PARQUE ARQUEOLÓGICO DE POMPEYA (PARCO ARCHEOLOGICO DI POMPEI)

CASAS SEÑORIALES, LOCALES COMERCIALES BORDEANDO LAS CALLES, NECRÓPOLIS Y SUBURBIUM


Comenzamos nuestro recorrido por la Casa de los Amorcillos (o Cupidos) Dorados, una de las más elegantes del periodo imperial en Pompeya. Muy cerca se encuentra la Casa de los Vettii, cuya definición deriva de dos sellos de bronce encontrados cerca de una caja fuerte situada en el atrio. Esos sellos llevaban inscritos los nombres de dos hermanos libertos: Aulus Vettius Restitutus y Aulus Vettius Conviva, quienes se enriquecieron gracias al comercio. Este inmueble, uno de las más ricos y famosos de Pompeya, sufrió los estragos de los bombardeos de septiembre de 1943, durante la II Guerra Mundial, causando daños considerables, particularmente en el lado norte del peristilo. Aunque se repararon los daños estructurales, algunas pinturas se perdieron para siempre.

El vestíbulo estaba conectado con las fauces a través de una gran puerta doble, las cuales se encontraban decoradas con el cuarto estilo, consistente en paneles negros enmarcados en rojo sobre un friso negro inferior. En el centro de dichos paneles se sitúan pequeñas escenas monocromáticas de un par de ciervos, un gallo de pelea, jarrones y una cartera con un heraldo, atributos de Mercurio que quizás se encontraba entre los Lares de esta casa. Pero lo que llama poderosamente la atención es un Príapo, dios de la fertilidad y la prosperidad, probablemente situado aquí para proteger a los dueños de la casa del mal de ojo de los envidiosos, más aún teniendo en cuenta sus estatus como libertos. Desde aquí se llega al atrio con un impluvium revestido de mármol.

Este espacio contaba a ambos lados con cajas fuertes revestidas de hierro y colocadas en una base de mampostería. El atrio cuenta con una decoración del cuarto estilo, consistente en un friso inferior amarillo con paneles rojos en los que se ven escenas de niños portando vasijas de todo tipo, aparentemente destinadas a un sacrificio. Encima discurre una banda negra con varios amorcillos o cupidos en diferentes acciones. Una tercera banda decorativa cuenta con escenas de arquitecturas. El atrio, además, no tiene tablinum, su lado oeste se abre directamente al peristilo y jardín, ya que la fisionomía de la casa se modificó en el siglo I d.C., en época augustea. Desde ahí se accede al área doméstica y la cocina, en cuyo lado norte hay una habitación con escenas explicitas, utilizada por la esclava Eutychus para prostituirse.

Muy próxima se encuentra la Casa del Laberinto que fue construida a finales del siglo II a.C., aunque renovada y modificada tras ser adquirida por la poderosa familia Sextilii. La casa debe su nombre al mosaico situado en el suelo de la exedra, consistente en un laberinto en blanco y negro, en cuyo centro se representó la escena mitológica de Teseo luchando contra el Minotauro. Ahora si nos dirigimos hacia el sur, nos toparemos con la Casa del Fauno, una de las más grandes de Pompeya, ya que ocupa una manzana entera de unos tres mil metros cuadrados. Tras su visita, justo enfrente se encuentra la Casa del Ancla, cuyo nombre deriva del ancla negra representada en el mosaico de la entrada, cuyo diseño resulta muy original en comparación con otros tradicionales en el panorama pompeyano, y que simbolizaba la paz y seguridad que la casa ofrecía a sus habitantes.

Esta vivienda posee un plano bastante estándar de atrio-jardín, con un peristilo desplazado ligeramente hacia el sur. La parte posterior se desarrolla en dos niveles a diferente altura: el superior posee una amplia terraza, alrededor de la cual se distribuían tres grandes salas de recepción con vistas hacia el nivel inferior ocupado por otro jardín porticado. En uno de los deambulatorios de ese pórtico se abre un gran ediculum que posee un lararium estilo templo decorado con dos representaciones de timones y un altar, destinado al culto de Venus.

Retomamos la ruta hacia el norte y llegamos a continuación a la Casa de los Dioscuros, una de las más suntuosas y vastas del último período de Pompeya, que posee una particular riqueza en sus pinturas. La casa fue llamada así por los frescos en las fauces en los que se representan a estos hijos de Zeus, también conocidos como “los gemelos celestiales”, es decir Castor y Pólux, colocados a ambos lados del vestíbulo.

