y para ello podemos ascender por la rampa de acceso o por una escalera de caracol. La cocina estaba compuesta por un despensa y dos hogares para la preparación de los escasos alimentos que tomaban los soldados. Sin embargo, es muy curioso comprobar que no disponían de comedor y la tropa, con plato en mano, tomaba asiento en cualquier lugar del fuerte para poder comer.

En 1846 mediante el reglamento de Sanidad Militar se pretende establecer una serie de medidas sanitarias en los edificios militares nuevos o ya existentes. De esta manera se generalizaron la construcción de letrinas para la tropa. Hay que tener en cuenta que, hasta la fecha, la tropa no tenía un lugar donde hacer sus necesidades, incluso después de ese reglamento el aseo personal de los soldados brillaba por su ausencia.

Ya en la terraza podemos ver las características de las bóvedas, que hemos comentando antes, al disponer sobre ellas un relleno de tierra de más de dos metros de espesor para proteger a las casamatas del impacto de los posibles proyectiles que pudieran llegar hasta aquí.

Señalar que los muros que cierran el fuerte por su parte trasera están aspillerados para poder emplazar el fuego de fusilería y defender así al fuerte de un ataque por tierra. En la zona superior, vemos también las ruinas de una torre. Se trata de una construcción hexagonal de piedra y ladrillo que se ha datado a finales del siglo XVI.

Desde aquí arriba tenemos la posibilidad de hacernos una foto divertida, aprender más sobre los alrededores del puerto de Cartagena y disfrutar de sus maravillosas vistas.

Abandonamos el fuerte con un buen sabor de boca, aprovechamos para ver los faros que cierran la boca del puerto cartagenero, el rojo, situado junto al fuerte es el faro de Navidad; al otro extremo se encuentra el faro verde conocido como la Curra, se dice que el ingeniero que lo construyó, que era gaditano, le puso el nombre de su mujer para contentarla. Estos faros también los veremos durante la travesía del barco turístico.

Prácticamente desde la salida del fuerte de Navidad hasta que llega el barco no pasan ni 10 minutos, con lo que apenas hay que esperar puesto que el recorrido guiado está diseñado para terminar justo cuando el barco se aproxima hasta el embarcadero proveniente de los alrededores del Arsenal militar. Dicho esto, nos volvemos a subir al catamarán, y dejamos detrás de nosotros el imponente fuerte.

Nuestro pequeño crucero bordea la zona de la punta de La Podadera, donde se sitúa la batería de San Juan de la Podadera, una de las más antiguas de la costa cartagenera, estando datada de finales del siglo XVII, cuando el duque de Veragua, Pedro Colón de Portugal, ordenó su construcción. Dada la importancia estratégica del enclave, la edificación se reformó en varias ocasiones, siendo las obras de finales del siglo XIX las que le dieron su aspecto actual.

Nos acercamos levemente hacia la zona de la Algameca. Como curiosidad destaca el tema del famoso oro de Moscú que se almacenó en un polvorín de esta zona antes de partir hacia la antigua URSS. El 25 de octubre de 1936 zarparían desde el puerto de Cartagena los buques soviéticos Kine, Kursk, Neva y Volgoles, con 510 toneladas de oro español que, finalmente, la URSS hizo suyo en concepto de cobro por la ayuda militar prestada al bando republicano durante la Guerra Civil.

Llegamos ahora a la importante zona comercial e industrial de Escombreras, el punto del mini crucero más alejado de la ciudad. Desde aquí el barco se da la vuelta y se dirige hacia la batería de Trincabotijas y, estando en lo más alto de la montaña, la batería de san Julián. En esta zona se encuentran grandes barcos atracados.

Ponemos rumbo de nuevo al puerto y en nuestro camino seguimos conociendo las distintas fortificaciones de defensa de la bahía incluso se puede ver a lo lejos el parque Regional del Monte Roldán, la Muela y cabo Tiñoso. A los pies del cabezo de San Pedro vemos la batería de Santa Ana. Sus orígenes hay que buscarlos a finales del siglo XVII, pero fue reformado dándole su aspecto actual a finales del siglo XIX.

La siguiente batería es la de San Isidoro y Santa Florentina. Sus orígenes se remontan al siglo XVIII, cuando se trataban de dos baterías diferentes, de ahí su nombre. Esta construcción tampoco escapó a la reforma, conforme al plan de Defensa de 1860, y su aspecto actual se lo debemos a la ampliación de finales del siglo XIX. Cerca del muelle de la Curra se sitúa la batería de San Leandro, también del siglo XVIII y reformado en el siglo XIX dándole su fisionomía actual.

En este punto ponemos dirección de nuevo al interior de la bocana. Ya estamos en el puerto, nos dirigimos ahora a dar una breve vuelta por el puerto de los pescadores, desde aquí obtenemos una bonita panorámica del Castillo de los Moros. Inmediatamente después ponemos rumbo al puerto deportivo y finalmente al lugar de origen que dio comienzo a nuestra pequeña aventura, el muelle de Alfonso XII y más concretamente atracaremos en las escaleras enmarcadas con dos pillares que simbolizan las dos civilizaciones que dan la razón de ser a Cartagena: Roma y Carthago.

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