VALENCIA (VALÈNCIA)

PALACIO DEL MARQUÉS DE CAMPO


Cerrando la plaça de l'Arquebisbe o del Arzobispo por su lado norte se encuentra el palacio del Marqués de Campo, actual sede del Museo de la Ciudad (también es conocido como palacio de los Condes de berbedel, por ser sus últimos moradores hasta finales del siglo XIX). El edificio tiene su origen en el siglo XVII, pero apenas queda nada de aquellos tiempos ya que en el siglo XIX el marqués de Campo realizó una completa remodelación. No se sabe quién mandó construir el edificio, pero hay historiadores que citan a los duques de Villahermosa. En el año 1814 fue arrendado a las autoridades militares que se establecieron aquí tras ser demolido el Palacio del Real donde tenían su sede. Lo ocuparían desde ese año hasta 1850 cuando fue adquirido por José Campo y Pérez (futuro Marqués de Campo).

Éste hizo del edificio su residencia y sede social de sus empresas, llevando a cabo para su adecuación importantes reformas en el interior y construyendo un nuevo cuerpo central en la fachada principal. El Marqués lo vendería en 1875 a Santiago García y este a su vez al X conde de Berbedel, José Prat Bucelli, quien colocará los escudos heráldicos en la fachada y en las pechinas de la cúpula interior. En 1937 el palacio fue confiscado por el gobierno republicano y utilizado como Ministerio de Sanidad. Finalizada la guerra fue devuelto a sus propietarios quienes se lo venderían al Ayuntamiento de Valencia en 1973.

En 1989 después de una profunda rehabilitación, el palacio pasó a ser sede del Museo de la Ciudad, agrupando en él diferentes obras del patrimonio valenciano que hasta entonces se encontraba disperso por distintos edificios. Nos disponemos a visitar el edificio y el museo, para ello accedemos al patio, de planta rectangular, que cierra en cada uno de sus lados por tres series de arcadas de medio punto entre pilastras toscanas que distribuyen el paso a las distintas dependencias de la planta baja. Cuenta con dos esculturas sobre pedestal que representan a Venus y a Apolo, ambas obras de Giacomo Antonio Ponzanelli realizadas en el siglo XVIII.

Nos introducimos al interior del palacio, cuya planta baja está destinada a exposiciones temporales. Vemos una escalera de estilo Luis XV de tres tramos que sube al primer piso o planta noble, en el que encontramos diferentes salones, cada uno de ellos con un estilo decorativo que les da nombre, si bien hoy en día están desprovistos del mobiliario y decoración original. En el hueco de la escalera hay que destacar la cúpula de media naranja muy amplia y decorada con finos esgrafiados barrocos del siglo XVII.

Las diferentes salas de las dos plantas albergan importantes colecciones que ilustran la historia de Valencia, desde la fundación romana hasta mediados del siglo XIV. También dispone de una importante colección de arte del siglo XX de autores valencianos, especialmente de pintura. La mayor parte de la primera planta está dedicada a la pintura pictórica municipal que va desde el siglo XIV al XIX.

Entre ellas destaca una colección de retratos de personajes ilustres, como el del General Narváez, obra de Bernardo López del siglo XIX, junto a este óleo vemos el cuadro titulado la Novia de 1923 y realizado por Antonio Fillol Granell. Otro de los retratos que podemos ver aquí es el de Carlos IV, obra anónima del siglo XVIII.

Pero además de pinturas, el museo, como hemos mencionado anteriormente, también nos ofrece otras piezas artísticas como diferentes objetos de culturas, de entre los siglos V y I a.C., como la púnica o ibérica, entre otras. Así vemos en una pequeña urna incrustada en la pared, piezas de oro, pequeñas esculturas, anillos, collares, pendientes, etc... que proceden de las colecciones de Martí Esteve y Gemma Llopis Torija.

