GERONA (GIRONA)

BASÍLICA DE SAN FÉLIX


La basílica de san Félix, dedicada a san Narciso, es la iglesia más antigua de Gerona y una de las más venerables de Cataluña, ya que conserva los primeros testimonios de la presencia del cristianismo en la ciudad. Aquí en época romana había una necrópolis que se extendía a las los pies de las murallas de la ciudad y junto a la Vía Augusta. Por tanto, la basílica se construyó sobre un cementerio, más concretamente se cree que se levanta sobre la tumba o martyrium de san Félix quien vivió durante el siglo IV y sufrió martirio durante la persecución del emperador romano Diocleciano aproximadamente en el año 305. Gracias a que la fama del santo creció, se multiplicaron los enterramientos cerca de su tumba, es por eso que aquel lugar se convirtió en el primer punto cristiano de la ciudad.

De las edificaciones anteriores sabemos muy poco, en las excavaciones arqueológicas de 2010 se localizaron fragmentos de muro correspondientes a la iglesia de la antigüedad tardía y restos de enterramientos. La construcción de la iglesia actual se inició a finales del siglo XII y principios del XIII. A lo largo de los siglos la basílica estuvo expuesta a los efectos de los numerosos sitios. Es por eso que presenta elementos defensivos en su exterior, como almenas bajo el tejado, las troneras desde donde se disparaban las flechas o el matacán para defender las puertas. En el siglo XIV se destruyó su claustro, del cual sólo han sobrevivido unas arcadas góticas que actualmente decora el exterior del portal de acceso, datado en la segunda mitad del siglo XIII, en cuyo tímpano podemos ver una pintura en la que se representa a la Virgen y a los santos Narciso y Félix.

Su esbelto campanario de estilo gótico comenzó a levantarse en el siglo XIV y fue finalizado en el XVI destaca entre los tejados de la ciudad característica silueta truncada, constituyendo una estampa muy reconocible de Gerona. Bajo la torre se alzó en el siglo XVII la fachada principal barroca con cara estrecha en el que se conserva un rosetón y otros elementos góticos. Este lado de la catedral tiene otro elemento característico que son sus escaleras que nos recuerda, inevitablemente, a las de la catedral.

Nos encontramos ya en el interior de la basílica para iniciar nuestro recorrido por ella, así comenzamos en la capilla de santa Ana, construida entre los siglos XIV y XVI que sirve como Bautisterio, como así lo revela la pila bautismal gótica situada en el centro de la capilla, realizada en una solo pieza de piedra caliza de Gerona. Aquí también hubo un altar dedicado a santa Ana, la madre de la Virgen, aunque actualmente vemos una imagen del siglo XX. Los capiteles contienen animales fantásticos, motivos vegetales y escenas de lucha. En la clave de la bóveda principal de esta capilla se representa de nuevo a santa Ana, mientras que la clave más cercana a la reja vemos a san Félix con una muela de molino atada al cuello: según la leyenda, este santo fue arrojado al mar con una gran piedra al cuello, pero milagrosamente flotó y no se hundió.

Nos dirigimos al centro de la nave para aprender más sobre la basílica. El templo se construyó a finales del siglo XII, cuando entonces se levantó el ábside semicircular, el transepto, los muros perimetrales y los pilares y arcos de medio punto entre la nave central y las laterales, dando un aspecto de firmeza a la zona baja del edificio. La cubierta de la nave central debió ser originalmente de envigado de madera, la cual fue cambiada en el siglo XIV por la bóveda de crucería gótica, en cuyas claves se muestra a Cristo en majestad, los escudos heráldicos del conde de Barcelona y de la ciudad, el martirio de san Félix, la Virgen, etc.… Los dos tramos más occidentales de la nave fueron finalizados en el siglo XV, tal y como lo anuncian las dos últimas claves de bóveda, donde se puede ver a san Sebastián y a san Narciso pintados en vivos colores.