Las fauces se desembocan en un gran atrio, el cual es, junto con los de otras tres casas, las única en su estilo en Pompeya: cuenta con doce columnas corintias pintadas con el tradicional rojo y blanco y dispuestas alrededor de un impluvium central. El atrio ha perdido gran parte de su decoración basado en el cuarto estilo y los frescos supervivientes se retiraron y se exponen ahora en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles. Alrededor del atrio se abren suntuosas habitaciones, entre ellas el tablinum decorado con el cuarto estilo que, al igual que el atrio, ha sido despojado de sus mejores frescos que también están expuestos en aquel museo. El tablinum se encuentra abierto al peristilo que está porticado en dos de sus lados y en cuyo centro hay un jardín con un lararium estilo templo.

El triclinium, en la esquina sureste del atrio, estaba decorado con el cuarto estilo, destacando en sus paneles centrales escenas mitológicas: dos de ellas, las del muro norte y oeste, siguen permaneciendo in situ, pero en bastantes malas condiciones. Esta estancia tiene un piso decorado con mosaico en blanco y negro. En el lado sur del atrio, un amplio portal conduce a un segundo peristilo que se encontraba ricamente decorado con el cuarto estilo y un pavimento de mosaico en blanco y negro. En el centro hay un jardín que cuenta con dos estanques, uno de ellos es mucho más grande que el otro, todo ello presidido por una exedra, la habitación más grande de la casa, que en origen estaba cubierta de mármol, algo poco común en Pompeya.

Un poco más hacia el norte, en la misma Via di Mercurio (importante calle que conduce de manera directa hasta el foro romano de la ciudad) se encuentra la Casa de Meleagro. Este edificio de origen samnita, a pesar de su sencilla fachada, esconde un interior ricamente decorado con una mezcla del primer, tercero y cuarto estilo.

Las fauces de la casa están decoradas con el cuarto estilo, consistente en paneles rojos separados por motivos arquitectónicos, situados sobre un friso negro inferior. En el panel central de cada pared se pintaron dos escenas mitológicas: a la izquierda la de Meleagro y Atalanta, que dio nombre a la casa y que se encuentra actualmente muy descolorida; mientras que a la derecha se encuentra la pintura de Deméter y Hermes. Las fauces tienen, además, un suelo decorado con un mosaico en blanco y negro con un patrón geométrico. Desde ahí se llega a un atrio con un impluvium central revestido de mármol que cuenta en uno de sus extremos con una mesa rectangular del mismo material.

Cuando se excavó la casa por primera vez en 1829 se extrajeron los mejores frescos que adornaban el atrio y ahora se pueden ver en el Museo Nacional de Nápoles. A continuación, le sigue el tablinum que se encuentra en mal estado. Desde el lado norte del atrio se accede a un gran peristilo que, debido al espacio limitado, la casa no cuenta con un diseño regular, por lo que se encuentra separado del eje atrio-tablinum. Las paredes del peristilo también estaban ricamente decoradas con escenas mitológicas, la mayoría en mal estados, otras en el mencionado museo. En el centro hay una gran fuente, mientras que al este se sitúa un oecus bastante inusual, al contar con una columnata corintia interna, además de tener un suelo decorado con un mosaico en blanco y negro.

A pocos metros, justo en la acera de al lado, está la Casa de Apolo, cuya planta se remonta al último periodo de vida de Pompeya. Esta vivienda, llamada así por las escenas asociadas con el mito de Apolo, quizás perteneció a Aulus Here(n) uleius Communis como se lee en un anillo-sello descubierto durante la primera excavación en el año 1830. Cuenta con un gran jardín articulado en dos niveles, alrededor del cual se encuentran las estancias más importantes de la casa: en el jardín inferior se encuentra el triclinio de verano decorado con un revestimiento de piedra caliza, a modo de cueva, además de contar con tres mosaicos realizados con conchas y teselas de colores que tratan temas mitológicos, de los que sólo se conserva in situ la escena en que Ulises reconoce a Aquiles disfrazado y escondidos entre las hijas del rey de Sciro.