En otras salas se exhiben también arte religioso como las pequeñas tallas policromadas de diferentes tamaños que representan a san Miguel Arcángel del siglo XVIII. También la pintura religiosa tiene su hueco en este museo, si bien la variedad de temas, estilos, autores y tendencias constituye uno de los alicientes de esta pinacoteca cuyos contenidos son susceptibles de variar periódicamente. A ello se le añade el interior del palacio, cuya extraordinaria belleza le da un valor añadido a las diferentes colecciones que se exponen.

La sala conocida como la Serre, en origen acristalada como si se tratara de un invernadero, en la que podemos ver los ocho lienzos que José Vergara hizo para la capilla de santa Rosa de Lima en la Real Casa de la Enseñanza, institución creada por el arzobispo Andrés Mayoral a mediados del siglo XVIII. Precediéndola se encuentra la capilla, sala rectangular alargada con un retablo al fondo con una imagen de San José, obra de Manuel Rodríguez y copia del original que se ha perdido. Se cubre con una bóveda de medio cañón, y se encuentra decorada profusamente en estilo académico. En ella se han colocado diferentes casullas de tejidos de seda ricamente ornamentados y que están datadas desde principios del siglo XVIII a inicios del XIX.

El museo también cuenta con un espacio dedicado al escultor valenciano Ricardo Boix, el máximo representa de la corriente Art decó en la escultura valenciana. El Ayuntamiento le dedicó una sala en este museo antes de su fallecimiento en el año 1994, adquiriendo una cantidad importante de esculturas y relieves. Otra sala está destinada albergar la colección de pintura de Adolfo Azcárraga.

También hay cabida para exponer piezas de arte contemporáneo, tanto pictórico como escultórico, comprendidas entre las décadas de los 60 y 80, de la mano de nombres tan consagrados como Equipo Crónica, Genovés, Eusebio Sempere, Manolo Valdés e Yturralde, entre otros. Entre las obras destaca "Mujer con niño contaminado" de 1967 creada por Nassío Bayarrí Lluch.

Otros cuadros y esculturas juegan con la geometría, con una vocación claramente más abstracta. Sin embargo, algunas piezas son más realistas como el acrílico sobre tabla titulado "Barricadas que levantaron en torno al cuartel de la Montaña durante el asalto en julio del 36" realizado por Equipo Realidad en el año 1974. No podía faltar la fotografía, en otra estancia se exhiben algunos ejemplos de esta modalidad artística.

Otra de las colecciones importantes que nos puede ofrecer el museo es la de pesos y medidas que consta de un millar de piezas que ofrecen una oportunidad de sumergirse en ese universo de la medida. Las balanzas, romanas, barchillas (medidas de áridos como la sal, cereales o legumbres), libras y varas reunidas durante años por Juan A. Gómez-Trénor y Fos son una rica fuente para conocer los sistemas metrológicos tradicionales, especialmente las pesas y medidas valencianas.

Y es que contar, pesar y medir son actividades que se hallan presentes en todas las culturas y sociedades del mundo, pero presentando multitud de formas sorprendentemente diferentes, así como las unidades utilizadas para tal fin. Ese hecho social y cultura puede hallarse en muy diversas actividades y momentos, integrado en la vida cotidiana de los pueblos. Una lectura atenta a sus diseños, dimensiones, estructuras, marcas y escudos puede ayudarnos a imaginar esas formas tradicionales de vida y trabajo en las que fueron creadas y usadas. Contigua se sitúa otro salón que alberga la colección de forja artística.

Terminada ya la visita al museo vemos, cerrando la plaza por su lado norte (y ya en la calle Palau), el palacio Arzobispal, cuyo origen se remonta al siglo XIII, del cual quedan escasísimos restos. El palacio sufrió continuas reformas a lo largo de los siglos, siendo la más importante la realizada en el XVIII, en el que se modificó el interior y la fachada. Al inicio de la Guerra Civil fue incendiado en sucesivas ocasiones, quedando destruido a excepción del patio y parte de la capilla. El edificio que vemos hoy es obra del arquitecto Vicente Traver, quien lo construyó en estilo ecléctico entre 1941 y 1946. Hay que señalar que aquí residieron durante su estancia en Valencia, los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI.

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