Hasta el siglo XIX la iglesia de san Félix fue una colegiata, es decir, la sede de un cabildo de canónigos vinculado al de la catedral de Santa María. Muchos de aquellos, a partir de la baja Edad Media, y junto a otros miembros de la parroquia, fueron enterrados en las tumbas que llenan el pavimento de la iglesia. Por su parte, el coro para el rezo de los canónigos, destruido durante la Guerra Civil Española, estuvo situado a los pies de la nave central, entre cuatro pilares, entre los cuales, el segundo arco a la izquierda revela el lugar donde estaba instalado el órgano.

Nos aproximamos ya a la base del campanario de la iglesia donde se sitúa la capilla de los santos Ángeles, levantada en la segunda mitad del siglo XIV. La preside una de las imágenes más notables del arte gótico en España, un Cristo yacente, el cual formaba parte de un grupo completo dedicado al Santo Entierro, finalizado por el probablemente normando Aloi de Montbrai por Pascua de 1350 (lo que queda de esas figuras se encuentran al fondo de la capilla). El Cristo mantiene toda la calidad de sus acabados, el tratamiento de la anatomía es un de gran realismo, poco frecuente en aquella época.

Los ojos, la boca entreabierta, la barba o la blancura del alabastro con sus vetas que insinúan las venas bajo la piel, transmiten el dramatismo del cuerpo de Cristo muerto en el sepulcro. Si ahora miramos hacia arriba de la capilla, en la clave de la bóveda principal se encuentran esculpidos, según un diseño del pintor Guillem Borrasà, los arcángeles Miguel que está matando al dragón y Gabriel que porta unos lirios en la mano; la otra clave de bóveda muestra el escudo heráldico del patrocinador de la capilla, de la familia Escala.

La siguiente es la capilla de la Pasión y Muerte construida hacia el 1665, con la finalidad de hospedar el Sagrario de la parroquia, aunque veinte años después fue transferida a la cofradía de la Pasión y Muerte de Jesús, una de las más antiguas de Gerona y donde todavía tiene su sede. La reja de forja que la cierra la capilla data de 1789, mientras que el Cristo situado al fondo es del año 1939, imagen que preside, en años alternos, la procesión del Santo Entierro del Viernes Santo.

La capilla fue completamente reformada en 1925 por el arquitecto modernista gerundense Rafael Masó, quien también diseñó la gran lámpara de hierro forjado que cuelga en el centro de la estancia. El zócalo, las columnas adosadas y los capiteles de cerámica oscura, inspirados en motivos románicos, contrastan con los muros blanco, lo que hace que resaltar la estructura del espacio, rehabilitado en el año 2011. Es aquí donde se celebra el culto diario de la basílica y, como en su finalidad primigenia, es la reserva de la Eucaristía, por ello es un lugar que invita al silencio, a la contemplación y a la oración.

Salimos de aquella y nos aproximamos a la siguiente: la capilla de San Narciso, santo que, según la tradición, fue obispo de Girona y que murió tras sufrir martirio, como san Félix, durante la persecución del año 305. Las primeras noticias de su culto datan del siglo XI, aunque con el tiempo su veneración, especialmente durante las calamidades bélicas que sufrió Gerona, particularmente durante los diferentes sitios provocados por el ejército francés, fue creciendo hasta convertirse en el patrón de la ciudad. También era habitual convocar al santo ante las frecuentes inundaciones que provocaba el rio Oñar antes de ser canalizado. El 29 de octubre, día de su onomástica, es tradicional repartir algodón bendecido en esta capilla para aliviar el dolor de oídos.

A finales del siglo XVIII, el obispo Tomás de Lorenzana decidió levantar una nueva capilla para que el sarcófago con las reliquias del santo contara con un espacio más digno y así favorecer su veneración. Para ello se ocupó una zona ancha situada al norte de la iglesia, donde antaño se levantaba el claustro del siglo XIV y la capilla del Santo Entierro. Tanto por la notable dimensión con que cuenta la capilla, como por su diseño y decoración, es el espacio arquitectónico del barroco final más interesante de toda la diócesis.

