GERONA (GIRONA)

UNA ESTAMPA CINEMATOGRÁFICA


La posición de esta catedral, en un lugar elevado y dominando toda la ciudad, tiene su origen en época romana, cuando en el solar del actual templo se encontraba la plaza del foro romano, donde a su vez, se levantaba un templo de culto del siglo I de nuestra era. Algunos de los elementos arquitectónicos del antiguo foro se añadieron a la catedral románica posterior. En definida, el culto cristiano arraigó pronto en Gerona, como así lo demuestra el hecho de que el primer obispo de la ciudad está documentado en el 516. La primera iglesia cristiana, sin embargo, no sustituyó inmediatamente al templo romano del foro, el cual fue utilizado para el culto cristiano sólo a partir del siglo V. Tras la invasión musulmana de Gerona en el 717 y la posterior reconquista cristiana en el 785, se llevó a cabo una reorganización urbana que dio forma a la ciudad medieval, momento en que el antiguo templo romano, dado que no hay constancia de una edificación nueva, se convirtió en la catedral de santa María.

A principios del siglo XI, el obispo Pere Roger (hermano de la condesa Ermessenda) construyó una nueva catedral en estilo románico, un palacio episcopal y una nueva residencia para los canónigos. Hasta el siglo siguiente no se terminaron elementos como el campanario (conocida como torre de Carlomagno), la ornamentación de las puertas, el claustro y otras construcciones asociadas. Aquella catedral, de una única nave, se cree que tuvo una longitud total de sesenta metros y catorce de anchura exterior. Este templo se utilizó hasta el siglo XIV, cuando se constató que se quedó pequeño para las necesidades de una catedral. Actualmente, de ese templo románico, se conservan: la torre de Carlomagno, usada como contrafuerte para la nave gótica y que conserva la decoración típica del románico lombardo, el claustro, los sótanos y la sacristía, la cual es hoy una capilla.

En el año 1312, debido a que el espacio de las celebraciones litúrgicas se quedó pequeño, se decidió edificar una nueva cabecera de la catedral, con nueve capillas radiales. En el 1355 el presbiterio estaba totalmente terminado, en ese momento empezó a hacerse patente la necesidad de un templo nuevo, más adecuado a una ciudad cuya población se multiplicó por entre diez y doce veces con respecto al siglo XI. Así en 1386 se acordó construir una nueva catedral gótica de tres naves, lo que provocó diversas potestas de algunos canónigos partidarios de la nave única. Finalmente se decidió la nave única, las obras avanzaron muy lentamente, hasta el punto en que finalizaron en el año 1606. Sin embargo, en ese mismo año se colocó la primera piedra de la fachada actual.

De nuevo las obras de la fachada fueron muy lentamente, finalizando definitivamente en torno al año 1960. Entre 1961 y 1962 se instalaron en las hornacinas las esculturas monumentales, las cuales fueron obras de los escultores locales Josep M. Bohigas, Antoni Casamor, Jaume Busquets y Domènec Fita. Por otro lado, la construcción del campanario, en sustitución de uno de los antiguas campanarios de la catedral románica, comenzó en 1580. En 1607 se instalaron las campanas en esa torre que aún no había alcanzado el nivel de la cornisa. En 1751 se acordó seguir la construcción del campanario y levantar el octógono irregular que lo corona, hecho que se efectuó en 1764, cuando también se ordenó la realización de un ángel para culminarlo, el actual es una réplica de 1967. El campanario tiene una altura de 67 metros y contiene seis campanas, entre las que se encuentra Beneta o Bombon de 1574.

Por su parte, en la fachada sur encontramos la Porta dels Apòstols (como su precedente románico, la catedral actual tiene tres puertas principales abiertas al norte, poniente y sur) que ofrece un aspecto más esbelto que antes de las reformas terminadas en 1975, en las cuales se siguieron un antiguo proyecto atribuido a Guillermo Morey (1366). La puerta estaba protegida por un tejado, el cual fue sustituido por las arquivoltas. La arquería inferior corresponde con la obra original trazada a partir de 1370. Algunas de las ménsulas probablemente fueron realizadas por Guillem Morell en 1381, otros elementos, como las del ángel músico que se encuentran repetido en varias partes de la catedral, han hecho pensar a los expertos que se trata de una obra del gran escultor cuatrocentista Pere Johan. La estructura de la puerta, formada por la gradación de arquivoltas apuntadas, en origen se encontraban decoradas con imágenes de terracota de los doces apóstoles realizadas por Antoni Claperós entre 1458 y 1460, mientras que en su tímpano se encuentra el relieve de la Asunción, realizado por Joan Claperós, hijo de Antoni.