Desde aquí podemos ver en todo su esplendor el bastión XI de la muralla, conocido como Torre de Mercurio. Se trata de una de las torres de vigilancia que se insertaron a lo largo de la muralla a partir de la toma romana de Pompeya en el 89 a.C. para mejorar la seguridad de la ciudad. De hecho, en este tramo de muralla, concretamente desde la Porta Ercolano y Porta Vesuvio, aún son visibles las huellas de las piedras esféricas lanzadas por las catapultas del ejército de Silla en el 90 a.C. Además de la planta baja, su interior se distribuye en otros dos niveles, mientras que la azotea presenta una terraza almenada, a través de la cual pasaban los guardias a través de los muros. Esta torre estuvo abierta al público para disfrutar desde su cima de una completa panorámica de la ciudad, pero en el momento de nuestra visita estaba cerrada por investigaciones arqueológicas, pues alrededor de la Torre de Mercurio se han encontrado los restos de la fortificación anterior, siendo particularmente interesantes las huellas de las roderas de las máquinas de guerra utilizadas para la defensa durante aquel ataque de Silla.

Descendemos hasta algo más de la mitad de la Via di Mercurio para ver la Casa de la Fuente Pequeña, la cual conserva un diseño típico de la vivienda samnita, pero con la adición de una segunda entrada y un segundo atrio. La primera puerta se abre a unas fauces que están decoradas con paneles rojos y un friso inferior rojo oscuro y que conducen hasta un atrio rectangular con un impluvium y una boca de pozo, desde el cual se extraía el agua de la cisterna situada debajo. Aunque el atrio carece de decoración, se sabe, a partir de fragmentos supervivientes, que estaba ornamentado con el cuarto estilo, con paneles rojos y un friso inferior en rojo oscuro, en consonancia con las fauces.

El suelo es de color gris con pequeños fragmentos de mármol blanco. Inmediatamente se sitúa el tablinum que también perdió la mayor parte de su decoración al fresco, aunque cuenta con un suelo cuyo borde está decorado con un mosaico blanco y negro a modo de grecas clásicas. Su lado oeste está abierto completamente hacia el pequeño peristilo de la casa que posee columnas en sus dos lados, las cuales se construyeron con ladrillo estucado y pintados con base de color rojo y el cuerpo superior en blanco. En una de las paredes se encuentra la fuente “pequeña” que da nombre a la casa, la cual se encontraba recubierta de un colorido mosaico y decorada con esculturas. Este tipo de fuentes eran muy comunes a mediados del siglo I d.C. En este caso, se colocó en un lugar estratégico para ser vista desde la entrada.

Las paredes sur y oeste del jardín cuentan también con grandes paneles escénicos en los que se representan paisajes con villas, un pueblo costero, etc. pintados solo unos años antes de la erupción. Volvemos al atrio, cuya parte derecha está ocupada por un oecus, el cual estuvo decorada con paneles azules con pequeñas escenas y medallones, separados cada uno con falsas columnas y sobre un friso inferior negro. Esta sala conecta con el atrio contiguo, el cual también tiene un impluvium central y estuvo decorado con el cuarto estilo. Aquí vemos, en el fondo, un segundo tablinum decorado también con el cuarto estilo, de manera similar al oecus comentado anteriormente.

Junto a ésta se encuentra la Casa de la Fuente Grande, cuya fachada compuesta por grandes bloques de toba formaba parte del diseño original de la casa del siglo II a.C. Desde un umbral de mármol en la puerta discurren unas fauces con la decoración de sus paredes demasiada desgastada. El atrio, que posee un considerable tamaño y apenas ha conservado su decoración, cuenta con un impluvium revestido de mármol y una cabeza de pozo. A la izquierda, adyacente con las fauces, se encuentra un cubiculum con un estrecho hueco arqueado que, a juzgar por las tres puertas tapiadas en el lado sur del atrio, hacen pensar que la contigua Fullonica de Veranius Hypsaeus se extendió hacia el norte en algún momento, en perjuicio de esta vivienda.

En general las diferentes salas de la casa han llegado hasta nuestros días en un estado de bastante deterioro con una decoración muy desgastada, incluido el tablinum situado al fondo del atrio, siendo la habitación situada a la derecha de las fauces la que mejor ha llegado a nuestros días. El tablinum se encontraba abierto al atrio en todo su largo, mientras que una entrada ancha daba directamente al pórtico, cuyas columnas eran de toba estriadas, con un pequeño jardín en el centro.