La nave de la capilla está formada por dos elipses, adquiriendo un gran dinamismo que recuerda la arquitectura barroca romana, acentuándose aún más por los mármoles y jaspes que recubren los muros. Este diseño es atribuido al prestigioso arquitecto madrileño Ventura Rodríguez, quien tuvo relación con el obispo Lorenzana. La capilla se construyó entre 1782 y 1792, aunque durante los dos años siguientes se pintó en la bóveda diferentes escenas, entre las que está la del martirio de san Narciso, situado justo encima del altar. Esas obras fueron realizadas por los reconocidos pintores del último barroco y neoclasicismo catalán Manuel Tramulles y Joan Carles Panyó.

La urna de plata que contiene las reliquias del santo fue realizada por el orfebre Josep Puig en el año 1800. Se encuentra sobre un conjunto de altar y baldaquín con columnas de mármol y granito de la misma época. Sobre ella se encuentra la imagen del santo realizada alrededor del 1940.

En los laterales de la capilla vemos dos sepulcros: uno de 1880, situado a la derecha de la nave, que contiene los restos del general Álvarez de Castro, defensor de la ciudad durante el sitio napoleónico de 1809; y el otro, a la izquierda y esculpida en el año 1925, alberga los restos de algunas mujeres que formaron parte de la llamada Compañía de Santa Bárbara, quienes lucharon para defender la ciudad en el mismo sitio de 1809.

Llegamos ahora a la zona del transepto, más concretamente al brazo norte del mismo, el cual pertenece a los primeros momentos constructivos de la iglesia. Aquí podemos ver tanto testimonios medievales como modernos referentes al culto de san Narciso: en la pared, suspendido, se encuentra un simple sarcófago del siglo XIII que contuvo las reliquias del santo, el cual fue sustituido por otro sepulcro gótico que vemos ante nosotros, completado en alabastro por el maestro flamenco Juan de Tournai en 1328.

En este sepulcro se encuentra, en la zona superior, la escultura yacente de san Narciso vestido con los ornamentos episcopales, manteniendo los ojos cerrados y las manos cruzadas sobre el vientre, en contra de lo que era habitual en la época, ya que los difuntos se representaban con los ojos abiertos y las manos en actitud de oración.

La cara frontal del sepulcro muestra relieves de alabastro esculpidos sobre un fondo vidriado de color azul y rojo, en las que se representan escenas de la vida de san Narciso: empezando por el lateral, donde se encuentra la cabeza de santo, se ve a san Narciso predicando desde el púlpito; ya en la parte frontal vemos la predicación a santa Afra y sus compañeras, la conversión de todas ellas, la escena central corresponde a la misa durante la cual san Narciso fue martirizado, el bautizo de santa Afra y sus compañeras, y finalmente la expulsión por parte de san Narciso de un ser maligno con forma de monstruo.

En todas esas escenas el santo está acompañado de un diácono que la tradición popular identificó con san Félix. La narración se completa en el otro lateral, a los pies del santo, donde se representa su entierro. Además de los sepulcros, en este espacio también destaca, en el otro muro, una gran tela que data alrededor de 1675 en el que se representa el “Milagro de las moscas”, el más famoso y popular de los que se atribuyen a san Narciso y, a la derecha, una escultura de madera del santo de principios del siglo XVI.

Así llegamos al punto neurálgico de la iglesia, protegido por unas rejas de forja datadas en el siglo XIV, y seguramente el lugar donde fue enterrado el mártir Félix, donde se sitúa el Altar Mayor. Este altar, probablemente del siglo XIV, está compuesto por un bloque monolítico, constituyendo una de las tres aras medievales más grandes de la diócesis. Justo detrás se sitúa el retablo mayor que contiene una serie de tallas de inicios del siglo XVI que representan a la Virgen con el Niño y los Doce Apóstoles, reconocibles por sus atributos: san Pedro con sus llaves, san Pablo con la espada, Santiago vestido de peregrino, etc… las dos grandes imágenes de san Narciso y san Félix flanquean el presbiterio fuera de la reja.