Durante la Guerra Civil Española se perdieron diez figuras, cuando se fragmentaron al ser desplazadas por la Comisión de Patrimonio de la Generalidad de Cataluña, salvo las de San Pedro y San Pablo, que actualmente se encuentran en la entrada de las Salas Capitulares de la Catedral. Delante de la puerta se abre la Plaça dels Apòstols, ocupada antaño por hogares del clero capitular y un cementerio que fueron derribados en el primer tercio del siglo XVI. Esta plaza se encuentra situada en parte sobre una cisterna, la cual cuenta, en la parte baja, con una fuente presidida por la Virgen de la Pera y un pozo situado a pie del campanario.

En definitiva, el nuevo templo gótico tiene unas medidas de veintitrés metros de ancho y treinta y cinco de alto, con esa dimensión se trata de la iglesia de nave única más ancha de la arquitectura gótica del mundo, siendo sólo superada por tres metros por la nave central de la basílica de san Pedro del Vaticano. Nos disponemos a visitar su interior, donde lo primero que vemos son unas maquetas que explican la evolución que tuvo el templo a lo largo de los siglos y que ya hemos explicado anteriormente.

La primera impresión que tuvimos al acceder a su interior es de inmensidad, sorprende muchísimo su tamaño debido a los casi veintitrés metros de su nave única, lo que permitió la apertura de grandes ventanales decorados con hermosas vidrieras, las cuales abarca varios siglos, de hecho, en el muro norte se encuentra un vitral realizado en el siglo XXI por el artista Sean Scully, quien lo ideó con un estilo minimalista, característica del arte contemporáneo. Por tanto, la Catedral es un lugar que sigue creciendo desde que se construyó hasta la actualidad, conviviendo así varios siglos de historia y arte.

Nos acercamos hasta más o menos el centro del templo donde se encuentra el presbiterio, el principal recinto sagrado de una iglesia ya que es ahí donde se celebran los actos litúrgico más importantes. Este espacio es especialmente interesante, puesto que es aquí donde se conservan los vitrales más antiguos, no en vano, bajo el ábside gótico se conservan restos de la antigua cabecera románica. En la nave central encontramos 11 ventanales con vitrales de temática mariana, fechados en el siglo XIV. Desde aquí también se puede apreciar la estructura de tres naves con la que originalmente se proyectó la catedral gótica.

El Altar Mayor está compuesto por un conjunto de elementos de escultura y orfebrería medievales: el ara (o altar), la cátedra (sillón en que se sienta el obispo) y el ambón (atril donde se proclama la palabra de Dios), son de origen románico, constituyendo las piezas principales del oficio litúrgico, mientras que le baldaquino y el retablo son góticos. La cátedra es un gran bloque de mármol esculpido con forma de trono en el siglo XI y es conocida como silla de Carlomagno, la leyenda cuenta que fue este emperador quien liberó Gerona de la ocupación musulmana en el año 785, ayudado por una intervención divina.

La Silla de Carlomagno se sitúa justo detrás del altar mayor, en un lugar elevado, sobre un tramo de escaleras. Se trata de una obra realizada en mármol con estructura cúbica y datada en el siglo XI, durante el periodo del antiguo templo románico. Su parte frontal se encuentra decorada con formas arquitectónicas y vegetales, combinados con los símbolos de los cuatro evangelistas: el ángel de san Mateo, el león de san Marcos, el águila de san Juan y el toro de san Lucas. En el año 1347, cuando fue colocado en este lugar durante el período gótico, se esculpió en la parte posterior del respaldo un conjunto de figuras que representan a un obispo con gremial, junto con un clérigo con capa pluvial, un diácono que le sostiene el báculo y dos acólitos con ciriales. Cuenta la leyenda que se trataba del trono de Carlomagno en la catedral y, como tal, posee un poder místico de unión, ya que si una pareja se sienta a la vez se casarán antes de un año.