Aquí se encuentra la fuente monumental que da nombre a la casa, la cual consta de un frontón situado sobre una hornacina completamente revestida de un mosaico hecho con teselas de vidrio policromado. El agua fluía desde un caño de bronce con forma de delfín, tras lo cual caía y discurría por un pequeño tramo de escalones hacia una pila situada debajo. La decoración de la fuente se completaba con máscaras trágicas de teatro que estaban a ambos lados del nicho y una escultura de bronce de un amorcillo colocada en el soporte circular dentro de la pila.

No podemos irnos de aquí sin ver, al otro lado de la calle, la Caupona u Osteria della Via di Mercurio, cuya sala trasera del bar contiene una decoración del tercer estilo con interesantes frescos. Una caupona era una posada donde los viajeros de paso podían dormir en una cella o habitación y además obtener comida y bebida caliente. Y es que comer fuera en la antigua Roma era muy frecuente, de hecho, aunque hoy en día hablemos de forma genérica de termopolios, los romanos hacían distinciones entre ellos: los más frecuentes eran las tabernae (equivalente a nuestros bares que solían especializarse en el vino de diferentes calidades) y las popinae (nuestras casas de comidas que servían platos preparados acompañados de vino). A su vez, dentro de aquellas denominaciones había subgrupos: gurgustium (bar sin sitio para sentarse, sucio pero económico), ganea (bar de mala reputación), la caupona (posada y bar a la vez, también llamado hospitium), etc., etc.

La profesión de caupo y caupona no estaba bien visto socialmente, ya que muchos de ellos eran libertos o de origen extranjero, de hecho, los textos de los autores antiguos nos hablan muy mal de todos estos lugares, aunque hay que tener en cuenta que estos escritores pertenecían a la élite social y por tanto, no tenían ningún reparo en despreciarlos públicamente al describirlos como lugares oscuros, mal ventilados por el humo de las cocinas, grasientos y plagados de pulgas, además de tener que comer sentado en lugar de reclinado. A las mujeres se la describían como desvergonzadas e inmorales que atendían las mesas, pero también bailaban lascivamente y tocaban algún instrumento.

Pero la clientela que frecuentaba estos sitios era el pueblo llano que, ya fuera por necesidad o por gusto, acudían para comer en un día de mercado, tras acudir al anfiteatro, etc., o simplemente por estar de paso en un largo viaje, en cuyo caso también se intercambiaban información local por otras de provincias más lejanas. A veces simplemente acudían a beber y a divertirse jugando o a debatir de cualquier tema. A tenor de lo comentado, en las paredes podemos ver diferentes frescos: en uno de ellos se representan a unas personas jugando efusivamente a los dados, en otro a un personaje sentado en una mesa con salchichas, cebollas y varios alimentos colgados del techo, en otro vemos a un soldado con una lanza en la mano izquierda pidiendo a un esclavo que le sirva vino, mientras decía, según una inscripción sobre sus cabezas, “da fridam pusillum” (“dame un poco de agua fría”), etc. También hay alguna escena erótica, puesto que no era raro que estos locales ofrecieran también servicios sexuales.

Ahora si seguimos descendiendo la calle nos toparemos con el Arco de Calígula que ocupa la intersección de la Via delle Terme, Via della Fortuna, Via del Foro y la Via di Mercurio. La ubicación no es casual, puesto que se edificó en el mismo eje que el arco atribuido a Tiberio que constituye la entrada monumental al foro. El Arco de Calígula, aunque hoy lo veamos de ladrillo, estuvo originalmente revestido de mármol. Su atribución a ese emperador se dedujo de una estatua ecuestre de bronce, hallada en pedazos debajo del arco (actualmente en el museo Arqueológico de Nápoles), que debió estar en la parte superior del monumento.

Junto al arco, a la izquierda, se encuentran los restos de otro termopolio (en total se han descubierto 89 termopolios hasta el momento en Pompeya). Ya sabemos que se trataban de locales con pequeñas cocinas donde se vendía comida y bebida caliente, y que su clientela habitual eran las clases bajas, quienes buscaban comer y beber socialmente, emulando de alguna manera el ritual de las élites cuando comían entre amigos, aunque de una forma muchísimo menos ostentosa. Pero otro de los motivos por lo que estas personas acudían aquí, quizás el de mayor peso, es que muchas viviendas y tiendas situadas en el solar de las grandes casas de Pompeya tenían sólo una única habitación, como podemos ver en esta misma ínsula. Era normal que ahí trabajasen y vivieran artesanos y comerciantes, a menudo con sus familias en pisos superiores, por lo que era raro que estas casas tuvieran cocina. A pocos pasos, en la misma calle e ínsula, se encuentra otra de las viviendas famosas de Pompeya: la Casa del Poeta Trágico.