Todo ese conjunto formaba parte de un gran retablo que tenía una altura casi tan elevada como los ventanales que vemos, también incluían seis grandes pinturas con escenas de la vida y el martirio de san Félix, realizadas por el pintor Joan de Borgunya a principios del siglo XVI. Aquel retablo fue desmontado durante la Guerra Civil Española, quedando bajo custodia las pinturas y otros elementos en el Museo de Arte de Girona. Así pues, con las tallas principales y los Apóstoles se realizó en 1943 el actual retablo que cuenta con dimensiones mucho más modestas, lo que permite ver la elevación del ábside y sus ventanales góticos con vidrieras (en el central vemos, de nuevo las imágenes de María, san Narciso y san Félix), instalados entre 1945 y 1946.

Bajo los ventanales podemos ver la galería o triforio que recorre toda la nave central de la iglesia. Aquí se encuentran diferentes capitales románicos datados de alrededor de 1200, procedentes de una estructura anterior a la de hoy. En la apertura triple central de la izquierda, vemos uno de ellos en el que se representan escenas del martirio de san Narciso. Aun así, el rango más singular de este presbiterio está empotrado en sus muros: los sarcófagos romanos y paleocristianos más importantes de toda la península Ibérica. No se sabe con exactitud cuando fueron incorporados los ocho sarcófagos de mármol al muro. Uno de ellos data del siglo III d.C., los siete restantes son de principios del siglo IV, procedentes de los mismos talleres romanos de donde se hicieron algunos de los frisos del arco de Constantino.

En ellos vemos reflejados temas netamente cristianos realizados en un contexto de eclosión religiosa en la cultura romana, siendo además las manifestaciones más importantes y tempranas del cristianismo en la ciudad de Gerona. Esto demuestra que ya a principios del siglo IV, poco después del martirio de san Félix, ya existía en la ciudad una comunidad importante de cristianos organizados, algunos de cuyos miembros era tan ricos como para permitirse estos sepulcros con ricas decoraciones para después ser colocados cerca de la tumba del santo. Merece la pena detenerse en cada uno de estos sarcófagos, comenzando por la parte izquierda.

Las escenas que contienen se leen de derecha a Izquierda. Así comenzamos con el sarcófago situado en la parte superior, el cual puede ser datado en el año 310. En él se esculpió la historia de la casta Susana, un relato del Antiguo Testamento, contenido en la versión griega del Libro del profeta Daniel. En la primera escena Susana pasea entre árboles, cuando es perseguida por dos ancianos que solicitan sus favores, como se niega, ellos la acusan de adulterio y la conducen hasta la casa de su marido Joaquín, parte representada con unas columnas y un frontón.

En la siguiente, Susana es juzgada delante del todo el pueblo y finalmente condenada por la declaración de los dos ancianos que se encuentran sentados delante de ella. Pero el joven Daniel, inspirado por Dios, declara por la inocencia de Susana, dejando en evidencia a los dos ancianos y absolviendo a la mujer poniéndole la mano sobre la cabeza. En la escena final, los dos ancianos son conducidos al suplicio por su pecado. Esta historia fue usada por los primeros cristianos para expresar que Dios salva a los justos de cualquier peligro, más aún cuando son acusados injustamente. De igual modo, el difunto espera salvarse de la condena y superar con éxito el Juicio Final confiando en la justicia y en la gracia de Dios, como le pasó a Susana.