Sin embargo, si lo hace una persona sola entonces permanecerá soltero para siempre, por ello en esta silla se hacían sentar a los seminaristas justo antes de ser ordenados curas. Pero hay que decir que Carlomagno nunca pisó esta ciudad, a pesar de ello, el legendario popular ha recordado esta figura en numerosas historias y atribuciones relacionándolo con todo tipo de hechos. El emperador de los francos fue canonizado por Pascual III en el 1165, por imposición del emperador alemán Federico Barbarroja, extendiéndose su culto en gran parte de la Iglesia germana y francesa. El obispo de Girona, Montredon, impulsó su culto en 1345, hasta el punto de introducir una misa especial dentro del breviario gerundense. Su veneración litúrgica duró poco, pero la devoción popular en Girona se mantuvo y fue venerado por diferentes feligreses.

El altar, al igual que la cátedra episcopal o Silla de Carlomagno, está datado en el siglo XI, y, al igual que la silla, ya estaban presentes en la antigua catedral románica, siendo colocados aquí en el año de la consagración del presbiterio en 1347. En una esquina del altar mayor se encuentra el ambón compuesto en su parte frontal por un fragmento de cancel, también del siglo XI y también proveniente de la catedral románica. Su decoración está compuesta por círculos vegetales y figuras de aves.

El ara consiste en una mesa rectangular de mármol blanco, cuya cara superior presenta una decoración en relieve con motivos geométricos y vegetales. En una de sus esquinas posee la firma del obispo Pere Roger, grabada en septiembre de 1038, el mismo día de la consagración de la catedral románica. La mesa del altar se encuentra bajo un espléndido baldaquino del siglo XIV: se trata de una estructura de madera cubierta por láminas de plata repujada, las cuales presentan un conjunto de 137 figuras compuesta por ángeles, profetas, santos, clérigos, etc. que rodean la escena central: la Coronación de la Virgen. Detrás, tras la reja de forja, se encuentra el retablo, también del siglo XIV.

Alrededor de la nave y de la girola se encuentran diferentes capillas profusamente decoradas. Ya que la construcción y ornamentación de la catedral se alargó a lo largo de los siglos, aquí podemos ver varias obras de distintos estilos artísticos que reflejan los gustos estéricos de cada época en las que fueron creadas. Así pues, Nos disponemos a comentar las más importantes de la catedral, comenzando, ya que estamos en el presbiterio, con las capillas más próximas al mismo para ir avanzando de manera circular por el templo.

La primera capilla que nos encontramos es la de san Andrés, construida entre los años 1313 y 1331, en ella se encuentra el retablo dedicado a san Narciso, realizado entre 1718 y 1724 por Pau Costa. El estilo del retablo, de gran expresividad y abundancia de elementos decorativos, es característico del Barroco que usaba la teatralidad y suntuosidad como medio para conmover a los fieles. El retablo está complementado con pinturas de Antoni Viladomat del año 1727, destacando las escenas laterales donde se representan dos episodios de la vida de san Narciso: a la izquierda el martirio a manos de los romanos y a la derecha el llamado “milagro de las moscas”. El promotor de la creación de este retablo fue el canónigo Narcís de Font, cuyo escudo se puede contemplar en los dos extremos del basamento del retablo, así como en la lápida del suelo de la capilla. En el centro del retablo vemos la imagen de san Narciso vestido de obispo y portando la mitra y el báculo. Por encima, coronando el retablo, se encuentra la imagen de san Andrés.

Le sigue la capilla Conventual o del Santísimo, sobre cuya puerta se encuentra el sepulcro de Ramon Berenguer II, conde de Barcelona, apodado “cabeza de estopa” por su espesa cabellera rojiza. Cuenta la leyenda que este conde fue asesinado por su hermano, mientras ambos estaban de cacería. El halcón del difunto fue el encargado de hacerle justicia ya que rebeló el lugar donde se encontraba el cadáver y, durante el oficio fúnebre celebrado en la catedral, acusó al fratricida arrancándole la corona de la cabeza, para después caer muerto a los pies de su amo, quedando petrificado. En las arquivoltas de la puerta de san Miguel, se encuentra esculpido este legendario ave fiel. Leyendas aparte, el sepulcro que vemos hoy en día es una obra de 1385 de Guillem Morell, quien llegó a ser maestro de obras de la catedral.