Desde aquí, a un tiro de piedra, se encuentra la Casa de Pansa, también conocida como la Casa de Gnaeus Aleius Nigidius Maius, que ocupa una manzana entera. Se trata de otro ejemplo clarísimo de lo comentado anteriormente, ya que la mayor parte de los locales frente a las calles circundantes se alquilaron para tiendas, comercios y viviendas, mientras que la casa ocupa la parte interna de la ínsula en su lado sur. El inmueble fue construido en el siglo II a.C., y es todo un ejemplo de la típica vivienda aristocrática romana, en que las habitaciones se sitúan en torno a un atrio y un peristilo con 16 columnas jónicas de toba, en cuyo centro hay un estanque decorado originalmente con representaciones de plantas acuáticas y peces sobre un fondo azul. El resto de la vivienda está en estado ruinoso y prácticamente ha perdido toda su decoración.

Desde aquí parte otra de las calles principales de Pompeya: la Via Consolare, formando el límite noroeste de la red de calles de la ciudad, discurriendo parte de su trazado paralelo a un tramo de murallas. Se trata de uno de los primeros caminos del primer asentamiento que dictó el futuro diseño urbano. Esta calzada conducía a Cumas, al noroeste, pero su importancia cultural y comercial aumentó tras haberse conectado Pompeya con las lagunas de sal de la Salinae Hercules, cerca de Torre Annunziata, hacia el oeste. Se sabe que ya por el siglo II a.C. la via Consolare, como las demás calles de la ciudad, estaba pavimentada con bloques poligonales de basalto. En la actualidad, como en muchas otras zonas de Pompeya, podemos ver los surcos de las ruedas de los carros dejados sobre la calzada.

Y así llegamos a la Casa del Horno, cuya planta data del siglo II a.C., aunque tras el terremoto del año 62 d.C. se transformó en una panadería aprovechando las reformas, por lo que la planta baja se convirtió en la zona de producción, mientras que los propietarios vivieron probablemente en la planta superior. Se instaló un gran horno para el pan en la parte trasera de la casa, mientras que el peristilo se transformó en una sala destinada a albergar cuatro grandes molinos de piedra para moler el grano, además de balsas de agua para lavarlo previamente. Estos molinos se hacían girar mediante unos postes de madera introducidos lateralmente en la pieza superior y eran empujados por esclavos o burros. En Pompeya se han contabilizado hasta la fecha más de treinta panaderías, y es que este negocio era muy rentable.

Avanzamos un poco mas y llegamos hasta la Casa de Sallustio, cuyo nombre deriva del cartel electoral pintado en su fachada, en el cual se recomienda a Gaius Sallustius para el cargo, aunque también se la conoce como Casa de Aulus Cossius Libanus, por un sello suyo encontrado en la casa. Se trata de uno de los edificios que pertenecen al periodo samnita, por ello presenta una fachada construida con bloques de toba. A pesar de que el edificio fue dañado por los bombardeos anglonorteamericanos de la II Guerra Mundial, se han conservado muchas de las decoraciones de las paredes, lo que ha permitido percibir la monumentalidad que las pinturas transmitían al visitante de la casa.

Esta vivienda señorial prerromana parece que se convirtió en una posada durante la época romana tras el terremoto del año 62 d.C., para lo cual se añadió un segundo piso y se renovó parte de la decoración, además de añadirse otros elementos ornamentales como una escultura a tamaño natural de Acteón atacado por los perros de la diosa Diana, o la de un ciervo en el impluvium o una estatuilla de bronce de Heracles, estos dos últimos en el Museo Arqueológico de Nacional de Palermo. En aquella conversión las tiendas a ambos lados de la entrada se modificaron para abrirse a las fauces, así como a la propia calle. En el acceso al atrio, en el momento de nuestra visita, se colocó un molde de yeso de una de las víctimas fallecidas durante la erupción encontradas en el interior de esta casa.