El sarcófago inferior, también de procedencia romana y datado entre los años 315 y 325, aunque no presenta una decoración con temática cristiana, muestra una orientación parecida al anterior. El él vemos, mediante la yuxtaposición de diferentes escenas, una cacería de leones: diferentes hombres, vestidos al estilo militar, a caballo y a pie portando armas persiguen a diversos leones, tanto hembras como machos. Se trata de un tema muy recurrente en la antigüedad para simbolizar la lucha del hombre contra la muerte y habitual en contextos funerarios. En el centro de la escena, un jinete podría representar de manera simbólica al difunto, acompañado de una figura femenina que podría ser la diosa de la caza Diana, o una alegoría de la virtud, como cualidad del fallecido.

Al otro lado de la puerta, el sarcófago superior es de entorno al año 310, contando con una estructura muy habitual de friso continuado, hecha de escenas continuas, de tal manera que la división de las mismas se organiza con los personajes dándose las espaldas. De izquierda a derecha vemos las siguientes escenas: san Pedro hace brotar agua de una roca para dársela a los sedientos soldados que le han detenido, a continuación, Jesucristo cura al paralítico, representado más pequeño y en primer plano, llevando la camilla a cuestas, después vemos a Cristo haciendo el milagro de la multiplicación de los panes y peces, al lado Cristo cura al ciego de nacimiento poniéndole las manos en los ojos.

Seguidamente, en la escena central, vemos una mujer en actitud orante, quizás una alegoría del difunto o un símbolo de la Iglesia que reza por todos sus hijos. En la siguiente escena Jesucristo resucita a un difunto, le sigue la negación de Pedro, con el gallo en los pies mientras se señala la boca, después vemos una persona pisando un león y a una serpiente, que hace referencia al versículo del Salmo 91. Finalmente, el friso acaba con el sacrificio y posterior salvación de Isaac a manos de su padre Abraham.

El sarcófago de la parte inferior, realizado entre el 315 y el 325, se organiza del mismo modo que el anterior. Se conoce como sarcófago de san Félix porque hasta la Guerra Civil, y situado en el altar mayor, contenía las reliquias de aquel santo. Muchas de sus escenas son iguales a las comentadas anteriormente: el milagro de la fuente de san Pedro, captura de éste por los soldados, la curación del paralítico, la negación de Pedro, el milagro de las bodas de Caná, donde Jesús convierte en vino el agua de las tinas que se encuentran en primer término. Le siguen los episodios de la curación del ciego y la multiplicación de los panes y de los peces y finalmente, la última escena cuenta la resurrección de Lázaro por parte de Jesús, cuya tumba es representada como un templete funerario romano, donde estaba la figura de aquél, actualmente perdida. El mensaje de la decoración de este sepulcro es evidente: la esperanza de la resurrección.

Pasamos ya al muro de enfrente, cuyo sarcófago superior, datado entre los años 315 y 325, cuenta también con estructura de friso continuado, repitiendo también escenas que ya hemos visto anteriormente: detención de Pedro, curación del paralitico, milagro de los panes y los peces, curación del ciego, negación de Pedro y milagro de la fuente. Si bajamos la vista un poco más, antes de llegar al sarcófago inferior, vemos una pequeña losa de mármol con una inscripción en latín: se trata de la lápida funeraria del obispo Servus Dei de Gerona que murió en el año 906, lo que constituye el testimonio más antiguo de un entierro de un obispo en esta ciudad. La lápida fue trasladada hasta aquí desde el templo anterior, lo que refuerza la idea de que aquí estuvo la primera iglesia episcopal de Gerona.

En la parte inferior vemos otro sarcófago de alrededor del año 310 que introduce otro tipo de decoración muy típico entre los siglos III y IV, consistente en ondas que dan aspecto de sereno movimiento geométrico, técnica conocida como decoración con “estrígilos”. En la zona central, dividiendo los dos campos de ondas o S, vemos una figura femenina en posición orante, que de nuevo puede representar la personalidad del difunto o la Iglesia orando. En cada extremo se sitúan dos escenas que repiten la figura del Buen Pastor, la cual es una alegoría de Cristo que cuida su rebaño hasta el punto de dar la vida por él.