Accedemos, atravesando la puerta, al interior de la capilla Conventual, la cual ocupa el antiguo emplazamiento del dormitorio de los canónigos, situado junto al ala este del claustro, lo que explica su forma alargada. Dicho dormitorio fue habilitado en el siglo XIV como sacristía, mientras que en el año 1975 fue reformado y convertido en la actual capilla. Hoy acoge la reserva eucarística y es aquí donde se celebra el culto diario, por ello este espacio invita al recogimiento y devoción. En su interior se encuentran diversos fragmentos de la antigua sillería de los coros de la catedral y de la basílica de san Félix, ambos desmantelados durante la Guerra Civil Española. También destaca una silla del siglo XIV realizada por el maestro Aloy de Montbray.

Llegamos a la vecina capilla de los Cuatro Santos Mártires, la primera de las nueve capillas del deambulatorio de la catedral. Está dedicada a los santos gerundenses Germán, Paulino, Justo y Sicio. Estos cuatro hermanos sufrieron martirio durante la época de emperador romano Diocleciano. Sus reliquias descansan en la arqueta gótica del siglo XIV, la cual está tallada en piedra y recubierta con esmaltes vidriaros. Las cabezas de los santos situadas encima, son unos añadidos posteriores realizados en el siglo XVII. EL retablo del fondo se construyó entre 1679 y 1682, mientras que las pinturas a la derecha del mismo son de 1802. Como curiosidad la capilla de los Cuatro Santos Mártires también estuvo antiguamente dedicada a san Carlomagno.

La leyenda del emperador carolingio como libertador de Gerona y constructor de esta catedral, se convirtió en culto en el siglo XIV, como ya hemos comentado anteriormente. Según la leyenda, Carlomagno también fue el que encontró y posteriormente trasladó a la catedral las reliquias de los Cuatro Santos Mártires. El emperador franco estaba representado con una escultura realizada por Jaume Cascalls, aunque a quien verdaderamente representaba era al rey Pedro III el Ceremonioso, conservada actualmente en el Tesoro que veremos después, venerada hasta bien entrado el siglo XIX. El impulsor al culto a estas figuras fue el obispo Arnau de Montredon, quien, en el 1345, concentró a los santos en esta capilla para sus veneraciones. Por ello aquí también se encuentra su sepulcro y el de su sobrino, también obispo de la catedral, Beltrán de Montredon, situados en los muros laterales de esta capilla.

Estamos ya metidos de lleno en la girola. Merece la pena detenerse un rato para admirar los pilares y bóvedas de crucería que dan forma a las diferentes capillas de la parte posterior de la cabecera y que, junto con el presbiterio, es la parte más antigua de la etapa gótica de la catedra, por tanto, sigue la estructura de tres naves de la cabecera ideada inicialmente. En esta zona se encuentran también, junto con el presbiterio, los vitrales más antiguos de la construcción gótica. Aquí podemos admirar vidrieras fechadas en la segunda mitad del siglo XIV y, además, la parte trasera de la Silla de Carlomagno.

Entre las capillas de estas zonas destacamos la de san Vicente, en la que podemos ver un bonito retablo barroco del siglo XVIII dedicado a la Virgen de los Dolores, realizado por el escultor Pau Costa y el pintor Antoni Antoni Viladomat, autores del retablo de san Narciso que ya hemos visto en la capilla de san Andrés. Al final de la girola, nos detenemos en la capilla de santa Úrsula o de la Cofradía del Santo Sepulcro, construida entre 1313 y 1321, en el que había un retablo de Joan de Borgonyà (1520-1525), que actualmente se exhibe en el Museo de Arte de Girona. En la actualidad podemos ver un Cristo yacente realizado en 1958 por Domènec Fita, considerado por muchos entendidos como la obra de arte del siglo XX más notoria de la catedral. Compone un particular grupo iconográfico con la vidriera de la Ascensión, del mismo autor.

