SANTORINI (ΣΑΝΤΟΡΙΝΗ)

IMPORTANTE SITIO ARQUEOLÓGICO DE LA ISLA


Las ruinas del sitio arqueológico se encuentran en la cima de la montaña Mesa Vouno, a una altura de 400 metros sobre el nivel del mar. No existen autobuses públicos que lleguen hasta aquí, por lo que tienes la posibilidad de tomar un taxi, alquilar una moto o venir andando. Si eliges esta última opción debes saber que el camino es largo y con forma de zigzag, por lo que si no tienes mucho tiempo recomendamos descartarlo. La Antigua Thira permanece abierta de martes a domingos de 8,30 a 15 horas.

Después de la erupción del siglo XVII a.C. que sepultó por completo la ciudad prehistórica de Akrotiri bajo gruesas capas de depósitos volcánicos, la isla permaneció abandonada durante siglos. La evidencia arqueológica nos dice que volvió a ser repoblada en la era prehistórica de manera temporal. Sin embargo, no fue hasta el siglo VIII a.C. en que volvería a ser habitada de manera continua cuando los colonos dorios de Esparta se establecieron en este lugar bajo el mando de Theras, quien daría nombre al asentamiento.

Así, los colonos fundaron esta ciudad en un sitio estratégico como es la colina de Mesa Vouno, tierra pre-volcánica que se extiende entre llanuras de cenizas volcánica, frente a la costa desde la que controlar el sudeste del mar Egeo. Además en toda la isla se desarrollaron en diversos sitios un buen número de asentamientos, los cuales compondría una sola entidad autónoma con el núcleo urbano principal el cual sería centro administrativo y religioso de la ciudad-estado de Thera.

La Antigua Thera tenía varias ventajas: se encontraba naturalmente fortificada, estaba cercana de tierras cultivables y de la costa, en la que había buenos puertos que son las actuales poblaciones de Kamari y Perissa. Su cementerio se extiende por las laderas montañosas de fuera de la ciudad. Durante la época helenista (del siglo III al año 145 a.C.) la ciudad adquirió una nueva forma y al mismo tiempo se amplió significativamente, como una base naval de los Ptolomeos. Posteriormente, durante la época romana (siglo I-II d.C.) se hicieron diversas ampliaciones en el ágora, se construyeron los baños públicos y se realizaron extensas reformas.

Comenzamos nuestro recorrido por el sitio arqueológico. Antes de adquirir los tickets, merece la pena fijarse no sólo en los restos de una iglesia paleocristiana de la época bizantina media, sino también en el monte de Profitis Ilias con su monasterio en la cima.

Una vez atravesado el puesto de ventas de tickets, lo primero que encontramos son los restos de un santuario donde se cree se rendía culto a Hera. Más arriba se encuentra el lugar donde antaño se situaba otro santuario, en esta ocasión el de Afrodita.

Seguimos ascendiendo y al poco nos topamos con el Heroon de Artemidoros, donde podemos ver algunas formas hechas directamente en la roca de la montaña. Si nos asomamos a la izquierda del camino, sobre el terraplén veremos los restos de uno de los cementerios con que contaba la ciudad.

Más arriba nos topamos con la capilla de Agios Stéfanos rematada por dos ábsides y construida sobre otra antigua basílica paleocristiana dedicada al arcángel de San Miguel probablemente del siglo VI d.C. La basílica era de tres naves, con un doble nártex y un ábside en su nave central. A lo largo del lado norte hubo una estructura oval con un pequeño ábside.

Después de su destrucción, probablemente debido a un terremoto, se construyó la actual capilla de Agios Stéfanos (siglo VIII d.C.), con dos pasillo abovedados en el siglo VIII, momento en que los habitantes de la isla sufrían las invasiones de los árabes, provocando que sus obras fueran ásperas y modestas. La capilla se levantó en el antiguo pasillo central de la basílica, utilizando principalmente sus materiales arquitectónicos. Alrededor del templo se sitúan diferentes tumbas rupestres.