Al otro lado de la puerta que divide en dos el muro vemos, en la zona superior otro sarcófago, datado hacia el año 310, que también cuenta con una decoración con estrígilos. En este caso, las ondas separan tres escenas, las dos de los extremos ya las hemos conocido: a la izquierda la captura de Pedro y a la derecha la curación del ciego. En la parte central vemos un hombre en actitud orante, que quizás represente al difunto, acompañado de otras dos figuras masculinas, quizás apóstoles.

Por su parte, el sarcófago situado en la zona inferior es el más singular de todos, es fácil comprobar que el estilo que presenta es diferente al resto, incluso está esculpido en mármol procedente de la isla griega de Paros. Está datado alrededor del año 230, lo que le convierte, además, en el más antiguo de todos. A diferencia del resto, como decimos, su decoración representa un tema mitológico pagano, el Rapto de Proserpina, hija de Júpiter y Ceres, por parte de Plutón, dios del infierno. Las escenas se leen de izquierda a derecha, así, en la primera escena vemos a Ceres, diosa de la agricultura que, subida en un carro tirado por caballos y portando una antorcha, busca desesperadamente a su hija.

En la siguiente Plutón alarga el brazo para capturar a Proserpina, que se encuentra acachada, bajo la mirada de Minerva y Júpiter. Finalmente, el dios de los infiernos atrapa a Proserpina, quien se encuentra desmayada entre los brazos de aquel, subidos en su carro que está guiado por Mercurio. Con este mito se explicaba por aquel entonces el ciclo de la naturaleza: renacida y plena en primavera y verano (cuando Proserpina regresaba con su madre) y triste y decaída en otoño e invierno (cuando volvía con Plutón). La alusión al renacimiento de la vida y al ciclo natural era también, visto desde el prisma del paganismo romano, muy conveniente en un contexto funerario.

Finalizada la visita al presbiterio, nos dirigimos ahora al transepto sur el cual, al igual que el brazo norte, pertenece al planteamiento original de la plata de la iglesia, pero aquí, a diferencia del otro lado, se optó por alzar el muro este con dos absidiolos, es decir, dos espacios semicilíndricos destinados a albergas altares, aunque antaño esta zona llegó a tener cuatro altares. Hoy están dedicados a la Virgen del Remedio, san José, san Salvador de Horta y san Agustín, aunque las claves de bóveda son reminiscencia del culto más antiguo a san Esteban y a la santa Cruz.

Avanzamos un poco y llegamos a la última capilla, construida en el año 1351 por el maestro Pere Capmagre, uno de los arquitectos de la nave de la catedral de Gerona. Esta capilla, aunque había tenido el título de la Virgen de Gracia y de la Trinidad, no posee ningún resto de esa dedicación. Hoy en día acoge un altar del siglo XX presidida con la imagen del Corazón de María.

Quizás la pieza más destacable esté a la izquierda de la capilla, donde vemos un sarcófago medieval de grandes dimensiones del año 1214, que acogió los restos del noble Guillem Arnau de Sitjar y su hija Arnaleta. Su cara principal presenta una escena en la que vemos, sobre un fondo de estrellas, dos ángeles que sostienen un disco central, el cual contiene la imagen del cordero de Dios rodeado de rayos solares. La escena está enmarcada con una inscripción que alude a los difuntos, mientras que en la tapa se observan unos escudos con tres estrellas correspondientes a la familia Sitjar, una de las más importantes de aquella época. Antaño, este sarcófago se encontraba en el exterior de la puerta de entrada, donde hoy podemos ver una réplica exacta.