Salimos ya de la girola y nos topamos ahora con la capilla de san Martín y san Francisco, la cual albergó desde el siglo XVI hasta el año 1998 la reserva eucarística de la catedral. El retablo que la preside es una obra de estilo renacentista como se aprecia por su clasicismo y sobriedad. La pintura central representa la Última Cena, sobre la cual, en dos paneles, se sitúan dos escenas de la Pasión de Cristo, todo ello coronado por un Calvario de talla, con Cristo acompañado de la Virgen y san Juan. El retablo fue tallado hacia el 1562 por Joan Coll, pintado por Perris de la Rocha y dorado por Nicolau Matas. La urna de plata del siglo XIX situada en el centro, es utilizada durante el Jueves Santo. Durante las obras de rehabilitación del año 2019 se realizó un importan hallazgo: tras el retablo, oculto durante cinco siglos, se encontró un vitral de gran calidad y en perfecto estado de conservación, datado en la primera mitad del siglo XIII, convirtiéndose en el vitral figurativo más antiguo de Cataluña.

Por su parte, la capilla de san Juan Bautista y san Juan Evangelista, construida antes de 1329, exhibe el sepulcro original y la estatua yacente de la condesa Ermessenda de Carcasona, que murió en Gerona el 1 de marzo de 1.057. Ermessenda de Carcasona fue regente del Condado de Barcelona con los títulos de condesa de Barcelona, de Girona y de Osona, siendo una generosa promotora de la catedral románica. La imagen yacente en alabastro del sepulcro gótico, obra del escultor mallorquín Guillem Morey (autor también del sepulcro de Ramon Berenguer II, bisnieto de esta condesa), constituye una de las piezas más exitosas de la escultura catalana del último cuarto del siglo XIV, realizada trescientos años después de la muerte de Ermessenda, para cubrir el viejo sarcófago original de piedra, que podemos ver detrás. La escultura presenta unas facciones muy idealizadas, armónicas, en actitud de reposo.

Como decimos, al fondo podemos ver el sepulcro original del siglo XI, que originalmente se encontraba en una de las hornacinas funerarias de la construcción románica. Es de especial importancia porque presenta nueve barras verticales rojas sobre fondo de color oro, siendo el ejemplo más antiguo conocido de los colores heráldicos de Cataluña, a pesar de que fue mucho más tarde cuando se fijó la heráldica de cuatro barras rojas sobre fondo amarillo.

Nos vamos a detener un momento en comentar el órgano situado en esta zona de la catedral, más o menos en el centro de la nave. Este órgano es el más importante en su clase de la comunidad autónoma catalana. Fue construido por Salvador Aragonés entre 1941 y 1944, tras haber sido desmontado el anterior durante la Guerra Civil Española. El que nos ocupa es un instrumento de estilo romántico sinfónico, es decir que posee sonoridad y potencia orquestal. Consta de dos cajas expresivas que permiten regular la intensidad del sonido, es por eso que los tubos se encuentran en el interior. En noviembre de 2018, coincidiendo con el 75 aniversario de su construcción, el Ateneo de Acción Cultural de Girona (ADAC) presentó una campaña para financiar la colocación de 76 tubos exteriores, que se harían con una aleación de estaño y plomo.

Continuamos con nuestro paseo por las capillas más importantes de la catedral de Girona, en esta ocasión llegamos a la de san Julián y santa Basilisa, construida en 1470 y que es conocida como capilla del baptisterio porque alberga una magnifica pila bautismal, una de las piezas más destacables de las esculturas renacentistas con que cuenta la catedral, realizada tras ser encargada en 1535 al escultor provenzal Guido de Bonjoc. La obra fue terminada diez años más tarde, tras la intervención de los escultores catalanes Joan Roig, en 1540, y el maestro Tomás, en 1545.