Desde aquí sigue el sendero que asciende hasta las excavaciones principales. Desde este camino se disfrutan de bellísimas vistas panorámicas sobre la negra playa de Kamari (uno de los dos que fueron puertos de la Antigua Thira), aunque hay que tener cuidado puesto que el viento en este punto sopla fuertemente y aconsejamos no aproximarse demasiado al borde del acantilado para evitar posibles accidentes.

Aproximadamente a 200 metros, encontramos a la derecha del sendero el témenos de Artemidoros. Fue fundado a mediados del siglo tercero antes de Cristo por el sacerdote Artemidoros de Apolonio de Perge, impulsado por un sueño que tuvo. Su actividad consistía en fundar santuarios así como embellecer las ciudades, por ello fue honrado dos veces con la corona de olivo además de concederle el derecho de ciudadano de Thera.

El santuario al aire libre fue cincelado en la roca por el mismo Artimidoros: contaba con altares, decoraciones en relieves y numerosas inscripciones, principalmente epigramas de los dioses de honor, que cubrían la parte frontal de la roca de la montaña.

Así, de derecha a izquierda podemos ver: inscripciones en honor de Hécate y Príapo, los altares de los Dioskouris, Omnia y los dioses de Samotracia, el águila de Zeus, el león de Apolo Stefanéforo, el trono de la diosa Tyche en el frontal y el delfín de Poseidón Pelagios. El conjunto se completa con el retrato de Artemidoros entre una corona, en cuya inscripción se expresa el deseo de que su nombre siga siendo inmortal en la eternidad.

Entramos ya a la parte de la ciudad propiamente dicha, la cual se extiende a lo largo de la cresta angosta de la colina, dentro de los límite en que la urbe desarrolló su estructura original limitada por el terreno, por ello su tamaño se mantuvo relativamente pequeña a lo largo de su vida.

A continuación encontramos las Exedrae, tres edificios con forma de templo construidos en línea que están datados en el período romano (siglo I-II d.C.). Su interior albergó estatuas de ciudadanos que pertenecían a familias prominentes de Thera honrados por la ciudad. Se trataba de una obra cuya forma arquitectónica estaba especialmente cuidada. Se construyó sobre un alto podio con tres o cuatro cursos escalonados, formando un pedestal en el lado opuesto de la entrada donde se erigieron las estatuas.

En la exedra sur aún podemos ver las bases inscritas donde antaño estaban las estatuas de Aristófanes de Eimertos y su padrastro Panteaxenos de Melehippos. En la exedra central se especula que pudo contener unas losas inscritas que recubrían el pedestal en las que se mencionaba a Mnasikritas de Diodoros, sacerdote de Dionisos, a su esposa Chairopoleia y a su hermano Tiberio Claudio Kyreina Medon. Finalmente, en la del norte también sobreviven bases con inscripciones para esculturas en las que se mencionan a Archis de Diodoro y, probablemente, a su hijas Archis de Temístocles.

Llegamos así a una zona enlosada donde se encuentra el ágora, un lugar de culto y debates, formando por un ensanchamiento de la calle principal en el centro de la ciudad, ocupando el espacio más meridional que establece su forma. Por encima del ágora se encuentran los restos del templo de Dionisos.

En época helenística el ágora fue ampliado, se construyeron importantes edificios públicos, se multiplicaron los lugares de culto y se fundaron santuarios en honor de deidades extranjeras, como a los Reyes Egipcios, culto introducido en este período. Fue en este momento, además, en que la ciudad definió su imagen mediante la construcción de diferentes terrazas y plataformas. Durante la época romana, el ágora se expandió de nuevo y se renovaron los baños públicos.

Contigua al ágora, en su parte sur, se sitúa la llamada Basilike Stoa o Pórtico Real. Originalmente contaba con 111 metros de longitud, coronada por un gran pórtico. De aquél esplendor sólo vemos hoy en día los restos de columnas y murallas perimetrales. Se construyó en época helenística a principios del siglo III a.C., sin embargo fue restaurada en época romana, en la segunda mitad del siglo II d.C., como así lo reflejan las tablas situadas frente a la entrada.

En una de ellas se puede leer la promesa pública o eisaggelia del ciudadano T. Flavius Kleitosthenes Claudianus de encargarse del coste de la reparación del edificio, en la otra tabla se habla sobre una resolución aprobada en la asamblea de ciudadanos y el consejo en cuanto a las reformas. Durante esta reparación, la parte norte del edificio se transformó en un sitio especial con pedestales para la erección de estatuas, al parecer dedicadas a la adoración del emperador romano y sus familiares.

