ALBEROBELLO

EL BARRIO MÁS GRANDE FORMADO POR TRULLOS


En el año 1843 se puso en vigor un reglamento que prohibía a los habitantes de Alberobello construir edificaciones con piedra en seco, como hasta ese momento se hacía. Ese reglamento debía cumplirse en todas las calles de la villa, exceptuando en Monti ya que, al estar habitado por personas pobres, estaría exenta de esa norma. Gracias a esta condición de pobreza, se aseguró el mantenimiento y conservación de todo este tejido urbano que, antes del abandono definitivo de la técnica constructiva tradicional, contaba con al menos dos mil trullos. Con un Real Decreto de 1910 todo el distrito fue declarado Monumento Nacional, con su consiguiente conservación oficial.

Las casas blancas con cúpulas oscuras de piedra hacen de este parte uno de los lugares más mágicos de Puglia. En el barrio de Rione Monti, situado en una colina al sur de la ciudad, se concentran más de mil trulli en alrededor de 15 hectáreas, cruzada por quince calles y alineadas a lo largo de ocho calles paralelas que cortan longitudinalmente el tejido urbano. Los trullos más antiguos se encuentran a lo largo de las siguientes calles: via Monte Nero, via Monte Pasubio, via Monte S. Michele y via Monte Sabotino.

Un paseo por este barrio supone una inmersión en la historia, gracias a la arquitectura característica de los trulli y los símbolos que algunos de ellos presentan en su tejado. En algunos casos están flaqueados por vestidores en terracota, a la cal, estando dotados de ventanas y balcones que aumentan el espacio habitable.

Muchas de estas casas ahora tienen fines comerciales de diferente índole, principalmente como alojamientos, tiendas de souvenirs o talleres artesanales, en los que los artesanos locales modelan magistralmente diferentes piezas hechas de piedra (sobre todo trullos), telas policromadas o rica cerámica pintada a mano.

Anteriormente mencionábamos los símbolos situados sobre el propio tejado cónico del trullo, los cuales constituyen todo un misterio. Hay quien los relaciona con elementos mágicos, otros los atribuye a un ámbito familiar, apoyándose en el hecho de que otros pueblos del mundo marcaban las casas para protegerlas o para diferenciarlas. Los símbolos presentan temáticas muy variadas, desde los paganos primitivos, pasando por los cristianos y terminando por los mágicos, aunque incluso también los hay que hacen referencia a la mitología griega o romana.

Entre esos símbolos podemos ver representaciones de la luna, el sol, águilas, perros, serpientes, bueyes, caballos, cruces, corazones… y así hasta alrededor de doscientos símbolos catalogados, algunos de los cuales ya han desaparecido. De cualquier manera, esta simbología parece estar relacionada como un elemento sobrenatural para proteger contra la mala suerte o como elementos de veneración hacia dioses como Mercurio, Saturno, etc.… Con el paso del tiempo y con la paulatina desaparición de las supersticiones, los nuevos trullos fueron abandonando esta costumbre, cayendo finalmente en desuso. Una de las calles donde mejor se aprecian estos símbolos es en la via Monte Pertica.

Con la misma cal con la que se encalaban las pareces, se pintaban los símbolos en los techos, los cuales están coronados con un pináculo compuesto, normalmente, por tres piedras que se superponen: una cilíndrica, una plana y la última esférica, piramidal o trapezoidal. Al igual que los símbolos, los pináculos también son todo un misterio. Existen varias teorías: unas señalan un uso ritual, otras afirman que su función es puramente estética, otras que son marcas de los maestros canteros que construyeron el trullo, otras lo relacionan con un culto solar, incluso otras señalan que se trata de un elemento distintivo de los gobernantes hacia su comunidad.

Entre los trullos más característicos encontramos uno de los más antiguos de Alberobello, el Trullo Siamés, que se remonta a principios del siglo XV. Recibe ese nombre por su típica e inusual estructura formada por dos tejados conos que se unen y fusionan entre sí, mostrando, uno de ellos el símbolo de un sol. Su interior acoge una tienda de suvenires, poseyendo dos accesos independientes que comunican con dos calles diferentes, peculiaridad que está ligada a la leyenda que rodea a este trullo. Según esa leyenda, aquí vivían dos hermanos, Antonio, el mayor de los dos estaba prometido de una mujer.

Ocurrió que la mujer y Pasquale, el hermano menor, se enamoraron y comenzaron una relación. Así, al principio, los tres convivían en este trullo, haciendo que la convivencia se hiciera insoportable. Un día el hermano mayor, ciego de celos, empujó a los dos amantes a abandonar el trullo, alegando su derecho de primogenitura sobre la propiedad. El menor lo rechazó e invocó su derecho de herencia, por lo que finalmente dividieron el trullo por la mitad, abriendo una segunda puerta independiente. Desde entonces este trullo se ha convertido para el pueblo en un símbolo de la vida que puede unir, pero también dividir y distanciar, aun habiendo lazos de sangre.

Al lado del Trullo Siamés tuvimos la oportunidad de poder acceder a uno de estos edificios habitados actualmente por una familia. En la puerta, un chico cobraba la voluntad a cambio de dejar pasar a los turistas al interior. Ya la zona externa nos pareció muy bonito, con un pozo situado justo al lado de la puerta de acceso.

Es muy curioso comprobar que por dentro el espacio es muy reducido, sin embargo, saben cómo aprovechar cada rincón. No es un espacio totalmente circular, como podríamos pensar viéndolo desde fuera, además, los arcos de medio punto sirven de separación de las pocas estancias que conforman el hogar. La modesta cocina, que cuenta con chimenea, se sitúa junto a la entrada, después el salón con una pequeña cama en un lateral y a continuación un pequeño dormitorio.

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