Se hizo en un único bloque de piedra, presentando doce caras con hornacinas donde se encuentran las figuras de los apóstoles, rodeadas de ornamentación clasicista. Originalmente se situaba en la entrada de la antigua iglesia románica, pero tras ser derribado en 1707 la galilea o pórtico del templo del siglo XI para terminar la nave gótica, se trasladó a la capilla donde se encuentra en la actualidad. Para ello se tuvo que acondicionar la capilla y rebajar el nivel del suelo para acomodar el pie de la monumental pieza. A pesar de su traslado, desde el siglo XVI, la pila se ha usado para bautizar a generaciones de fieles. Interesante es también el tapiz de la Resurrección del 1560 que cuelga de la pared de la capilla, perteneciente a la colección de Joan Ferrer.

Junto a la capilla bautismal se sitúan la de san Jorge y san Dalmacio, y la vecina capilla de la Anunciación. Centrándonos en ésta última, su construcción se inició en 1589 y finalizó en 1708 (al igual que la de su vecina y paralela capilla de la Asunción, que comentaremos después), momento en que se construyó la fachada de la catedral. Aquí se observan restos de la decoración policromada de los arcos góticos datados entre los siglos XVII y XVIII. Contiene un retablo que fue construido por los escultores Pau y Pere Costa entre 1715 y 1725.

Paralela a aquella, como decimos, y casi inmediata a la puerta de entrada principal, se sitúa la capilla de la Asunción de la Virgen que contiene el retablo barroco de la Inmaculada y junto ella la tumba de Bernat de Pau: son dos de los puntos más destacados de la catedral. Centrémonos en el retablo de la Inmaculada: se trata, de nuevo, de una obra del siglo XVIII de Pau Costa, quien la ideó lleno de movimiento y fastuosidad, en cuyo centro se encuentra la imagen de la Virgen rodeada de ángeles y santos, destacando por su especial simbolismo dos de ellos: sobre la Inmaculada está san Cristóbal, patrón del canónigo Cristóbal Rich, que fue comitente del retablo y, debajo, dentro de una cueva, se reproduce la escena de la muerte del jesuita san Francisco Javier.

Los jesuitas fueron grandes defensores del culto a la Inmaculada Concepción que gozó de gran devoción durante el período de la Reforma católica, a cuyo espíritu responde decididamente la estética de este retablo. Junto a la capilla, en el muro norte, se encuentra la tumba gótica más monumental de toda la catedral, el sepulcro del obispo Bernat de Pau, fallecido en el siglo XV. El sepulcro, integrado en el muro, está rodeado de un marco arquitectónico gótico. En su interior se encuentra la figura yacente del obispo, de un realismo extraordinario, que es sostenida por ángeles rodeados de figuras alegóricas. En la parte inferior se aprecia el escudo heráldico de la familia del obispo donde está representado el pavo real.

Antes de dirigirnos hacia el claustro de la catedral, vamos a echar un vistazo rápido a otras capillas del muro norte, como la del Sagrado Corazón, la de San Esteban, San Rafael y San Gabriel, y la de la Purísima. La primera contiene, a la derecha, la sepultura del obispo Pere de Rocabertí que aún conserva restos de la policromía heráldica y, a la izquierda, la de Guillem de Vilamaría, obra de Jaume de Faveran; mientras que la imagen central, que representa a san José, fue colocada al finalizar la Guerra Civil Española. Por su parte la capilla de san Esteban, san Rafael y san Gabriel, también incorporó el culto a la Virgen de la Merced en 1886. Actualmente contiene el retablo de los santos arcángeles Rafael y Gabriel, del primer cuarto del siglo XVIII. Finalmente, la capilla de la Purísima, situada justo debajo de la torre de Carlomagno, contiene la imagen de la Virgen María del año 1939.

Ahora sí nos dirigimos al Portal de san Miguel construida en 1529, destaca su bóveda de crucería con una clave central en el que se representa el Padre Eterno. Una vez atravesada vemos, en el tímpano y rodeado de arquivoltas, la escultura del arcángel san Miguel. La puerta presenta un estilo gótico, armonizando con el resto de la nave de la iglesia, que por aquel entonces todavía se seguía construyendo. En la superficie interna del arco exterior (o intradós) que da al crucero se encuentra esculpido el mítico halcón del conde Ramon Berenguer II, animal que desenmascaró al asesino de su amo, como ya comentamos anteriormente, que no fue otro que el propio hermano del conde de Barcelona.