Seguimos el camino marcado y nos topamos ahora con la llamada casa de Tyche, considerada una casa privada, aunque su posición ocupando el extremo de una parte del ágora hace pensar que se trataba de un edificio público.

Su fisionomía era la típica de las casas romanas: se accedía directamente desde la entrada al atrium que contenía cuatro columnas en cuyo espacio intermedio se encontraba el impluvium que recogía el agua de lluvia y que se conserva perfectamente en la actualidad, para posteriormente ir, a través de un desagüe, a una cisterna subterránea.

Las principales áreas del edificio se desarrollaron a ambos lados del atrium, mientras que unas escaleras en la pared sur daban acceso a un piso superior. En la planta baja existen unos nichos techados con unos arcos cuyo uso se desconoce, aunque junto a uno de ellos se encontró la estatua de la diosa Tyche (Fortuna), a quien la casa debe su nombre.

Los baños, con una stoa en la fachada, se construyeron en época helenística pero, como decimos, en el período romano, sufrió importantes cambios. En el extremo norte del edificio se situaban unas letrinas públicas, con una entrada independiente. A lo largo de sus paredes, por encima de una profunda alcantarilla, había un banco de piedra con aperturas espaciadas en su superficie. Un drenaje aseguraba la limpieza, al abastecer de agua la alcantarilla.

La construcción de los baños fueron pagados, probablemente, por el habitante de Thera T. Flavius Kleitosthenes Claudianus, a mediados del siglo II d.C. A pesar de su pequeño tamaño, se ha considerado que se trata de un edificio público debido a que se encuentra en los límites del ágora, además de estar comunicado con la Basilike Stoa. Entre las estancias típicas de los baños, actualmente el viajero puede distinguir con certeza el hipocausto.

Seguimos paseando y admirando el sitio en el que es fácil imaginar cómo podrían haber sido sus calles. Y es que poco se sabe de la forma de la ciudad durante los períodos Arcaico y Clásico (VII - IV a.C.). Fue durante la época helenística cuando la urbe tuvo su mayor apogeo y cuando adquirió una nueva forma ampliándose significativamente. En ese momento se crearon nuevas terrazas que permitieron construir casas espaciosas con peristilo, extendiéndose además, la zona residencial a la cresta de la montaña.

Y así llegamos al teatro helenístico, situado cerca del ágora, en una zona densamente estructurada de la ciudad. A pesar de su pequeño tamaño y su forma arquitectónicamente sencilla, se trató de uno de los edificios más imponentes de la época helenística y romana. Probablemente preexistió en el mismo lugar en que se encuentra una simple construcción utilizada para asambleas.

El teatro parece haber sido construido en parte en el siglo II antes de Cristo. En su lado norte, la única zona sin edificios colindantes, había dos entradas de acceso: una hacia el auditorio y la otra hacia la orquesta. El auditorio, con una capacidad de 1500 personas, estaba dividido de manera radial por seis escaleras y de manera transversal por cinco secciones de asientos.

En el siglo I d.C. (en época romana), se construyó el proscenium que estaba decorado con estatuas de la familia imperial, ocupando parte de la antigua orquesta. Bajo el auditorio, una gran cisterna recoge el agua de lluvia. Por otro lado, el edificio rectangular situado al oeste del teatro se construyó en la misma época que el auditorio, pero se desconoce si estaba vinculado al teatro o tenía algún otro uso público.

Más allá vemos un claro ejemplo de una casa privada típica de la época helenística, siguiendo la estructura característica de la casa griega con, por ejemplo, elementos de introversión y la organización de sus áreas en torno a un patio interior rectangular con peristilo.

La casa, sencilla y sin decoración en el exterior, sigue el terreno inclinado, formándose dos niveles. La entrada da a un vestíbulo que conduce al patio, el cual era el centro de la vida familiar, en medio del peristilo había un altar para el culto privado. Las habitaciones y las zonas auxiliares se encuentran en tres lados del patio, que a su vez es la principal fuente de iluminación y ventilación, puesto que las paredes externas no tenían ventanas.