Si ahora seguimos por la via Consolare llegaremos a la Puerta de Herculano, situada en la esquina noroeste de las murallas de la ciudad, la cual da acceso a la necrópolis de Porta Ercolano. Consta de 3 fornicis o arcadas, la central de las cuales estaba destinada a vehículos mientras que los dos arcos laterales estaban reservados para peatones. La puerta no cuenta con elementos defensivos porque en el momento de su construcción tras la conquista de Pompeya por el general romano Silla en el año 89 a.C., no eran necesarios porque se vivía en un momento de paz. Las técnicas utilizadas para su construcción fue una mezcla de opus listatum con ladrillo y toba, y de opus incertum con piedra volcánica.

Adyacente a la puerta podemos ver los muros colindantes que pertenecen a la época samnita (siglo II a.C.), a cuya pasarela se accedía a través de una escalera de toba situado a la derecha de la puerta. Tras atravesarla y ya fuera, a nuestra derecha podemos apreciar un tramo de muralla construida con grandes sillares de toba y dispuestos en una planta regular de siete metros de altura. Aquí incluso se pueden apreciar las marcas dejadas por las envestidas de las balas de piedras lanzadas durante el sitio de Silla, cuyos ataques se concentraron especialmente en esta zona de la ciudad.

Estamos ya en la necrópolis de Puerta de Herculano, que se extiende a lo largo de la calzada que conduce a Herculano, de ahí el nombre de la puerta. Los cementerios romanos se situaban a lo largo de los caminos próximos a las ciudades. En Pompeya todas las tumbas se sitúan fuera de todas las puertas, excepto una, incluyendo Puerta Nola, Puerta Nocera (el cementerio más espectacular), Puerta del Vesubio y, el que nos ocupa ahora, Puerta de Herculano. Los monumentos funerarios de esta parte datan de a partir del siglo I a.C., aunque la zona ya se utilizaba en los primeros siglos de vida de la ciudad. Esas tumbas ilustran los gustos arquitectónicos funerarios de la época.

Nada más salir de la Puerta de Herculano, a nuestra izquierda, encontramos dos tumbas típicas de Pompeya demoniadas schola (palabra griega que significa escuela), compuestas por un asiento semicircular de toba y dedicadas por la asamblea de la ciudad a los habitantes distinguidos y merecedores de tal mérito. La que está situada algo más alejada de la puerta conserva una inscripción dedicada a la propietaria de la tumba, la sacerdotisa pública Mamia, que falleció hacia el 29 d.C. y que había mandado construir el templo del Genio de Augusto en el foro.

Más abajo podemos ver otros tipos de tumbas consistente en un podio alto, en cuya parte superior se sitúa una especia de altar, como por ejemplo la de Naevoleia Tyche y Munatius Faustus, que contiene en una de sus caras una representación de un asiento, símbolo del honor concedido para sentarse en primera fila en el teatro, y en otra cara la de un barco que está efectuando su entrada al puerto. Unos metros más abajo comienza el arrabal de la ciudad, el suburbium que contiene muchas villas, como el de Diomedes y el de los Misterios.

La villa de Diomedes, con una superficie de 3.500 metros, es uno de los edificios más grandes de Pompeya, además fue uno de los primeros en ser excavados, por lo que fue un destino clave para los viajeros del siglo XIX. Tras pasar las fauces se llega al peristilo, alrededor del cual se abren las estancias más importantes de la casa, como el triclinio. En el centro del jardín había un triclinio de verano y una piscina. Cerca de la puerta que conducía al área de servicio se encontraron dos víctimas, una de las cuales tenía un anillo de oro y una llave de plata, así como un tesoro de 1.356 sestercios.

En cuanto a la villa de los Misterios, data del siglo II a.C., aunque su forma final fue dada en el 80-70 a.C., momento en que se pintó el fresco de los misterios que cubre tres de las paredes de la parte residencial del edificio que da nombre a la casa, en el que se representa un rito misterioso, reservado para los devotos del culto. Se cree que la escena está relacionada con Dionisio, quien aparece en el muro central con Ariadna, su mujer, mientras que en las paredes laterales se observan figuras femeninas, faunas, ménades y figuras aladas realizando diversas actividades rituales. El éxtasis dionisíaco es expresado mediante danzas y mediante el consumo de vino, mientras que la flagelación ritual está representada por una joven que descansa sobre el regazo de una mujer sentada. También hay maravillosos ejemplos de paredes decoradas con el segundo estilo, como las del tablinum que tiene pinturas de inspiración egipcia.

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