Ponemos rumbo ahora al claustro, para ello atravesamos una puerta construida a finales del siglo XII y perteneciente, por tanto, al conjunto románico. El claustro, uno de los más importantes de España y Cataluña, está compuesto por cuatro galerías que forman una planta trapezoidal irregular ya que estaba condicionada por la presencia de la antigua muralla y la adición de dependencias a su alrededor. Durante siglos, los claustros eran lugares importantes en muchas catedrales (y monasterios), puesto que los canónigos vivían en comunidad en el recinto episcopal, cumpliendo varias funciones como, entre otras, la de distribución las dependencias de la vida comunal (como el refectorio), actos litúrgicos, espacio de oración y reflexión, lugar de enterramiento para los canónigos, etc.…

Nada más poner un pie en el claustro, a nuestra derecha veremos la capilla de Nuestra Señora de Gracia de Bellull, que es en realidad una antigua puerta de acceso a este espacio reformada en época gótica, presentando en su tímpano la imagen de la Virgen, obra de Bartomeu del siglo XIII, y una pintura mariana con un marco dorado. Vamos a ir recorriendo el claustro y vamos ir admirando algunos de sus elementos, entre los que destaca sobre todo las impostas y los capiteles que presentan una iconografía diversa, desde motivos orientalizantes de tipo vegetal y animal, a escenas del Antiguo y del Nuevo Testamentos (Adán y Eva, Caín y Abel, Esaú, Jacob y Raquel, Cristo bajando a los infiernos, etc. ...).

Ahora vamos seguimos recto, unos pocos pasos, para encontramos con los pilares con los que comienza de manera cronológica la narración bíblica representado en el claustro. El hilo argumental se desarrolla alrededor del pilar en un sentido de izquierda a derecha. Así, los primeros episodios que se narran se dedican a escenas del Génesis, en especial a los asociados a Adán y Eva: la creación de ella, su presentación a Adán, la advertencia de Dios, el Pecado Original y la reprobación de Dios.

La narración sigue con la condena al trabajo de Adán y Eva, le siguen dos escenas de Caín y Abel y los episodios de la construcción del arca de Noé y el diluvio universal. Junto a estas ultimas escenas podemos ver motivos propios del bestiario románico, como dragones o sirenas. Estas representaciones mitológicas buscaban ilustrar y advertir sobre los peligros del pecado, abundando en el claustro. En los siguientes capitales se cuentan el ciclo del nacimiento de Jesús: el anuncio a los pastores, la huida a Egipto y la presentación en el templo.

La Imposta de los Infiernos se encuentra en el pilar central de la galería sur: se representa el descenso de Cristo a los infiernos, un episodio simbólico inspirado por algunos pasajes del Nuevo Testamento, convirtiéndose en un tema de reflexión habitual en la liturgia medieval. En la primera escena podemos ver a Cristo acompañado de varios ángeles, rompiendo las puertas del infierno y tomando de la mano a Adán, seguido de Eva, lo cual simboliza la liberación de la redención del pecado original. En el resto del friso vemos a los condenados ardiendo en el infierno, rodeados por figuras demoniacas y dragones y serpientes que les ataca. En los capiteles contiguos se representan otras escenas del Nuevo Testamento, como el Domingo de Ramos, el lavatorio de los pies, el tránsito de la Virgen, la Anunciación, la Natividad, la Epifanía y la historia del pobre Lázaro y el rico Epulón.

Llegamos a una de las esquinas del claustro, donde vemos narraciones, de nuevo del Libro del Génesis, en este caso protagonizados por Abraham y Jacob. En las primeras escenas se muestra el encuentro de aquel primero con los tres ángeles, una reflexión sobre el misterio de la Santísima Trinidad, y el sacrificio de Isaac, anticipo del sacrificio de Cristo.

Le siguen diversos episodios de la vida de Jacob que enumeramos a continuación: la bendición de Jacob, Esaú y Jacob, el sueño de Jacob, la lucha con el ángel, la unción del altar, Jacob dando de beber al rebaño, Jacob y Raquel, Jacob y Labán. Junto estos episodios bíblicos se muestran, en una esquina, a unos monjes afeitándose la zona de la coronilla. Esta escena cotidiana se cuenta entre las mas valiosas de la escultura románica catalana, puesto que muestra una creciente humanización del arte que florecerá con el gótico.

