VALENCIA (VALÈNCIA)

RESTOS DE LA PRISIÓN DE SAN VICENTE


En la plaça de l'Arquebisbe o del Arzobispo se sitúa bajo los cimientos de un edificio los restos de la llamada Cripta arqueològica de la "Presó de Sant Vicent Màrtir", la cual custodiaba una capilla de época visigoda del siglo VI descubierta en el curso de una excavación arqueológica en 1989, encontrándose en un espectacular estado de conservación, hasta tal punto que uno de los lados del crucero conserva la cubierta. Fue erigida como sepultura de un obispo valentino, probablemente Justiniano, cuya tumba veremos en el centro del crucero.

Según la tradición fue levantada por Jaime I con una fábrica mixta de sillería y mampostería, poniendo especial atención en el acabado exterior, en el que se utilizaron encantados de mortero para señalar los sillares. Cabe la posibilidad de que el edificio pudiera contar con una segunda planta. En los pies de la nave se construyeron arcosolios para contrarrestar los empujes de la cubierta, probablemente usados a modo de capillas para disponer sarcófagos.

Precisamente en las dos esquinas que forma el ábside de la capilla con el crucero encontramos dos monumentales tumbas en cista construidas con grandes losas de piedra en la época visigoda.

Al fondo, haciendo esquina, vemos un zócalo de pintura mural romana que representa al dios Mercurio, encontrada en una domus que recaía al cardo máximo, el cual se halló en los niveles inferiores de la excavación. A continuación nos encontramos con la pared del ábside a cuyo lado se halla una escultura del santo.

Volvemos por el mismo camino y giramos a la izquierda donde una pasarela nos introduce en el interior de la capilla. Vemos que el crucero está separado de la nave y del presbiterio por una doble línea de canceles visigóticos fechados en el siglo VII y realizados en piedra caliza finamente labrada y sostenidos por barroteros de mármol.

En el centro del crucero se encontró durante las excavaciones una tumba en cuyo interior se encuentra los restos de un individuo masculino de edad madura, probablemente Justiniano. Debido a la posición de los huesos y sus características se llegó a la conclusión de que se trataba de una inhumación secundada, es decir, que el cuerpo fue sepultado en otro lugar y posteriormente se trasladó a esta tumba. Al fondo del ábside se encuentra el altar que, al igual que los canceles, es también de época visigoda.

Ponemos camino hacia la salida, pero antes vemos, haciendo esquina, una parte de la cabecera de la antigua catedral visigoda (siglos VI-VII). Al parecer la capilla, que tiene planta de cruz y contaba con una cubierta abovedada, originariamente estaba unida a ese templo, formando parte del recinto episcopal.

En definitiva, este edificio formaba parte de dicho conjunto episcopal que estaba integrado por, además de la catedral, la cuña, una iglesia junto a ésta, un posible baptisterio y otra capilla gemela a la estudiada, así como una extensa necrópolis. Para conocer más un interesante audiovisual es proyectado sobre las paredes, transportando al visitante por el tiempo, mientras se narra la historia de san Vicente, el mártir español más conocido.

Al lado, colgado de la pared, vemos un fragmento de un sarcófago esculturado paleocristiano. Por otro lado, el conjunto fue transformado en época islámica en unos baños palatinos, conclusión a la que se llegó debido a que el espacio interior de la capilla se hallaba dividido en diferentes estancias mediante tabiques. A principios del siglo XI se produjo una transformación importante del conjunto y quizás el asolamiento de parte de sus estructuras a juzgar por el estrato de derrumbe descubierto en las excavaciones, en el que se halló cerámicas y objetos suntuosos correspondientes con el ajuar palatino de la época califal (del siglo X al XI) y que se exhibe en un lado de la pared.

Tras la conquista cristiana en el año 1238, sobre los restos que quedaban en pie del edificio (sólo el brazo norte del crucero), Jaime I mando edificar una capilla, dedicada a san Vicente Mártir, pues todavía se conservaba memoria de la vinculación del santo con el entorno ya que según la tradición aquí fue donde se encontraba una de las cárceles donde fue encerrado el Santo en el siglo IV. Esa capilla ha llegado hasta nuestros días, se encuentra en el interior de un edificio moderno y para acceder a ella hay que hacerlo a través de la plaza de la Almoina.

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