Lefkes, situada en el interior de la isla, concretamente a unos 10 km al sureste de Parikia, la capital, y construida sobre una colina a modo de anfiteatro a unos 300 metros sobre el nivel del mar, es uno de los pueblos más encantadores de Paros. A diferencia de los destinos costeros más turísticos de Paros, Lefkes ofrece una experiencia más auténtica y tradicional, ideal para quienes buscan un ambiente tranquilo, paisajes montañosos, arquitectura cicládica y una rica herencia cultural. Y es que este asentamiento se fundó en la Edad Media por cretenses y refugiados bizantinos que huían de los piratas, ya que el lugar ofrecía protección natural contra los ataques marítimos, frecuentes en aquella época, al mismo tiempo que ofrecía acceso al mar.
Fue entonces cuando el asentamiento se convirtió en la primera capital de la isla de Paros. Pero Lefkes ha pasado por varios períodos, viviendo especialmente una etapa de prosperidad durante la época veneciana. Por ello, la historia del pueblo se refleja en su arquitectura y distribución, en la que se pueden apreciar una mezcla de influencias cicládicas, bizantinas, venecianas y neoclásicas. Un ejemplo son los vestigios de aquella primera época, constituidos por algunos de los molinos de agua más antiguos de las Cícladas, así como numerosas iglesias levantadas a lo largo de los siglos.
Comenzamos el recorrido por sus calles desde su lado este, donde nos encontramos una plaza coronada por el monumento a los Héroes de la Guerra Greco-turca (1919-1922), uno de los principales conflictos derivados de la Primera Guerra Mundial, siendo además la primera contienda militar bilateral ocurrido en Asia Menor en siglos. Aquella guerra enfrentó al Reino de Grecia y a los revolucionarios del Movimiento Nacional turco durante la partición del Imperio Otomano.
Desde la propia plaza se obtiene una vista parcial de parte del pueblo de Lefkes, mientras que a su alrededor podemos encontrar diferentes comercios, además de restaurantes y cafeterías, una panadería de más de cien años, en el que poder comprar delicias horneadas cada día, como panes, hojaldres rellenos (como la famosa spanakopita), pasteles y dulces, etc. Al lado de este establecimiento también se encuentra una heladería, cuyos productos se hace a mano, consiguiendo un helado cremoso y afrutado. Son especialmente buenos los de futa, como el de sandía o melón.
Empezamos ya a descender la calle que une esta plaza con el resto del pueblo para adentrarnos y perdernos por las bonitas calles de Lefkes. El corazón del pueblo es una red laberíntica de callejuelas empedradas que ascienden y descienden, casas blancas con puertas y ventanas pintadas de colores (aunque predomina el azul), buganvillas que trepan por las paredes y pequeñas plazas sombreadas. Es un verdadero placer caminar sin rumbo fijo, mientras se disfruta del silencio y tranquilidad del pueblo, en el que no se escucha ningún tipo de motor. A pesar de esa tranquilidad, en el pueblo podemos encontrar pequeñas tiendas de artesanía que ofrecen a los viajeros productos como cerámicas, jabones naturales, lavanda, textiles, miel, etc.
Y precisamente es el silencio y la tranquilidad que domina sus calles lo que llama mucho la atención. No hay que olvidar que en el pueblo viven unos 550 habitantes, pero al pasear por él uno se pregunta dónde se encuentran esas personas, puesto que con quienes nos topábamos, en su mayoría, solían ser turistas. De igual manera, esa tranquilidad parece que es contagiada a los numerosos gatos adormilados que también encontramos por las calles durante el paseo por Lefkes, animales que también forman parte de la postal del pueblo.
En definitiva, Lefkes es un pequeño oasis dentro de la turística isla de Paros, a donde ir para descansar de las multitudes que encontramos en otras muchas localidades, como Parikia o Naoussa. Y es que, paseando por sus calles, te darás cuenta que se trata de un pueblo prácticamente virgen, pero manteniendo la esencia cicládica. En ese recorrido también nos daremos cuenta del contraste de algunas casas de diferentes zonas del pueblo: algunos edificios se encuentran muy bien rehabilitados, mientras que otros están desgastados (como algunas mansiones con fachas de color pastel), pero sin perder esa extraña belleza.