Paseando por el claustro, y de camino hacia la galería oeste, merece la pena pararse un momento para admirar la llamada Torre de Carlomagno, uno de los elementos más singulares del templo. Se trata de una de las dos torres campanario que tenía la antigua catedral románica y conservado gracias a que se aprovechó como contrafuerte de la fachada norte de la construcción gótica. Fue levantada en el siglo XI en estilo lombardo combinando la piedra caliza y la arenisca, consiguiendo así una decoración cromática que, probablemente, caracterizaría a todo el desaparecido edificio románico. Hacia el año 1362, la torre fue recortada verticalmente, incorporándose después y gradualmente a la obra de la sede gótica, por ello, se perdió buena parte de sus fachadas este y oeste y toda la sur, además de la mayor parte del séptimo piso (reconstruido en una restauración de 1961).

El nombre de esta torre es otro ejemplo más de la devoción que se tuvo en Gerona durante la Edad Media por aquel emperador. Existe una leyenda que une la figura de éste con la torre, según la cual, Carlomagno, un día de invierno que nevó, subió arriba de este campanario de la catedral románica, para disfrutar del paisaje de la ciudad nevada. Una vez en la cima, tuvo la mala suerte que desde esa altura se le cayó su espada llamada Montjoie en medio del claustro. Hizo que sus soldados la buscaran entre la nieve que cubría el sitio sin obtener ningún éxito. La leyenda cuenta que lo que ocurrió fue que la espada cayó de punta y se introdujo en la tierra con tal fuerza que todavía sigue hundiéndose más y más, hasta que un día llegará al centro del planeta, lo que ocasionará que se parta en dos mitades, siendo el final del mundo.

Seguimos el recorrido por el claustro, llegando ya al ala oeste, donde se encuentra la Imposta de los canteros, unas de las esculturas más significativas del románico catalán. Los relieves de estos capiteles dan por terminada la narración del claustro. Aquí podemos ver trabajando a dos artesanos bendecidos por un obispo que supervisa el desarrollo de las obras, quizás se trate de una representación de los propios constructores de este claustro, por lo que sería un valioso testimonio de las prácticas artísticas de la época. Durante el periodo románico son escasos los nombres de los artistas, así como los relieves que los representan, de ahí el carácter excepcional de esta representación. Este claustro es, precisamente, obra del primer artista catalán conocido con nombre y apellidos: Arnau Cadell, quien incluso dejó su autorretrato y firma en otra de sus obras, en el claustro de San Cugat del Vallés.

Finalizado el recorrido al claustro, volvemos a entrar al interior de la catedral para desembocar en el distribuidor y en la capilla de la Esperanza. Este espacio constituyó el antiguo refectorio de los canónigos de la catedral, siendo actualmente un distribuidor que conecta la catedral con el claustro y las antiguas salas capitulares, convertidas ahora en museo. En uno de los extremos se sitúa la capilla de la Esperanza, la cual conserva, además de la bóveda original románica, dos magnificas piezas: el lecho de la Virgen y la tumba del obispo Guillem Boil.

El lecho de la Virgen, situada al fondo de la capilla, es una monumental obra de estilo barroco realizado por Lluís Bonifas, uno de los escultores catalanes más importantes del siglo XVIII. Esta obra cobija la representación de la dormición o transición de la Virgen María, la cual fue concebida a modo de catafalco, es decir una plataforma elevada, para ser utilizado en la festividad de la Asunción de la Virgen, patrona de la catedral que tiene lugar cada 15 de agosto.

Delante del lecho de la Virgen, a la izquierda y encastrada en la pared, se sitúa la tumba del obispo Guillem Boil (que desempeñó tal función entre el 30 de octubre de 1508 y el 28 de noviembre de 1532), un valioso ejemplo de escultura renacentista, la cual posee una importante conexión con modelos italianos, reflejo, probablemente, de las estancias en Roma de Boil como miembro de la curia. La obra de mármol, de autor desconocido, posee la escultura yacente del difunto vestido con los ornamentos pontificales, presentando un notable realismo y elegancia. Desde aquí nos dirigimos a las salas que conforman el Museo del Tesoro de la Catedral.

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