Terminada la visita al interior de la iglesia de san Félix, nos vamos al exterior donde vemos, cerca de la puerta gótica, un monumento dedicado a la leyenda de la huella de san Narciso. Según la tradición popular san Narciso llegó a Gerona a finales del año 304 junto a su diácono, san Félix. Al poco tiempo, en el 305 fijó su residencia en la ciudad, en lo que hoy es la calle del Pou Rodó y la calle de las Mosques. El cristianismo iba ganado adeptos, lo que era visto por los gobernantes del Imperio Romano como una amenaza, por lo que se empezaron a perseguir a los cristianos.

En una de esas persecuciones san Narciso ideó un plan para despistar a sus perseguidores: huyó de su casa saliendo por la ventana, pero se le ocurrió la idea de dejar una huella en el sentido inverso, es decir, dejar una pista insinuando que había entrado en la casa. Al llegar allí los romanos, éstos vieron la huella y comenzaron a buscar y rebuscar todos los rincones de dentro de la casa, danto tiempo así para que san Narciso pudiera esconderse bien lejos. Desde entonces la huella ha permanecido en el alféizar de la ventana de aquella casa en el número cinco de la calle del Pou Rodó, junto al monumento dedicado a aquella Santa Huella.

Y así, entre leyendas, llegamos a la Plaça de Sant Feliu situada a los pies de la basílica. En origen este terreno estaba ocupado por una necrópolis romana de la zona norte de la ciudad que tuvo una larguísima utilización. En ella se levantaba unas tumbas monumentales la época de Augusto y, casi encima de la roca viva, unas tumbas de inhumación del Alto Imperio, las cuales son, cuanto menos, sorprendentes puesto que lo habitual en la época era la cremación. Las últimas sepulturas localizadas datan de la época del Bajo Imperio. Más recientes fueron los restos de unas estructuras muy bien conservadas de casas medievales, con superposiciones complejas de muros y pavimentos, además de contener diferentes utensilios de uso cotidiano, especialmente cerámicas.

En esta plaza se sitúa la famosa columna románica con una leona encaramada, justo antes de comenzar la carrer dels Calderers, donde originalmente se encontraba, más concretamente a la altura del número 19. Allí se encontraba el hostal de la Leona, que funcionó durante le Edad Media y Moderna. Se situaba estratégicamente en la entrada a la ciudad desde Francia. Como la escultura no estaba a demasiada altura, la gente comenzó a ponerse de puntillas para alargar el brazo y así poder tocar con la mano el culo de la leona. Con el tiempo, el rito de tocarle o besarle el culo se convirtió en una especie de bautizo para todos aquellos recién llegados que se inscribían en el censo de la ciudad. Dicho ritual iba acompañado del dicho “no es buen ciudadano de Gerona, quien no ha besado el culo a la leona”. Aunque el animal que vemos es un león, esto no impidió cambiarle el sexo para que así leona rimara con Gerona. La que aquí vemos, ataviada con su correspondiente escalera para hacer más fácil cumplir con la tradición, es una copia de 1986, la original se encuentra en el Museu d’Art de Girona.

Esta plaza salva el desnivel del rio Oñar gracias al más nuevo de los cinco puentes peatonales que cruzan el río, el pont de Sant Feliu. Fue construido en el año 1995 por los arquitectos Antoni Blàzquez, Lluís Guanter y Pere Solà. Para muchos turistas y visitantes cruzar este puente constituye el inicio de su visita al Barri Vell de la ciudad, ya que cerca se encuentran los aparcamientos de turismos y autobuses, junto al parque de la Devesa. ¡Y que mejor manera de comenzar la visita que desde este puente! Desde él se obtiene la perspectiva más típica de Gerona con las casas sobre el río Oñar y las torres de san Feliu y la Catedral más allá. Además, es un excelente punto de observación del propio río y su fauna. De noche la estampa cambia radicalmente: las fachadas de san Feliu y de la catedral se iluminan, mientras que el puente posee su iluminación en la parte inferior, junto al suelo, que le da al conjunto un aspecto realmente asombroso.

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