Y poco a poco llegamos a la plaza central del pueblo, donde una cafetería posee varias sillas y mesas bajo la sombra de los árboles, en los que puedes sentarte durante horas y disfrutar de un frappé (café helado batido), mientras le tomas el pulso a esa localidad de Paros. De nuevo no se escucha ni un sólo coche ni una moto, solamente, quizás, el maullido de algún gato que se encuentra bajo alguna de las mesas esperando algo de comida. Es en esta plaza donde destaca un llamativo edificio neoclásico con fachada color pastel (antiguo “Kafeneion” o cafetería, aunque actualmente es una casa privada) que es muy fotografiada por los visitantes y turistas.
A pocos pasos se encuentra el pequeño pero interesante museo de Arte Folclórico de Lefkes, el primero de su tipo en establecerse en Paros. Su exposición se centra en objetos que tuvieron que ver con la vida cotidiana de los habitantes del pueblo, como utensilios de cocina, bordados, muebles, trajes típicos y textiles, herramientas agrícolas, etc. Todos estos objetos fueron donados por los lugareños con la intención de preservar el carácter cultural e histórico de Lefkes. De nuevo en el exterior, volvemos a pasear hasta que nos encontramos, en muchos rincones de sus calles y en el momento que menos te lo esperas, diferentes iglesias y capillas con su típica arquitectura cicládica, caracterizada por sus muros blancos y pequeños campanarios, algunas de las cuales datan del siglo XVII.
Pero la iglesia más importante, y el orgullo del pueblo, es sin duda la de Agia Triada (de la Santa Trinidad), considerado el segundo templo más majestuoso de la isla, después de la de Panagia Ekatontapyliani en Parikia. Esta iglesia fue construida en el año 1830 en el lugar donde anteriormente se levantaban tres pequeñas iglesias (Agia Anna, Analipsi y Agios Georgios) y cuyos iconos se exhiben hoy en su interior.
Tras cinco años de obras, el templo adquirió una fisionomía de tipo basilical, con una planta de tres naves separadas por arcos abovedados sostenidos por columnas de mármol. Los campanarios, que son bellísimos ejemplos de la maestría de los artesanos de Paros, están construidos principalmente con la piedra tipo "lychnitis", es decir, mármol local muy famoso, cuya característica principal es su semitransparencia.
En el porche porticado de su entrada principal podemos ver dentro de un expositor parte del antiguo mecanismo del reloj del templo de 1920. Por otro lado, el interior de la iglesia está decorado con elaborados frescos del siglo XIX que denotan el gran talento y la calidad artística de sus creadores, así como de una obra cerámica que adorna la puerta principal y que representa a la Santísima Trinidad, pieza realizada por Virginia Kydonieo. De igual manera, el altar también es un bello ejemplo de la artesanía del mármol, en esta ocasión hecha por artesanos de la vecina isla de Tinos.
Tras visitar el interior de la iglesia y sus alrededores, merece muchísimo la pena ver la panorámica del pueblo obtenida desde el patio del templo. Además, desde aquí también se puede admirar el entorno de la población, formado por montañas verdes y fértiles campos cultivados, algo poco común en las islas cicládicas que son más áridas, además del mar Egeo a lo lejos. Incluso también podemos divisar, en lo más alto de las montañas, unos típicos molinos de viento cicládicos, auténticos testigos de las antiguas prácticas agrícolas de los habitantes del pueblo.
Capítulo aparte es la sección de festejos en la localidad, puesto que no podemos abandonar Lefkes sin hablar de uno de los eventos más importante, no sólo para esta localidad, sino también para toda Paros, que atrae tanto a lugareños como a turistas: el Festival de Karavolas. Esta fiesta tiene lugar cada primer sábado después del 15 de agosto, momento en que grandes músicos de Paros amenizará la velada, mientras corre el vino local y se degusta, entre otros, el plato estrella de ese momento: los karavoles (caracoles con salsa de ajo).
Dicho lo cual, y tras haber pateado y admirado el pueblo, queda la guinda a la visita de Lefkes: el camino Bizantino. Se trata de un sendero pavimentado con bloques de mármol de Paros que conecta Lefkes con el pueblo de Prodromos y que data de la época bizantina. La calzada se encuentra bien conservada en algunos de sus tramos, aunque en otros es casi inexistente.
El camino tiene una longitud de 3,5 kilómetros (o caminando de aproximadamente una hora de duración sólo de ida) ofrece una ruta escénica para los senderistas (es importante llevar gorro y agua en los meses calurosos), ya que pasa por olivares, colinas, ruinas antiguas y ofrece vistas al mar. Hay quien hace el camino de ida y vuelta, y quienes hacen la ida, pero la vuelta lo realizan con medios de transportes públicos. Es importante señalar que si haces la ruta desde Lefkes a Prodomos el nivel del camino es, en su mayor parte, cuesta abajo.
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