El hecho de que hayan aperturas tapiadas y muros adicionales nos sugiere que hubieron reformas y modificaciones en la casa con el paso de los años. Por último, el agua estaba asegurada mediante un sistema de cisternas subterráneas.

En este punto una valla y una señal de prohibido el paso, obstruye nuestro camino hacia la zona donde se encuentra los restos del gimnasio de los Efebos, donde tenía lugar las Gimnopedias (una danza de chicos jóvenes desnudos que se celebraban en honor a Apolo Karneios).

En esa zona se pueden ver, además, el santuario de Ptolomeos III, el de Apolo Karneios, etc.. Desde aquí se obtienen, además, bellas panorámicas de la popular playa de Perissa y las bases de las montañas en la que nos encontramos, Mesa Vouno y la vecina Profitis Ilias.

Así pues, no nos queda más remedio que seguir con nuestra ruta y girar hacia nuestra derecha entrando al área donde se constituyó un centro de culto durante la época helenística. La zona está sustentada por una muralla formada en parte por bloques del siglo VI a.C.

La identificación de una parte de la construcción con el santuario de Apolo Pythios, se debe a una estela con inscripciones encontrada en este sitio que menciona que fue colocada en un santuario de dicho dios. Se supone que la gran área abierta y plana pertenece al santuario, así como los escasos restos de la edificación con dos entradas en la fachada.

Sobre las ruinas del templo se construyó una basílica cristiana de tres naves, con doble nártex y un ábside en su nace central, probablemente en el siglo VI d.C. Para su construcción se empleó material del templo, destruyéndolo por completo su estructura superior. Por otro lado, el gran patio con peristilo que linda con el templo de Apolo fue el lugar donde se estableció la Basilistai donde miembros de una guarnición ptolemaica adoraban a los reyes de los Ptolomeos, cuya actividad religiosa estaba estrechamente asociada al vecino santuario de los dioses egipcios.

Y es que durante la época helenística hubo un período de receptividad para con nuevos dioses y cultos, por ello la adoración de deidades orientales y egipcias se extendió por todo el territorio griego. En Thera los dioses egipcios Serapis, Isis y Anubis fueron adoptados a primeros del siglo III a.C., integrándose rápidamente su culto en la vida religiosa pública y privada de sus habitantes.

El culto a la triada egipcia en la isla está estrechamente ligada a la presencia y actividad de una numerosa guarnición ptolemaica. El santuario que vemos se fundó en honor a estos dioses en la primera mitad del siglo III a.C. Su fisionomía consistía en una inusual obra al aire libre compuesta por una terraza, construida principalmente con relleno de tierra.

En la actualidad sobrevive principalmente la parte excavada en la roca con nichos para ofrendas votivas en un lado y un pedestal para la colocación de esculturas de culto en el otro. Dos cisternas próximas al santuario le proporcionaban lo necesario para las necesidades para el culto del "agua sagrada".

En este punto nos adentramos por las calles del sitio arqueológico, estamos en plena ciudad residencial donde se distribuían las mayorías de las casas privadas. Es fácil distinguir habitaciones, puertas, nichos, vías, etc... Es muy curioso comprobar cómo los márgenes de las puertas o ventanas son de piedra volcánica roja y negra, en contraste con la piedra del resto del edificio.

En el siglo III d.C. comenzó el declive de la ciudad, y eso a pesar de que aún estuvo habitada incluso después del final de la antigüedad, durante la época paleocristiana (IV - VI d.C.).

En el siglo VIII ofrecía un refugio frente a las incursiones árabes para los habitantes de la isla que vivían cerca de los puertos, incluso éstos llegaron a construir alojamientos improvisados entre los edificios antiguos que ya se encontraban en un estado semi-ruinoso. Poco después, sin embargo, quedó definitivamente deshabitada. Entre 1896 y 1902 tuvo lugar el descubrimiento de la urbe durante las excavaciones a gran escala que llevaron a cabo un equipo de arqueólogos alemanes, liderado por Hiller von Gaertringen. Los hallazgos de esa excavación se exhiben en el Museo Arqueológico de Fira.

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